lunes, 11 de agosto de 2008

Me enamoré de alguien casado

¿Por qué me tuvo que pasar a mí? Si podía elegir entre miles, ¿por qué tenía que ser alguien casado?

¿Quizás quise atentar contra mí mismo? ¿Quise probarme, me creí superior, o que podía manejar mis emociones? ¿Será que me gusta competir? ¿O no sabía en lo que me metía? ¿Buscaba evitar el compromiso, o tener la seguridad de que la relación no llegaría a nada más? ¿Fui engañado con promesas informales de que lo dejará? ¿Será que quise jugar con fuego?.... Tantos pueden ser los planteos al elegir vivir una historia que seguramente no va a tener un desenlace feliz para ninguno de los protagonistas.

¿Cómo me enganché?
Muchas veces nos enteramos después de un tiempo, otras sabemos anticipadamente pero no queremos retroceder porque los impulsos nos ganan y las sensaciones que se despiertan son tan fuertes que ya es imposible dar marcha atrás.

Si pudiéramos elegir a tiempo para protegernos del dolor, si pudiéramos querernos más y reconocer que buscar relaciones que nos invitan al sufrimiento es atentar contra nuestra salud psicológica y física por el caudal de estrés que implica… Si pudiéramos darnos cuenta de que somos merecedores de relaciones sanas y con porvenir, algo más fácil, la simpleza, lo accesible… Si tuviésemos consideración sobre nuestro pequeño corazón, no latiríamos ante lo imposible… Si pudiéramos conectarnos realmente con nuestras emociones y registrar nuestras percepciones, si le diésemos la oportunidad a nuestro sentido común, entonces podríamos evitar desenlaces de sufrimiento y calvario.

¿Por qué lanzarnos a recorrer un camino que no tiene un rumbo cierto? Siempre el pronóstico es de mal tiempo, pero la tentación es más fuerte que uno y la creencia de que "podremos contra viento y marea" nos domina.

Parece un juego, es una "ruleta rusa", sabemos que algún intento de apretar el gatillo nos matará, pero si zafamos siempre extremas, transgresión, riesgo inminente, tentación, desafío, etc. Pero, al mismo tiempo, se nos vuelve imposible poder corrernos fácilmente, creemos que el otro tendrá la opción de retirarse cuando quiera y lanzarse a nuestros brazos porque somos su mejor opción, que abandonará todo según lo prometido, y queremos confiar y queremos creer en las promesas, o de que se animará y terminará dejando a su familia. Fabricamos proyectos en nubes de algodón, proyectos efímeros.

Buscamos responsables, seguimos apostando al mañana, a promesas, a ilusiones, algo volverá todo diferente, apostamos a que nuestro amor podrá cruzar límites, vendrá definitivamente a nuestros brazos y ganaremos. Pero sin lugar a dudas siempre terminamos siendo vencidos, caen las ilusiones y se nos desmoronan los proyectos, todos fueron sueños, ideales forjados sin sustento real.

Una paciente me decía: "Creí en él, me dijo que su matrimonio no funcionaba y que cuando su hija cumpla los 12 años dejaría a su mujer, pero nunca sucedió, cada vez surgía alguna excusa nueva para no irse de la casa, después era el tema de la división de bienes, después que ella enfermó, así se me pasaron 10 años, esperando algo que nunca iba a suceder, quise creer porque esa esperanza me mantenía viva".

¿Por qué nos enamoramos de quien no debemos?
Decimos que no tenemos la culpa, que no elegimos de quién enamorarnos. Sin embargo, considero que muchas veces tenemos señales de alarma y más de un mensaje que nos advierte para no elegir lo que nos hará daño. Negamos, nos mentimos, nos autoengañamos o queremos realmente sufrir. Lo cierto es que hacemos caso omiso a aquello que nos da señales de sufrimiento, nos creemos invencibles, omnipotentes, sentimos que podemos manejar las emociones, controlar las acciones del otro o sus conductas y cuando nos cercioramos de que estamos en un error ya es tarde para el arrepentimiento.

Dejaré todo por amor, pero no me insistas…
...así no, me siento ahogado, me siento presionado, si me apurás conseguirás el efecto contrario, cuando menos lo esperes te daré la sorpresa, debo solucionar un par de cosas y después podré irme.

Sostengo que hay cosas que se sienten y se actúa en consecuencia y otras que por más que se sientan nunca se pueden actuar, ni simular. Las presiones se vuelven contradicciones a la hora de tomar la decisión, acomodamos nuestra vida en función del otro que está ocupado y todo gira en torno a él, de pronto nuestro tiempo empieza a ser organizado en función de los tiempos libres que el otro tiene o de aquellos momentos que puede generarse un espacio y esto también después se vive negativamente, aparecen los reproches hacia estas actitudes que resultan sentidas como abandonos.

Entonces, siempre en una conducta de espera, con una vivencia de traición hacia los sentimientos de apego afectivo, nos culpamos por aceptar, por concensuar un tipo de relación impuesta por el otro, algo que en realidad escapa de nuestras manos y lo aceptamos porque nos encontramos entre la disyuntiva de es "esto o nada", y creemos por momentos que esto es mucho más de lo que pretendemos, que nos basta, que nos alimenta el vacío de alguna manera, pero a la larga nos damos cuenta que lo intensifica.

Muchas personas consultan en estado alarmante por relaciones imposibles de concretar como son las que se estructuran de esta manera, matrimonios que no son felices y que buscan la forma de encontrar la felicidad sin renunciar a nada, lo quieren todo, porque en realidad no tienen nada.

En definitiva, terminan siendo relaciones que llevan al padecimiento y que por las dificultades y los reproches terminan mal. Muchos matrimonios también llegan a la ruptura cuando descubren al cónyuge encarando otra relación. El más afectado es quien se ha enamorado ciertamente y que ha detenido su vida esperando ser el protagonista para tomar el rol principal.

Lo cierto es que asisten en pedido de auxilio de una relación que los lleva a un estrés intenso, donde se manifiestan sensaciones contrarias y diversas y un verdadero padecimiento y sufrimiento. Lo único descartable es la adrenalina sentida, la emoción, pero es tan fugaz que ni siquiera vale la pena. En un principio es atractivo, pero a la larga es nocivo y desconsolador, se vive como sin salida posible y la angustia lleva a síntomas clínicos en muchas ocasiones. Lo cierto es que uno no sabe lo que le espera cuando entra en este juego atractivo, pero en el camino siente arrepentimiento ante la falta de límites respecto a la tentación.