viernes, 14 de noviembre de 2008

LOS HIJOS INESPERADOS

Ningún hombre famoso parece exento de convertirse en padre sin desearlo. Algunos lo asumen, otros son obligados por la Justicia. ¿Culpables o víctimas?

Independientes y autónomas, hoy en día muchas mujeres adultas ya no necesitan esperar al compañero ideal para tener un hijo. Treinta años después de la aparición de la píldora –y la legalización del aborto en el Primer Mundo–, ya no se considera vergonzoso ser madre soltera. Por eso, cada vez son más los hombres que de un día para el otro descubren que son padres, incluso varios años después del nacimiento de los chicos. Las historias de los conductores de radio y TV Monchi Balestra y Alejandro Fantino, cuya paternidad extramatrimonial acaba de salir a la luz en los medios, muestran una creciente debilidad del llamado sexo fuerte. Mientras que un embarazo ya no representa una condena irrevocable para una mujer –aquella con recursos económicos, por supuesto–, la ley obliga al hombre a aceptar su paternidad, aún cuando no la haya buscado. Padres como el ex presidente Carlos Menem o el ex intendente de Córdoba Luis Juez, que durante años desconocieron sus obligaciones hacia sus hijos, nacidos fuera de sus matrimonios, tuvieron finalmente que aceptarlas.
La balanza parece haberse inclinado a favor de las mujeres. Mientras hasta no hace mucho tiempo muchas jóvenes “seducidas y abandonadas” debían criar solas a un hijo que no habían buscado, ahora parecerían ser los hombres los que ocupan el podio de las víctimas. Víctimas de aquellas que, aprovechando su fama, poder o dinero, los obligan a transformarse en padres. Un simple preservativo les habría ahorrado esta situación, indicaría el sentido común. Pero las cosas no son tan fáciles. Los deseos cambian, el amor y las parejas también. El problema es que los hijos no reconocidos quedan atrapados en un tironeo legal que puede durar décadas.
Derecho a la identidad. “Cuando una de las partes es una persona pública, a veces se olvida que la identidad del chico debe ser preservada”, indica Graciela Palma, vicepresidenta de la asociación Quiénes somos, dedicada a defender y determinar la identidad biológica de víctimas del tráfico de menores. En el caso del hijo de 17 años de Alejandro Fantino, gracias a la exposición que tuvo la historia, ahora se conoce no sólo el nombre del chico, sino también su cara. Desde hace diez años, Fantino, que reconoció a su hijo, le pasa una cuota alimentaria –3.000 pesos– que según su madre Sandra Algarbe no se condice con el 20% del patrimonio total paterno fijado por la ley. Según Algarbe, el proceso de reconocimiento de su hijo fue difícil. “Cuando nació, en 1991, me mudé al campo y como no tenía TV por cable, durante mucho tiempo no supe que el padre de mi hijo era famoso. Pero al no tener noticias de él, en varias oportunidades hablé con sus padres, a los que les dije que tenían un nieto”, asegura a NOTICIAS, aunque para muchos esta parte de la historia resulta poco convincente. Fue recién a principios del 2000, en un viaje a Buenos Aires, cuando Algarbe descubrió que su ex pareja era un conocido periodista deportivo. “Me acuerdo de que estaba en un local de electrodomésticos lleno de televisores con la imagen de Alejandro conduciendo un programa”, recuerda. Más allá del morbo televisivo, para Palma, así como todo hijo tiene derecho a saber quién es su padre, “todo hombre tiene derecho a saber que es padre”.
A pesar de que hace un tiempo Monchi Balestra reconoció legalmente a su primer hijo y se hizo responsable de sus obligaciones económicas, su caso se hizo público recientemente, casi al mismo tiempo que el de Fantino. A raíz de las declaraciones públicas de su ex pareja, María Fernanda Iglesias, trascendió el nombre del hijo de Balestra, Augusto, de 15 años. “Es un tema privado y doloroso. Lo que podría haber sido un reconocimiento de paternidad pacífico e incluso alegre, se convirtió en un asunto mediático, donde hubo amenazas y extorsiones”, indica a NOTICIAS la actual esposa del ex conductor de Latin American Idol, Julieta Camaño, quien al igual que su marido se enteró de la existencia de Augusto cuando estaba embarazada de su primer hijo, ahora de tres años. “Ante todo hay que defender el derecho a la intimidad de los niños, por lo menos hasta que sean mayores de edad. Acá está en juego la privacidad de Augusto, de su hermana y la de mi propio hijo”, afirma.
