martes, 5 de agosto de 2008

Un mundo de “amor líquido”


Cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad”. La frase pertenece al escritor norteamericano Ralph Waldo Emerson y es citado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman para describir la rapidez con la que hoy hombres y mujeres pasan de una relación afectiva a otra. Bauman es el autor de Amor líquido, libro que trata acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Allí el autor analiza la sociedad en el mundo globalizado de hoy, donde parece reinar el “miedo a establecer relaciones duraderas, más allá de las meras conexiones”. Según el sociólogo, “la esfera comercial lo abarca todo y por eso las relaciones, los riesgos y angustias de vivir juntos o separados, son siempre pensados en términos de costos y beneficios… En Internet la gente se conecta y desconecta, sin permanecer en ningún vínculo porque las relaciones deben diluirse para ser consumidas. El mundo actual parece conspirar contra la confianza”.Más allá de la opinión de Bauman, es cierto que el clásico “hasta que la muerte nos separe” del matrimonio está cediendo paso al “mientras estemos bien”. La dificultad para encontrar pareja, las separaciones, la soledad, las nuevas formas de convivencia, los vínculos “cama afuera”, las relaciones sexuales fortuitas, son temas que ya no escandalizan a nadie. ¿Qué es lo que cambió y por qué? ¿Cuáles son ahora las principales características de los vínculos amorosos? Para Ti consultó a distintos especialistas para reflexionar sobre estos interrogantes que tanto preocupan a hombres y mujeres.“Lo que está pasando con las relaciones de pareja es lo mismo que ocurre con las relaciones interpersonales, donde el otro ha pasado a ser un objeto y no un sujeto, un medio y no un fin en sí mismo”, sostiene Sergio Sinay, escritor, especialista en vínculos humanos y autor de Vivir de a dos (Del Nuevo Extremo). “Vivimos en la era de la fugacidad. Los vínculos amorosos, amistosos y laborales están inmersos en esta lógica. Quiero alguien que me haga feliz, o que me satisfaga sexualmente, o que cubra el agujero de mi soledad, o que me dé seguridad, o todo eso junto, eso depende de cada uno. Quiero un celular que adivine a quién quiero llamar, que muy pronto seguramente será inventado. Es como si deseáramos leer un aviso en el que nos prometan ‘satisfacción garantizada e inmediata, o le devolvemos su dinero / su soltería’”, explica. Florencia Echeverría, una abogada de 30 años, comenta: “Desde que me separé de mi novio, hace un año y medio, tuve varias relaciones ocasionales, que duraron un par de semanas. No es un mal de los hombres. Nosotras estamos en la misma sintonía del no-compromiso. Es una sensación de descartabilidad: hoy te conozco y mañana no te conozco. Todos queremos tener un amor, pero cuesta mucho más aceptar al otro con sus diferencias”.La doctora Edit Schvartzapel, médica especialista en psiquiatría y psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, no cree que ésta sea una problemática nueva. “Lo que van cambiando son las formas, las distintas características de las relaciones según los distintos momentos de cada cultura. Pero el hombre, en su esencia, siempre convive con la ambigüedad de sus sentimientos: el amor y el odio, la hostilidad y el afecto, la aceptación y el rechazo, el encuentro y el desencuentro, el reconocimiento del otro y el desconocimiento del otro”, afirma. “Uno vive en un estado de enajenación, de alienación, de mirar su propio ombligo, sus necesidades y deseos. En ese estado de deseo, uno elige al otro no tanto por lo que es, sino por lo que uno cree ver en el otro, por lo que uno necesita que el otro sea. Ese no es un vínculo de amor, es un una idealización del amor y, por lo tanto, es imposible”, continúa.Fernando Bertelli es contador y tiene 47 años. Tiene dos hijos, está separado y confiesa que no piensa volver a casarse: “Sufrí mucho y no quiero pasar nuevamente por todo eso, por eso me resisto a la convivencia”. “El estilo de vida actual afecta la forma de conceptualizar a la familia. Se pasó de la ‘familia tipo’ a diversos ‘tipos de familia’: familias monoparentales, chicos con dos hogares –el de mamá y el de papá, en el caso de las parejas divorciadas o separadas–, hogares compartidos entre varias personas jóvenes, hogares de altos ingresos con una pareja que decide no tener hijos, por mencionar algunos”, indica la licenciada Mariela Mociulsky, psicóloga y especialista en análisis de tendencias sociales del Grupo CCR y a cargo de Consumer