lunes, 28 de julio de 2008

MI HIJO NO DUERME BIEN

Se pasa todas las noches a mi cama.

No duerme ni dos horas seguidas.

Usa la teta de chupete.

Sin su mamadera no se duerme.

Si no le hago upa no logra dormirse.

Se duerme entre nosotros en nuestra cama.

Desde que le saqué los barrotes nos paseamos toda la noche de cama en cama.

Viene y se mete en la cama y no nos damos cuenta... o como estamos tan agotados lo dejamos.

Si no es en el cochecito no se duerme.

Sólo concilia el sueño si se agarra de mi oreja o juega con mi pelo.

Sólo se duerme con la tele y la luz prendida.

Con el padre no quiere saber nada, llora como si lo estuviéramos maltratando.

Me parte en dos de angustia dejarlo en su cama llorando.

Probé con el “duérmete niño” y no me funcionó.

Estas frases no pertenecen a un test de una revista de actualidad para saber si tu hijo tiene un buen dormir, sino a una realidad cotidiana que atraviesan muchas familias con bebés y niños pequeños.

Son expresiones textuales de los intercambios que se dan en los Encuentros de Crianza Abiertos (ECA), como así en las consultas de crianza donde la mayor preocupación ha pasado de ser como tema central el de la alimentación a cuestiones vinculadas al mal dormir de toda la familia por lo menos durante los primeros 2 a 3 primeros años de vida de los hijos.

Cabría preguntarse entonces qué significa dormir bien para un niño, y que creemos los adultos que es lo mejor para su salud tanto física como psíquica.

Desde mi postura profesional para un niño dormir bien, toda la noche, no significa dormir sin despertarse por más de 8 horas. Es poder en caso de tener varios despertares nocturnos, lograr conciliar el sueño por sus propios medios o con un poco de ayuda por parte de sus padres o cuidadores.

Es un mito pensar en el bebé o niño ideal que no molesta o “sigue de corrido como un angelito”. Pocos lo logran tan fácilmente.

La mayoría de los niños necesitan aprender a dormirse solitos. No es algo natural y espontáneo sino que depende mucho de cómo y cuándo se los ayude a lograrlo.

Es un proceso para poder adquirir el hábito y todo hábito necesita constancia, repetición, cierto orden y organización que permita instalar conductas y rituales que ayuden y acompañen el momento de ir a la cama que no es lo mismo que conciliar el sueño.

El objetivo principal, a mi modo de ver, es que pueda “auto-acunarse” y encontrar recursos internos para poder generar un clima que lo calme, lo acaricie y le permita pasar de un esta de vigilia al sueño sin necesidad de un contacto corporal permanente con el cuerpo real de la mamá o el papá.

Pero para eso es necesario que previamente hallan estado muy unidos y fusionados con su mamá en un encuentro cuerpo a cuerpo, piel a piel donde de a poco el bebé pueda ir internalizándola, sintiendo que su presencia está, más allá que no esté presente delante de él, al lado de su cama o cuna, siempre.

Es imprescindible entonces primeros tiempos de mucho mimo, encuentro, miradas y sostén, para que luego a la hora de la despedida transitoria hasta el día siguiente, ésta sea posible sin tantas condiciones o exigencias (“dame agua, mamadera, luz, quiero pis, llantos...”)

Y que la noche no sea vivida con angustia y sentimiento de soledad, sino con la sensación de que puede solito porque que “no está solo”.

Es para pensarlo y seguir reflexionando.

En mi libro “Criando hijos creando personas”, si les interesa encontrarán relatos de experiencias de padres y madres que atravesaron por estas noches interminables de bostezos y agotamiento y fueron encontrando la manera de que todos puedan descansar un poco mejor.