jueves, 2 de octubre de 2008

Mi mamá, mi novia


El complejo de Edipo tan recurrente (casi clishé) es una etapa importantísima en el desarrollo psíquico y emocional de tu hijo. Por eso, en esta nota, los puntos más importantes para que puedas acompañarlo en sus angustias sin dejar de disfrutar de su amor.

Mami, ¿querés ser mi novia?”. Qué madre no se desvanece cuando su hijito se le declara enamorado. O que no pueda evitar suspender una penitencia cuando su pequeñito le hace esa sonrisa y la abraza de la pierna para susurrarle que lo perdone: “si sos la mejor del mundo”. Es una luna de miel que parece durará por siempre y que tiene sus momentos de crisis cuando los hijos se dan cuenta de que mamá le es infiel ni más ni menos que con papá. Hay celos y reclamos casi, casi, como en una pareja. También hay cosas imposibles de expresar y silencios que devienen reproches injustificados. Hasta que llega un día en que el amor no se termina pero se transforma. Es un proceso lento y paulatino de individuación en donde las mamis dejan de ser la luz de los ojos y pasan a ser eso: madres.

¿Luna de miel?
El complejo de Edipo fue definido por Sigmud Freud y se refiere a la atracción que, inconscientemente, siente un niño por su madre y que genera una mayor aversión al progenitor del mismo sexo. Se desarrolla entre los 3 y 5 años dentro de la etapa conocida como fálica (pregenital) y se manifiesta como un deseo irrefrenable.

Si bien tienen características similares, como la estructura para su comprensión es compleja, es bueno separar su explicación. Por un lado, entonces, la psicóloga, psicopedagoga, docente universitaria y directora del Equipo Terapéutico Villa Urquiza Lic. Mónica B. Marzetti, explica el deseo edípico como “deseos representativos de la vida instintiva sin freno porque el objeto de amor en el niño entre los 3 y 5 años es su adorable madre. El niño la elige con un amor incondicional y egoísta. Explicada dado que él siente y ve que es su madre quien vela y satisface todas sus necesidades. Por tal motivo su máximo interés está puesto en ella. Si bien esto es ciertamente verdadero veremos que es también el punto de apoyo de la actividad erótica en el niño por la cual se va gestando la elección de amor en la futura vida adulta del niño”. Son los padres los que entonces deben velar porque ese acercamiento y desprendimiento sea sano y permita que los niños atraviesen esa etapa sentando bases firmes para su futuro desenvolvimiento en la vida. Así, cuando un chico manifiesta el enamoramiento hacia su madre y comienza a ver a su padre como un rival hay que saber que llegará un momento en que venza esa fase y resignifique la conducta volviendo la competencia en identificación. Ese maravilloso momento en donde las nenas quieren la ropa de mamá (más sus pinturas, perfumes, accesorios y etcétera, etcétera, etcétera) y a los nenes sólo les interesa tirarse en el sillón a ver fútbol con el papá o simplemente caminar por la calle no ya rozando tu mano delicada, sino la seguridad de las manos grandes de su padre.

Conflictos
Algo delicado a tener en cuenta es el punto sobre la sexualidad de los chicos. “Vale recordar que el primer objeto de amor en el que se concentra el deseo sexual de la persona es siempre de naturaleza incestuosa que está volcado sobre la madre o la hermana en el niño. Así, el niño va mostrando con respecto a su madre una curiosidad sexual que para nada es disimulada, causando en los adultos festejos y risas, por ejemplo: se despierta por la noche llamando a su madre y muestra la necesidad de ser abrazado y acariciado por ella. Es insistente frente a su madre, llega a la seducción para poder dormir con ella. Busca siempre el lugar cercano a su madre en la cama matrimonial, siempre sus manos, brazos y piernas estarán tocando a su madre. Y es solamente a través de prohibiciones que se logra reprimirlas”, asegura Marzetti. ¿Por qué es importante poner un freno al deseo irrefrenable? “Para evitar neurosis severas en la vida adulta”, explica Marzetti. Así es importante que se establezca no una díada madre-hijo sino una tríada Madre-Padre-Niño. Porque, por más de que nos gratifique tanto amor, Mazotti asegura que “si amamos a nuestros hijos no podemos omitir el ingreso del padre en el vínculo, porque es a través de él que se podrá encausar dentro de la ley paterna, que dará lugar a la moral y a las prohibiciones de aquellas cosas con las que el niño no podrá y con las cuales sí podrá. Entendamos este proceso como uno de los mayores aspectos de la “Tolerancia a la frustración”, de lo contrario habrá niños sin límites y con trastornos de conducta por ejemplo: caprichos, berrinches, enuresis; tanto en el ámbito familiar como escolar. Se han observado problemas de aprendizaje en el campo escolar, por ejemplo, dificultad en el área de matemáticas: no pueden llegar a comprender las operaciones lógicas, quedan instaurados en las operaciones concretas”.

Entonces, no ser cariñosas por demás, hacer bien evidente la relación de pareja adulta que lo precede, evitar recaer en la imagen de una madre súper dadivosa y un padre límite y autoritario. Luego, la mejor ayuda es la paciencia, la comprensión y el necesario consuelo cuando sus contradicciones lo hagan sufrir. Y esa sería la fórmula para desarrollar personitas sanas que nos amen sin hacerse una mezcla irresoluble.

La princesa de papá Los padres no se quedan atrás en esto de sucumbir ante las declaraciones de amor. Qué imagen es más tierna que un hombre paseando con su hijita por la calle. O esas escenas de plaza con miradas hipnóticas en las hamacas. El complejo de Electra es bien similar al de Edipo pero en este caso hay amor y deseo incontenible por el padre y rivalidad con la madre. Marzetti lo detalla de este modo: “Las nenas sienten una tierna afección por el padre. Pero, a diferencia de lo que ocurre con los varones, suelen disimular su amor por su padre. Es que ellas deben reprimir más que los varones su objeto de amor, debido a que muchas veces el padre es el último en llegar a casa y por lo tanto no llega a disponer del tiempo necesario para estar con su hijo. Por este motivo, las nenas viven un amor más fantasioso que real. Sienten rivalidad con sus madres, les gusta que sus padres les digan: “princesa de papá”. Así van gestando en su papá al “Súper hombre”, el hombre ideal. Las nenas pueden presentar la angustia de esta etapa. En este período, la mamá debe acompañarla sin reproches, mostrarle su feminidad, de este modo comenzará a identificarse de a poco con ella, y es así como lentamente irá renunciando a sus sentimientos románticos con el papá, para ir buscando en otro ser del sexo masculino el hombre con el que se irá a casar algún día”.


Fuente: Para Ti, por Pamela Reyna / ilustraciones: Alejandra Lunik.