lunes, 21 de julio de 2008

ARMAS DE SEDUCCION

Hay personas que seducen a primera vista. ¿Por qué? ¿Son extremadamente atractivos físicamente, o deslumbrantemente inteligentes? No necesariamente
Las personas seductoras tienen una especie de aura que las diferencia de las demás. Nunca pasan inadvertidas. Van por la vida como quien dice "aquí estoy", atrayendo miradas y arrancando suspiros. Pero ¿qué hace que mujeres y hombres sean seductores? ¿Es la concurrencia de dones como la belleza, la astucia y un estilo "ganador" lo que atrae y hechiza? ¿O va más allá de la imagen, y tiene más relación con la personalidad y la conducta? ¿Si uno no nació seductor, puede convertirse? ¿Seductor se nace o se hace?

Cabe aclarar que la seducción va más allá de lo erótico. Obviamente que a nivel pareja es un componente fundamental…o casi, pero la seducción se ejerce en casi todos los aspectos de la vida: la amistad, la profesión, la enseñanza, el arte, etc. La seducción está presente en diferentes planos, y es un don que siempre acompaña al éxito, en cada uno de esos terrenos. Los líderes son sin duda, personas seductoras. Hay quienes seducen incluso sin proponérselo. Y por supuesto, diferentes estilos para hacerlo: hasta el bajo perfil puede ser un arma de seducción.

Existe un libro llamado "Antropología del amor", que puede orientarnos en estas lides. Allí la autora, Helen Fisher –una antropóloga
neozelandesa- explica una serie de actitudes femeninas que –conciente o inocentemente- apuntan a seducir al otro: sonrisas, miradas directas a los ojos, posturas corporales destinadas a llamar la atención, etc.

Y es cierto…¿Qué mujer no se descubrió a sí misma jugando seductoramente con un mechón de su cabello, sonriendo de manera pícara, lamiendo sus propios labios, y tantas otras a actitudes cuasi provocadoras -por lo menos-, de la atención del varón que tiene delante, y que pretenden conquistar.

Según otro libro ("El arte de enamorar" de Antonio Bolinches), los hombres en general, consideran seductoras algunas actitudes femeninas que no tienen relación alguna con su físico. Ellos confiesan que los atraen las mujeres que escuchan más de lo que hablan, aquellas que lograron mantener relaciones simétricas, las que aceptan más críticas de las que emiten, las permisivas, las que detectan fácilmente sus valores (los de ellos, y esto significa percepción) y las que aprendieron a moldearse a sí mismas. ¿Qué tal?

Esto revela que la seducción no puede limitarse solamente a un lenguaje corporal. Hay, sin duda, otros recursos que operan el misterio de que dos personas se atraigan mágicamente, que exista ese "clic" con el que todos queremos ser encendidos –si de pareja se trata, por supuesto-.

Y es cierto que un hombre y una mujer atractivos seguramente llamarán la atención de casi todos, pero pocos son los que serán verdaderamente seducidos por ellos. Porque la seducción tiene más que ver con un cierto "magnetismo" que atrae, tal vez, al polo opuesto de lo que uno es.

Seducción –creo- es carisma. Y esto atañe directamente a la personalidad, al sentido del humor, a la empatía, a la capacidad de hacer sentir bien al otro. Tal vez sea un proceso que tenga mucho de psicología, y que involucra en gran medida la propia historia personal -del seductor y del seducido-, con las carencias de cada persona. Si alguien siente la necesidad –por ejemplo- de sentirse escuchado, será muy seductor para él o ella, que le pregunten cómo se siente, o cómo le fue ese día. Si para otros es importante ser admirado, será irresistible alguien que le diga lo bien que se lo ve, o lo inteligente que es.

De todas maneras, hay que reconocer que hay una suerte de "leyes universales" que funcionan en casi todos: una personalidad alegre, expresiva, empática, espontánea, segura de sí misma, y otras características que resultan más poderosas que cualquier atributo físico.

Hay estilos…muchos. Personas que hechizan a partir de su ternura, otros por el sentido del humor, hay quienes conquistan por sus gestos de feminidad o caballerosidad, por su energía, por su inteligencia, por su carisma y por mucho más que el mayor o menor grado de belleza con que la naturaleza lo haya dotado.