Trends. “En la Argentina, el número de hogares unipersonales creció en las últimas décadas: en 1960, el 7 % de los hogares eran unipersonales. Esa cifra pasó a ser del 10 % en 1980, del 16 % en 2004, y proyecta ser un 22 % en 2010 y un 26 % en 2025”, agrega. Uno de los ejemplos de hogar unipersonal es el de Margarita Fontenla, de 45 años, divorciada y con dos hijos de parejas diferentes. “El amor para toda la vida ya está démodé. Hoy estoy sola y me gustaría tener pareja, pero con cama afuera y si es para pasarla bien: ya no quiero problemas. Lo tuyo es tuyo, lo mío es mío, y sin perder mi independencia económica. Lo difícil es encontrar el amor, que para mí es respeto, compañerismo y lealtad”, define.La psicoanalista Martha Rosenberg opina que “el matrimonios es una institución muy desprestigiada por siglos de hipocresía y encubrimiento, de relaciones de dominación bajo el aspecto de un mayor logro humano. Hoy se da una elaboración de los vínculos donde las uniones no formales son un intento de rescatar los valores más auténticos que se construyen en pareja: amor, solidaridad, compromiso verdadero, emocional, afectivo. Un vínculo de pareja demanda una gran cantidad de energía y esfuerzo que mucha gente no está dispuesta a compartir con otro. La profundización de los valores individuales implica no renunciar a la autonomía y a ciertos placeres, especialmente la sexualidad, que se consuma en términos de variación, cambio, velocidad y no restricción”.Para Juan Daunine, 34, arquitecto, no es cierto aquello del “ya no hay hombres” que suelen repetir muchas mujeres. “Veo en las mujeres un grado de histeria y desconfianza muy alto. Es cierto que la mayoría de mis amigos lo que quieren es joder, salir y estar con la mayor cantidad de minas posible, pero no es mi caso. Y cuando muestro que tengo ganas de ver a alguien más seguido, como me pasó hace poco, ella se asustó. Ellas también participan de este juego, que se trata de ver a quién le importa menos el otro”, describe. Según la licenciada Cecilia Lipzic, jefa de gabinete de la Dirección General de la Mujer del gobierno porteño, “en Capital hay más mujeres viudas solas porque tienen una esperanza de vida mayor que los hombres. Por otra parte, tenemos una franja de mujeres jóvenes que quieren ser autónomas e independientes, son profesionales con buena inserción en el mercado laboral, no están casadas, en general no tienen parejas estables y ni hijos. Es un fenómeno muy semejante al que se da en Estados Unidos, donde las mujeres empiezan a tener hijos solas a partir de los 40, porque el tema de la competencia laboral es tan fuerte que las dos cosas no se pueden hacer en forma simultánea”, indica.
¿Para toda la vida?
Según las estadísticas realizadas en 2006 por el Registro Civil porteño, cada vez es menos la gente que se casa. Cada dos parejas que contraen matrimonio, una se divorcia, tendencia que se acentuó en los últimos años y que, si se mantiene, los dos estados civiles empatarán en la próxima década. Entre los años 2000 y 2003 se anotó un divorcio cada tres casamientos, y durante 2004 y 2005 la brecha disminuyó porque la cantidad de divorcios llegó a representar la mitad de los casamientos.“Una relación no debe ser una trampa en la que no hay amor y de la cual sólo se puede salir a través de la muerte o de la infidelidad. Pero tampoco debería ser una simple estación de paso, en la cual no se hace un intento de construir nada. Vivimos el amor en tiempos del delivery, pretendemos que lo traigan calentinto, en una cajita, horneado, a punto, y que no haya que tomarse el trabajo de buscar los ingredientes, amasarlos y tener la paciencia de esperar el tiempo de cocción. El amor es una construcción que lleva tiempo, no se puede decir cuánto. Pero si a la primera frustración del deseo inicial decimos ‘Chau, fuiste’, a la larga nunca vamos a estar con nadie aunque estemos en sucesivas relaciones fugaces”, opina Sinay.La doctora Schvartzapel concluye: “Un vínculo de amor es cuando existe la posibilidad de mantener las propias identidades, la singularidad, donde se puede reconocer al otro en su ser diferente, y aceptarlo con sus carencia y sus falencias, y al mismo tiempo poder constituir un vínculo. Si volvemos a la metáfora de lo sólido y lo líquido, el mejor estado es el líquido porque fluye. En cambio, lo gaseoso se difunde, es inasible. Lo sólido es una estructura fija, estática, no dinámica. El líquido se adapta, y toda pareja requiere un proceso de adaptación”.


Texto María Paz Aizpurúa Informe Julieta Mortati