viernes, 18 de julio de 2008

EDUCAR A UN ADOLESCENTE

Educar a un adolescente, para alguien que tuvo o está viviendo la experiencia, es algo realmente complicado. La escuela, el sexo, salidas, amistades, amoríos, drogas y la comunicación son sólo siete de los cientos de ítems que podrían formar parte de una lista prácticamente interminable.
Beatriz Goldberg, escritora y licenciada en psicología especialista en adolescentes, lo tiene muy claro y por ese motivo se lanzó a escribir un libro sobre ellos, sus problemas y la forma que pueden encarar los padres para resolverlos y llevarlos adelante de una forma correcta y sin –demasiadas- complicaciones.

Este constante
trabajo de educación es mucho más complicado de lo que cualquiera podría imaginar y, en muchas oportunidades, los padres, se pueden sentir perdidos e incapacitados para encontrar la salida a más de un problema que se le puede presentar en el largo camino.

La experta a lo largo de la nota nos contará algunas de los problemas más comunes que se podrían llegar a presentar y qué soluciones posibles existen.

Los principales problemas que pueden enfrentar tanto los adolescentes como los padres que deberán tratar de ayudar a resolverlos son, según la especialista, la comunicación, los límites y los lugares que ocupa uno con respecto al otro. “Estos casos son los más comunes que veo al tratar tanto con adolescentes y padres”, comenta la autora de Tengo un adolescente en casa ¿Qué hago?.

Uno de los temas más importantes y que más se trata en las sesiones es la comunicación. Muchos padres o tutores no saben cómo hacer y no encuentran la forma de poder llegar a sus hijos. Según explicó Goldberg no se trata de algo que se pueda solucionar en una semana. Es algo que se funda con el tiempo y la confianza.

“Todos creen que en la adolescencia es el momento donde se educará y se impondrá todo. Pero la adolescencia es sólo una parte de la educación. Muchas cosas vienen de antes”, asegura.

La sexualidad siempre fue un tema complicado. En la actualidad ese tabú se está disolviendo y las diferentes decisiones tanto por parte de los padres como de las mismas relaciones sociales son mucho menos discriminatorias y leves que hace sólo algunos años. Aunque según explicó la escritora, la mayoría de los padres prefieren que sus hijos sean “normales”.

“En el fondo la mayor parte de los padres piensa que esta todo bien cuando es afuera de casa y no con los hijos propios”, dijo Goldberg.

La orientación vocacional es otro de los grandes problemas de cualquier adolescente. Y para muchos padres, que estos no sepan que estudiar, que se sientan inseguros o que dejen una carrera es algo descabellado.

“No se debe tomar como un fracaso el cambiar de carrera”, asegura. Los que más tienen que ayudar “son los padres”. “No tienen que presionarlos, porque esto no es un fracaso. Tu profesión la tenés que amar y muchas veces cuando se es joven uno piensa que va a estudiar algo que después terminó siendo completamente diferente a la idealización que habíamos tenido”, asevera.

Actualmente es común escuchar tanto en medios, como de boca de padres que “los chicos vienen mucho más rápidos”. Ahora se comienza a ir a bailar a los trece o catorce años, los novios se llevan a casa mucho más temprano y el acceso a las drogas o el alcohol es algo simple.

“La adolescencia empieza antes y termina después”, explica la especialista, y agrega que “la madurez, que se trata de tener una vida amorosa y económica independiente, no se mide y se extiende muchísimo”.

Según la psicóloga, existe un incentivo de los medios “más que nada” en “probar” lo sexual o los estímulos.

Los padres deberían “ver la etapa que un chico vive más allá del número. Ya que hay chicos mucho mas maduros que otros. O algunos que no están preparados para una independencia de esa magnitud. Los padres deben observar. Son los únicos, junto a los educadores, que podrían darse cuenta que chico está preparado y que chico no”, afirma Goldberg.

Los límites son complicados. Muchos padres tienen miedo de quedar como tiranos y se sienten realmente mal anímicamente a la hora de las comparaciones de sus hijos: “¡Los padres de María son más buena onda que ustedes!”.