viernes, 12 de septiembre de 2008

¿Aprender con alegría o la alegría de aprender?

Muchas veces utilizamos el término Alegría para nombrar algunas situaciones en donde sentimos placer, felicidad o asombro. ¡Qué alegría verte! ¡Me alegro mucho por vos!Y en varias oportunidades la asociamos con estados de euforia o ebriedad o manía: ¡Estemos todos alegres, viva la alegría!, o ¡Está alegre!Hoy mi intención es abrir una mirada diferente sobre el tema. En general relacionamos el aprendizaje con la seriedad, la solemnidad y la obligatoriedad, sin detenernos a pensar que éste puede vivirse con y desde el placer. Aprender es un proceso, y su origen está en los primeros vínculos. Va más allá del aprendizaje escolar y no sólo aprenden los niños y los adolescentes.Toda situación nueva nos conecta con nuestra capacidad de aprender y nuestros recursos. Según cómo la vivamos, cada experiencia nueva podrá ser vivida desde el placer o con rigurosidad y/o temor.Incluyo aquí el concepto de alegría como la posibilidad de “darme cuenta” del placer que generó en mí un nuevo aprendizaje. Con poder reconocerme aprendiendo. A esta sensación, que viene de adentro y no de afuera, que se siente con todo el cuerpo y que no se puede explicar con palabras, la llamo alegría.A este instante único e irrepetible, aunque suceda varias veces en la vida, en el cual descubro algo de mí que desconocía, algo nuevo, que soy capaz de sentir, pensar o hacer.Como mi intención a través de este escrito es ir desarmando algunos mitos en relación al aprender, esta vez se trata del mito de que “la alegría es banal”, superficial, vacía y que sólo del dolor y la angustia se aprende.Los mandatos que vamos recibiendo a lo largo de nuestra vida nos marcan, nos enseñan modalidades de acercamiento a las personas, al conocimiento y a nosotros mismos. Abriendo espacios de pensamiento, surgen las dudas y las preguntas, instrumentos necesarios que tenemos los seres humanos para cuestionar y diferenciarnos.Es cierto que por lo general de situaciones difíciles y dolorosas también aprendemos, ya que primero me tengo que conectar con la angustia e inquietud que me provoca no poder saber manejar algo, para luego buscar los medios adecuados para aprender “eso que busco y deseo”.Pero si nos quedamos en esta instancia de dolor y de sufrimiento como única manera de vivir nuevos aprendizajes, nos perdemos la oportunidad de descubrirnos debutantes nosotros mismos, estrenando una nueva veta de nuestra vida. Seguramente aprendemos de todos modos, pero... ¿Cómo?Los invito a reconocer y vivir por sí mismos “la alegría de aprender”. Todas sus experiencias serán bienvenidas para seguir compartiendo y aprendiendo juntos. Hasta la próxima.
fuente: minutouno
Lic. Alejandra LibensonPsicopedagoga, Psicóloga
Autora del libro Criando hijos,
Creando Personas Especialista en crianza, vínculos familiares pareja y fertilidad www.alejandralibenson.com.ar