domingo, 31 de agosto de 2008

"Tu papá y yo nos vamos a separar"

“No se cómo decírselo, pero no puedo más”.

“Para mí que no se da cuenta porque es chiquito”.
“Yo veo que sufre porque no lo observo muy feliz y con ganas de jugar”.

“En la escuela no paran de mandarme notas por su comportamiento”.

“No me animo a estar sola, por eso no me separo pero no aguanto más la tensión que se vive en mi casa”.

“Esto es un caos, mi hijo se pone en el medio con sus tres añitos y nos dice ‘no griten... ¡¡¡Basta!!!”.

“Con tiempo lo fuimos preparando para contarle que su papá y yo no íbamos a estar más viviendo juntos en casa”.

Es sabido que tomar la decisión de separarse no es sencillo. También se sabe que hablar delante de los chicos de cosas de grandes no es bueno para ellos. Incluso es de la sabiduría popular que mejor separados y bien que juntos y mal.

Pero en la práctica y en la realidad de todos los días, especialmente en los hogares con bebés y niños pequeños, a veces la impulsividad y el desborde dominan la escena cotidiana.

Y dentro de esa escena, como principal protagonista, espectador pasivo pero no “recibidor de emociones pasivo” está el niño. Desde su incomprensión, miedo, parálisis o berrinche, nos avisa de vez en cuando que quiere que esa situación no elegida ni comprendida finalice de una vez por todas y comience otra nueva historia que pueda aceptar y hacerlo reír. Pero para que eso suceda es necesario ayudarlo.

En los meses o días previos a la separación los niños pueden sentirse confundidos porque fundamentalmente cambia el escenario familiar. Los padres pueden no compartir la misma cama, cambian las rutinas y comienza un clima y la sensación de pérdida de algo.

Especialmente de un estado de tranquilidad y habitualidad. Hay como cierta amenaza de cambio y de desprotección en el ambiente, producto de las diferencias previas. La inmadurez psíquica, natural en las edades tempranas, todavía no le permite dimensionar el cambio. Incluso hasta puede el niño sentirse responsable cuando no está clara la motivación de dicha separación ante él.

Algunas características que pueden mostrar en esta etapa son:

  • Pueden estar más inseguros.
  • Desconfiar de sus papás cuando son niños más grandes y ponerlos a prueba todo el tiempo.
  • Cuando ya se produjo la separación física de los padres, se pueden volver retraídos, no preguntar nada, como una manera de conservar la ilusión de que nada cambió.
  • Pueden exigir la presencia de ambos en todo momento.
  • A veces les cuesta quedarse en lugares que antes lo hacían fácilmente.
  • Tienen peleas más frecuentes con amigos, y hermanos sin mayor motivo.
  • Pueden hasta autoagredirse.
  • En ocasiones hasta se sienten culpables de lo que está sucediendo. Esto les suma angustia y dolor a la tristeza natural de no ver a sus papás juntos y bien.

Si esta situación no se tramita, no se habla o no se esclarece según la edad de los chicos, pueden aparecer estos síntomas. Si no se les explica lo sucedido o por suceder, pueden aparecer cambios en sus conductas habituales. Por ejemplo:

  • Dificultades en el sueño (miedo a dormirse, pesadillas, insomnio).
  • Falta de apetito o atracones (según la edad).
  • Buscan ocupar el lugar de la persona faltante en ese momento, (ya sea en la cama o ayudando en las tareas domésticas cual adulto).
  • O todo lo contrario. Tienen conductas regresivas similares a cuando eran bebés para ilusoriamente recuperar algo de lo perdido.
  • Incluso en ocasiones no quieren ir a la escuela para no tener que compartir esto que están viviendo.
  • A veces mienten, tratando de inventar una realidad que no existe.
  • Se retraen, se vuelven más apáticos con el resto de las personas o se vuelcan a algún abuelo familiar o amigo.
  • Pueden tener ataques de bronca sin motivo como una manera de “escape” de su tristeza.
  • Dolores físicos de todo tipo, especialmente de cabeza, de panza, fracturas o golpes.

Para seguir pensando

Es importante tratar de no contrarrestar estas situaciones con regalos para compensar las carencias que los padres sienten que le producen a sus hijos con la separación. Tratar de no llenar estos espacios desocupados o corridos de lugar, con objetos.

Para eso primero es necesario que los adultos en situación de separación comprendan que no significa que dejan de ser padres; están de diferente manera pero su lugar, su rol, su función y su amor es necesario que estén conservados.

Para poder prevenir las consecuencias posibles de una “mala separación” será conveniente que haya criterio en común en cuanto a los límites y pautas, si bien en el nuevo hogar de uno de los padres regirán algunas nuevas costumbres para aprender. No se olviden:

  • No utilizar a los niños como mensajeros de “cosas de grandes”.
  • No usarlos tampoco como espías para saber sobre la vida del otro, ni hablar mal de alguno de los padres en presencia del hijo o al hijo.

Un desafió para nuestros encuentros e intercambios en el Blog:

  • Que puedan enviarme experiencias que le sirvieron para mantener una buena relación con su ex-pareja, en cuanto a los hijos.
  • Ideas que les permitieron mantener cierta estabilidad en el hogar.
  • Qué pautas le fueron útiles para un buen tránsito de los hijos a cada una de las casas de sus padres.
  • Y cómo les explicaron acerca de la decisión de separarse según la edad.

Todas sus experiencias serán bienvenidas para seguir compartiendo y aprendiendo juntos.

Hasta la próxima.

Lic. Alejandra Libenson

Psicopedagoga, Psicóloga
Autora del libro Criando hijos, Creando Personas
Especialista en crianza, vínculos familiares pareja y fertilidad