viernes, 10 de octubre de 2008

Ser el hijo mayor: ¿Privilegio o carga?

Por lo general con la llegada de un hermano o hermana a la familia, la mayor dificultad para el niño que ocupará el lugar de hermano mayor es aceptar que deja de ser y estar en el centro de la escena y que en la vida de su familia estará a partir de ahora posicionado en un lugar diferente. Seguramente con sus beneficios y, porque no, renuncias por tal cambio. Lo más doloroso: tendrá que aprender a compartir a mamá y a papá.

Pero aquello que puede convertirse en una desventaja o carga, puede a la vez proporcionarle un privilegio o ventaja que es justamente la nueva posición que adquiere dentro del núcleo familiar que lo diferencia de su hermano. Dependerá en gran medida su interpretación del manejo de sus padres al respecto.

Será tarea cotidiana, mostrarle que ese nuevo hermano viene a sumarse y a ocupar un espacio propio, no a sacar espacio, un espacio que ya está; que cada hijo tiene un lugar y ese lugar no es intercambiable.

Darle herramientas para que con su corta edad pueda hacerse a la idea que “ser más grande” es también un valor dentro de la familia, para que el nacimiento de un hermano, gran acontecimiento familiar, no sea vivido como una pérdida sino como una ganancia. Ayudarlo a darse cuenta que él va a ser el más grande y que podrá hacer un montón de cosas que el hermanito aun no.

Siempre es bueno tratar de incluir al hermano mayor en tareas que puedan acercarlo al bebe y dedicar tiempos exclusivos para cada uno.

Esta adaptación no siempre es sencilla y puede tornarse un gran problema familiar. Dependerá de lo que signifique un “problema” para los padres será un trayecto más o menos arduo y dificultoso.

Lo esperable es que sea un proceso de adaptación, lento, ambivalente, con idas y vueltas de gran amor y “odio” natural, indefenso y esperable. Se dará de alguna manera, como en todos los vínculos humanos significativos donde está en juego el amor y la necesidad de no perderlo. Y se expresara de mil formas.

El tema será poder acompañar estos sentimientos desde el lugar de padres y permitir que se expresen, siempre cuidándolos y que no se expongan a situaciones de riesgo ni para sí ni para los otros, especialmente para el bebé.

Es recomendable poder habilitar un tiempo y un espacio para expresar estos sentimientos. Ej: “Entiendo que estés preocupado porque mamá no esté jugando todo el tiempo con vos pero quiero que sepas que te quiero mucho, que a veces cuando vos tenés ganas que te preste atención estoy con el bebé para amamantarlo, cuidarlo, cambiarlo como lo hacia con vos cuando eras bebé y pero que también podemos estar juntos.

“Te propongo este juego que apenas el gordito se duerme lo jugamos ¿si? ¿Qué tenés ganas de comer? ¿Me ayudás a prepararte algo rico?”

“Se que tuviste que esperar, pero mamá también tenia muchas ganas de estar con vos a solas, y ahora es el momento ¡!!

En definitiva garantizarle que el amor no está en juego, y que su mamá está igualmente atenta y disponible más allá que prácticamente no puede estar tanto tiempo con él como antes y en el momento exacto que demanda. Por eso es tan importante el rol activo del papá.

La vorágine familiar puede traer aparejada algunas no muy sutiles frases o actitudes que pueden expresarse hacia los hijos-niños mayores.

Por ejemplo, las comparaciones, las humillaciones o cargadas refiriéndose al hijo mayor cuando este intenta parecerse al bebé. “Pareces un bebé” “Mirá lo que haces, sos mas bebe que tu hermanito recién nacido”

Los hermanos mayores quieren copiar o recuperar conductas de bebé, para identificarse con el nuevo lugar que ansían, desean y ya no tienen, y en ese juego de rol es imprescindible no poner juicios de valor: “No seas bebé”, “grandulón”, “parecés un tonto con la mamadera de tu hermano”, “te hiciste pis” y “ya no sos un bebé”. Eso esta mal.

Es recomendable darle la oportunidad de “jugar con esta necesidad de probar nuevamente como es ser bebé”, permitirle un tiempo para sentir que no necesita serlo nuevamente para seguir siendo amado y mirado. Que no le gusta. Si se le prohíbe o se lo priva de estas experiencias, insistirá de alguna manera.

Es fundamental en el acompañamiento familiar. Las propuestas para salir con los abuelos y hacer su paseo favorito o recibir la comida más rica que puedan prepararle es ideal.

Pero preferentemente que el niño no sea ni se sienta expulsado de la dinámica familiar, sino que los familiares y amigos, en la medida de lo posible puedan integrarla. No sacarlo permanentemente de su casa porque el niño mayor necesita ver qué pasa y cómo todo de a poco se va reacomodando con el presente.

Por ende, ni carga, ni privilegio, tan solo un nuevo lugar que merece ser vivido a pleno con todos sus matices y con el tiempo aceptado.

Todas sus experiencias serán bienvenidas para seguir compartiendo y aprendiendo juntos.


Hasta la próxima.


Lic. Alejandra Libenson
Psicopedagoga, Psicóloga
Autora del libro Criando hijos, Creando Personas
Especialista en crianza, vínculos familiares pareja y fertilidad