Menemato. A veces, la mediatización del caso es la única carta que le queda a la madre que lucha por la identidad de su hijo. Caso trágico si los hay es el de Carlos Nair Meza Menem, hijo del ex presidente de la Nación y la diputada formoseña Marta Meza. La pareja se conoció cuando Menem estaba preso en el inhóspito paraje de Las Lomitas. A pesar de su parecido, el ex presidente aseguró en varias oportunidades que Carlos Nair era, en realidad, “hijo de un carpintero del pueblo” de los Meza, que por otro lado lo habían cobijado y empleado cuando Menem salió de la cárcel. A fines de los ’90, amenazada de muerte, Marta Meza se exilió en Paraguay, con su familia. Al volver al país, inició una demanda por filiación. No pudo conocer la sentencia del tribunal: en el 2004, deprimida y cansada de esperar que Menem le diera el apellido a su hijo, se suicidó con una dosis de herbicida suficiente como para fumigar cuatro hectáreas. Como Menem nunca se presentó a las audiencias, un tribunal en primera instancia confirmaría luego su paternidad. Sucedió años después de que Noticias denunciara el caso, y luego de que la Corte menemista condenara a la revista por informar correctamente. El presidente más acusado de corrupción que haya tenido la Argentina apeló la sentencia, pero en el medio, Carlos Nair entró al reality show Gran Hermano, donde su caso terminó por hacerse público. Poco después, su padre lo reconocía como hijo. Luego de negarlo durante 22 años, posiblemente el cambio de actitud se deba al cálculo egoísta de un hombre solo, anciano y falto de afecto, divorciado de su última mujer, Cecilia Bolocco, y convertido en un cadáver político, insinúa el abogado de Carlos Nair, Williams Caraballo a NOTICIAS. A diferencia de su padre, antes de morir en 1995, su hijo mayor, Carlitos Menem, había decidido someterse a un examen de ADN en un juicio por paternidad. Luego de una batalla legal de 11 años, en el 2005 se determinó que el ex presidente tiene una nieta de 20 años.
Además del de Menem y el gobernador Daniel Scioli, que recién luego de 15 años de negativas, reconoció a su hija Lorena; la política local abunda en casos de paternidad no reconocida. Obligado por la Justicia, en el 2006, el ahora ex intendente cordobés Luis Juez reconoció a una hija que tuvo fuera de su matrimonio. NOTICIAS intentó comunicarse con el político sin resultado. Se niega a hablar del tema.
Entre los jerarcas extranjeros, en muchos casos la paternidad también se asume tardíamente. Un caso paradigmático es el del presidente francés François Mitterrand, cuya paternidad extramatrimonial recién salió a la luz en su propio funeral, cuando su hija Mazarine despidió los restos de su padre. En el 2006, el presidente peruano Alan García tuvo que reconocer públicamente que era padre de un niño de por entonces dos años, concebido fuera de su matrimonio con la argentina Pilar Nores. La realeza tampoco está exenta. En el 2003, el príncipe Alberto II de Mónaco reconoció como suyo a un hijo que tuvo con una azafata.
Reparación. “A pesar de su constante negativa a reconocerlo, Carlos Nair nunca le tuvo rencor a Menem”, indica Caraballo. Como Diego Maradona Junior, legalizado por la Justicia italiana como hijo del actual director técnico de la Selección argentina, muchos son los chicos que a pesar del sistemático rechazo de sus padres biológicos siguen peleando por su apellido. Más allá de que está obligado a pagar una pensión alimentaria al hijo que tuvo en los ’80 con Cristina Sinagra, el “Diez” siempre afirmó que, para él, sus únicas hijas legítimas son las que tuvo con Claudia Villafañe. Pocos recuerdan que tiene, además, otra hija reconocida como suya por la Justicia argentina: la que nació hace 21 años de la relación con una ex empleada de los Maradona, Valeria Sabalaín. Menos conocida aún es la historia del niño de cinco años que el Diez habría tenido con una mujer que murió de cáncer en el 2005 y cuya familia ahora entabla una acción de filiación en la Justicia. ¿Pero hasta qué punto vale la pena luchar por el afecto de un padre que rechaza a su hijo? Que la Justicia deba intervenir por la fuerza, ¿acaso no hace más doloroso un proceso que, en teoría, debería ser reparador para el hijo y su madre? “Es una decisión personal”, indica Palma. Cuando se agotan las instancias amistosas, la madre y el hijo, sobre todo cuando este alcanza la mayoría de edad, sabrán si vale la pena seguir luchando por un reconocimiento que a veces puede resultar incluso dañino. En defensa de los “padres desprevenidos” vale la pena considerar cuán legítimo puede ser exigirles afecto y presencia cuando se les negó la posibilidad de decidir. Los hombres de bien son los que cumplen con sus responsabilidades, sean o no deseadas. Pero las mujeres con ética prefieren ser madres en el marco del “mutuo acuerdo":
Fuente: revista noticias