jueves, 23 de octubre de 2008

Mujeres infieles

Hoy todo tiene fecha de vencimiento, incluso esas latas de sardinas que mueren (más muertas aún) en 2020. Experimentar lo nuevo es inigualable: el olorcito del auto recién salido de la concesionaria, despegar el film que protege un celular flamante, sentir la tersura de un vestido de raso de la última temporada. La sociedad de consumo lo promueve, quiere que cambies y que te renueves, que seas siempre joven, que te sientas ilimitada, que te tientes y pruebes. Entonces, el mercado se las ingenia para ofrecer productos que se rompen más temprano que tarde, o que pasan de moda, que finalmente son reemplazados por nuevos modelos.

Estamos insertos en esta era de avidez e insatisfacción constante. Nada es como lo queríamos y al deseo le sigue más deseo. Basta con tener ese par de botas soñado para descubrir que en realidad necesitábamos unas balerinas. Lo mismo sucede en la pareja: en la cotidianeidad con otro descubrimos sus defectos más íntimos, besamos y besamos a nuestra pareja, pero no vemos más que un sapo. Entonces, la fantasía se activa: ¿habrá quedado afuera el Príncipe Azul?

Según las estadísticas, más del 50 por ciento de las mujeres salió a averiguarlo, y la cifra de infidelidad femenina casi alcanza a la masculina. El mundo laboral y las facilidades tecnológicas (Facebook, celulares, chats, mails) liberaron el campo de la traición. Hoy, todas podemos ser infieles. Pero no hablemos de infidelidad como un genérico, sino de romper un pacto. En definitiva, la monogamia tiene cláusulas cambiantes y personales. Cada pareja construye su manual y seguirlo al pie de la letra o hacer la vista gorda trae sus consecuencias. Vos, ¿en cuál de estas situaciones estás?:

a) "Nunca me va a pasar"

b) "Me gusta otro pero todavía no pasó nada"

c) "Estoy siendo infiel"

d) "Tengo una amiga que engaña a su marido"

Mora, 32 años: "Me había casado muy joven, habíamos comprado una casa, habíamos tenido un bebé y de repente me dije: ‘Me aburro’. Entonces me enganché con un compañero del laburo, que se súper enamoró de mí. Me prometía el mundo entero. Nos encontrábamos a escondidas, mientras mi hijo chiquito jugaba en la plaza. No lo podía controlar, hasta que un día redescubrí a mi marido. Dije: ‘Pero si él me encanta, ¿qué estoy haciendo?’. Entonces, dejé a mi amante y le partí el corazón."


Claudia, 35 años: "Si vos tenés una experiencia de extremo placer, puede ser muy adictivo, esto es lo que me pasa ahora. Amo a mi marido, pero me encanta lo que me hace sentir mi amante. La verdad es que me da rabia no poder tener a los dos, sin estar mintiendo, porque es muy demandante."




Hombres engañados: ¿qué dicen?
Alejandro, 40 años: "Cuando me enteré de que mi mujer me engañaba, pasé por un infierno. Quería matarme o matar al tipo o matarla a ella. Sufrí como loco. Me la imaginaba con el otro y me volvía loco. Hasta que, hablando con un amigo, me di cuenta de que mi vida no podía depender de lo que otra persona hiciera con su propia vida. Y pensé que ella no me había engañado, simplemente era una mentirosa. No me había traicionado, sino que era incapaz de cumplir una promesa. No me había sido infiel a mí, ella era adúltera. Y como yo no quería vivir con una mentirosa adúltera y traidora, me separé, incluso en buenos términos."

Francisco, 45 años: "Cuando me enteré de que mi mujer me había sido infiel hacía siete años con un amigo mío, no lo pude creer. Toda mi vida parecía derrumbarse. Entonces dejé de estar atento a ella y se generó una distancia. Incluso lo increpé a mi amigo para decirle que lo sabía todo. Es que una infidelidad a escondidas es una aventura, pero denunciada es una guachada."