sábado, 4 de octubre de 2008

“Geografía de la memoria”


Dicen, parece, podría llegar a ser que aquella tan mentada diferencia entre varones y mujeres (la misma que alguien tuvo alguna vez la venturosa idea de atribuir a procedencias planetarias del todo diversas, del tipo Marte y Venus) ahora tiene una contraparte cerebral. Esto es, que nuestras evidentes diferencias a la hora de recordar serían, en realidad, resultado de una disparidad de formato entre sus bochos y los nuestros. ¿Más claro? Una vez más, la culpa de todo la tendría una neurona. Pero, simplificaciones y reduccionismos al margen, no deja de ser interesante esto de poder atribuir nuestra precariedad recordativa (esta palabra es un horror, pero vos entendés de qué te hablo) a un elemento tan poco beligerante como un cerebro.

Después de todo, ¿quién vendrá a rebatir la idea? ¿El cerebelo en persona? ¿El área de Brocca? ¿Acaso algún indignado hemisferio? La verdad, no lo veo demasiado factible. Porque, te cuento: según dice un grupo de científicos españoles, los hombres estarían dotados para recordar no sólo más sino también mejor debido al nivel de amuchamiento de neuronas que registran los señores en las áreas asociadas a la memoria. Digo entonces yo: y el viejo truco de “Soy re malo para las fechas”, ¿a dónde va a parar? ¿Cómo van a seguir justificando sus crueles olvidos ahora que ya todos saben que los tipos son verdaderos gigantes mnemónicos y de allí que, por caso, puedan recordar completa la formación de Boca del ’67 sin pifiar un solo nombre? ¿Dónde irán a ocultar su vergonzosa condición de vulgares mentirosos todos esos que prometen llamar y no lo hacen? Y el que se olvida año tras año de los aniversarios, ¿qué? Me cuesta imaginar, sinceramente, de qué modo van a seguir sacando conejos y bolazos de la galera. Adiós también a ciertas formas poéticas del mal recordar, como aquella que le permitió alguna vez a Andrés Calamaro cantar “recuerdo tu cuerpo pero olvidé tu cara”.

¡Pamplinas! El tipo seguro se acuerda de la anatomía, la fisonomía y hasta el nombre y DNI de la pobre fulana a la que le dedicó una estrofa pero seguro no volvió a llamar nunca más. Es entonces cuando un descubrimiento tan estúpido como éste de la geografía de la memoria se vuelve interesante. No tanto por lo que dice, sino por lo que susurra: que todo recuerdo es, hasta cierto punto, una invención. Un patchwork del pasado. Por eso es que la infancia es siempre tan linda: porque una pone ahí sólo lo que quiere. Lo que le gustaría recordar. Los varones no son Funes, aquel personaje de Borges que vivía en la peor de las pesadillas imaginables: no poder olvidar. Pero, entre nos, creo que se hacen orondamente los osos con algunas cuestiones. ¿Qué mejor venganza entonces que comenzar a ser nosotras las que, por ejemplo, nos olvidemos de cocinar, de depilarnos, de pagar las cuentas? Y, en caso de quejas, allá estará el grupo de científicos españoles para darnos todita la razón.
fuente: Para Ti,Por QUENA STRAUSS, periodista