miércoles, 13 de agosto de 2008

Dormir con el mismo hombre todas las noches


Parece que así es la vida adulta. Los días se van encadenando en una sucesión de rutinas y repeticiones, que sin saberlo van cargando nuestra mochila hasta que parece que revienta, pero no, siempre se puede dar más. Entonces, a la jornada de trabajo, el colegio de los chicos, las clases de Pilates y el paseo del perro, se le puede sumar un curso de francés o de cultivo de cactus. Nos sacamos un 10 en eso de "aprovechar" la vida: si ni sentimos esa mano que nos apura a los empujones a seguirle el ritmo a nuestro propio torbellino. Total a la noche –en una de ésas, si da– un rapidito y a dormir. Según quienes cronometran el tiempo y lo vuelven cruel estadística, una persona "normal" le dedica treinta minutos semanales al sexo, que de repente se volvió un skill más en nuestra profusa agenda. La tendencia slow que nació en Italia propone curarse de la enfermedad del tiempo y volver a gozar de un cronos propio (o del kairós, dirían los griegos). Lo aplican a la comida, en el trabajo, en la organización de ciudades enteras y, por supuesto, la movida llegó al sexo: hacer el amor de un modo plenamente consciente y disfrutarlo como a un chocolate suizo. No se trata de tantra, pero se le parece. Y quienes lo experimentan, más que sonreír, destellan. Darle lugar al deseo ¿Quién dijo que el sexo tiene que ser espontáneo? Sin duda hay que encontrarle un lugar y un tiempo. Los expertos aseguran que el slow sex –o el good sex – empieza 24 horas antes, sembrando la fantasía. Criar ratones es una de las máximas y después crearles unas buenas ratoneras. Hacer el amor en frecuencia slow se podría asemejar a un ritual. Tiene preparativos y merece ser celebrado con cada detalle en su lugar. Así, la estética es otro de los ítems destacados. Lo más cercano y conocido es un albergue transitorio o un hotel, donde el hidromasaje, las luces, la música, el sabernos ahí sólo para eso, le devuelve a la lujuria ese protagonismo que nunca debería perder. Sin embargo, mucho de esa atmósfera se puede mudar a cualquier casa de familia. La práctica Por último, ganado el tiempo y reconquistado el espacio, la receta de slow sex propone bajar la potencia de los movimientos como una forma de aumentar la intensidad. ¿Qué hacer? Descartar de una vez y para siempre las performances de gimnasio. Hay que aprender a respirar o cambiar el jadeo gritón por un suave y profundo exhalar e inhalar, llevar la concentración ahí abajo y seguirle los pasos al deseo cuando nace y crece. Estimular apenas con la presión de las manos, recorrer con la punta de la lengua, hasta que, como por arte de magia, cada poro se active. Redescubrir la fuerza de la lentitud. Claro que es la parte más difícil del manual, la que demanda más práctica y tiene nada que ver con el sexo atolondrado y en cantidades que impera en la sociedad. Algunas claves para lograrlo acá.Tampoco se trata de pretender convertir de un día para el otro el "rapidito" en una sesión de yoga: es cuestión de plantearlo como juego, sin exigencias. Animarse a probar. Lo importante es que se trata de gozar que, con planes como éstos, el mundo no sólo no se acaba sino que recién empieza. Por Carla Quanto Fotos de Nacho Ricci