sábado, 4 de octubre de 2008

Mirá quién está ahí…



Poder ver al bebé antes de su nacimiento presenta ventajas tanto para los médicos como para las madres. Y para eso existe la ecografía: una herramienta inofensiva y rápida que llegó como algo revolucionario y que ya se superó a sí misma.
Suena a antiguo cuento de abuelita, pero no hace tanto la única forma de saber las semanas de gestación era recurrir a la intuición, a un palpado de la panza o, a riesgosísimas radiografías. Sí, esos rayos que hoy limitan su puerta de acceso con imágenes de peligro y que jamás de los jamases serían ni siquiera sugeridos, se usaban con más frecuencia de la imaginable.
Por suerte, todo cambia. La ciencia avanza y con ella nos regala opciones increíbles para ver de cerca a nuestro bebé desde el momento en el que su talla no supera la de un pulgar. De eso se trata para cualquier mamá, una ecografía. Adivinarlo primero entre un corazón que late acelerado y retumba en la salita de la clínica, descubrir si es varón o nena, saber a ciencia cierta sus movimientos, su ubicación adentro de nuestro propio cuerpo… y, en muchos casos en donde la tecnología ya superó sus propios límites, ver sus exactos rasgos y volver a casa todavía con panza pero con la primera foto o filmación de su carita. Y lo más importante es que son súper seguras porque esa captación de imagen se logra a través de ondas sonoras de alta frecuencia que forman imágenes de distintos órganos o tejidos del cuerpo. Así, los órganos que se estudian son los llamados “órganos sólidos” como el útero, y además se pueden analizar aquellos que tienen líquidos, músculos, tendones, inclusive vísceras. Además, el estudio es sencillo y accesible y se puede repetir innumerables veces ya que no causa ningún daño a la madre ni al niño.

Para qué
Ahora bien, si para nosotras son en muchos casos un paliativo para la ansiedad que conlleva los nueve meses de embarazo, este maravilloso invento tiene para los médicos aristas mucho más importantes, fundamentales casi como averiguar si el niño presenta alguna anomalía. “La ecografía se ha convertido en un método de diagnóstico indispensable en el ejercicio actual de la Obstetricia. Permite observar en tiempo real las estructuras intrauterinas, tanto feto, placenta y líquido amniótico, realizando observaciones y mediciones de alto valor diagnóstico. Tanto se puede valorar la normalidad o no acerca de la evolución del embarazo. Como todo método de diagnóstico su eficacia no es absoluta, pero es muy alta”, explica el Prof. Dr. Ricardo Horacio Illia, jefe del Servicio de Obstetricia del Hospital Alemán.
Así, según la etapa gestacional los médicos pueden estudiar las siguientes cuestiones “A las 12 semanas, por ejemplo, con una ecografía indefectiblemente podrá asegurarse el correcto cierre del extremo cefálico del tubo neural. Mientras que antes de las 12 semanas, garantiza la confirmación de la correcta implantación del embarazo, la vitalidad del embrión y la edad gestacional calculada por la última menstruación. Alrededor de las 12 semanas, permite descartar o sospechar defectos fetales. Alrededor de las 20, permite analizar estructuras anatómicas de manera más detallada, como las cavidades cardíacas, riñones, estómago, la columna vertebral, etc. Luego de las 20 semanas, se estudiará (además de lo anatómico) la coincidencia de las mediciones con la edad gestacional, y se comparará cómo ha crecido el feto respecto de estudios anteriores. Luego de las 26 a 28 semanas, el estudio ecográfico adquiere capacidad para evaluar la salud fetal en función de la valoración de los movimientos respiratorios fetales, dato muy importante dado que su presencia nos indica el bienestar fetal”, detalla Illia.

Cuándo
Las ecografías, además –salvo casos de anomalías–, tienen resultados casi inmediatos. De hecho la noticia del sexo del bebé muchas veces la da el mismo ecógrafo, siempre bajo un aclaratorio “es casi seguro pero puede fallar”. Y una vez hecha la primera es común que surjan ganas de hacer otra y otra más. Pero lo que recomienda el Dr. Illia en los embarazos normales es: “hacer una eco antes de las 12 semanas, otra a las 12-14 semanas, otra alrededor de las 20 semanas y una última luego de las 30 semanas. En el caso que sea necesario, la frecuencia del estudio la dictará el médico de cabecera acorde con la situación clínica. Por ejemplo, en los casos en los que se está evaluando la cantidad de líquido amniótico porque éste ha disminuido, puede valorarse la evolución del volumen cada 72 horas; en caso de control de crecimiento fetal, el estudio se realiza cada 2 semanas, y así”. Algo importante que debés tener en cuenta es que la preparación que vas a requerir para hacértelas también se modifica con el correr de los días. Sobre este punto, Illia explica que “en embarazos de menos de 15 semanas, una eco transabdominal requiere de la presencia de vejiga llena para poder realizar técnicamente el estudio. Si éste es transvaginal, no”.

Cuáles
Entonces, lo que aúnan los intereses de los médicos y sus pacientes es la función anticipatoria de las ecografías. Claro que, si para los primeros en embarazos normales la curiosidad acaba ahí (en saber que todo marcha viento en popa), las mamás nunca dejamos de querer saber más y más y más. Por ejemplo: las ecos 3 y 4 D. Las primeras (que miden alto, ancho y fondo) pueden reflejar con claridad las facciones dentro del útero. Además, lógicamente, en casos de malformaciones hacen que los médicos puedan llegar a aprehender con más claridad ante qué enfermedad o malformación se están enfrentando. Y las 4D parecen casi de ciencia ficción porque, además de las tres dimensiones antes citadas, incorporan la función de captar el movimiento en tiempo real, haciendo de esta experiencia algo único. Sí, como si tu panza se volviera transparente y vos lo pudieras ver nadar ahí adentro. Claro que para los médicos cumplen otras funciones como estudiar la actividad motora y fisiológica del feto, previniendo y diagnosticando cardiopatías, por ejemplo. Pero, como explica Illia, estos estudios no pertenecen al protocolo: “Las eco 3 y 4D aumentan las dimensiones en las que puede observarse al feto, permitiendo como hemos dicho una visión más detallada de la estructura estudiada y no tienen indicación en embarazos normales. Son estudios de alta complejidad, cuya utilidad se maximiza en los casos de sospecha de alteración de alguna estructura anatómica fetal (no todas) permitiendo una valoración anatómica detallada, de modo de diseñar la estrategia de tratamiento adecuada a la alteración fetal. La eco común es 2D (bidimensional)”. Claro que, para aquellas afortunadas que con embarazos espléndidos pueden llevarse un video del bebé antes de poder disfrutar del olor o la textura de su piel, es un regalo imposible de rechazar.