lunes, 10 de noviembre de 2008

Ni contigo, ni sin ti

“Ni contigo, ni sin ti”, piensan muchas mujeres.
Separarse bien significa decir adiós sin rencor, sin odio y sin rivalidad. Estar abierto psicológicamente para lo nuevo sin dar pena ni aparentar fortaleza. Las dudas y los arrepentimientos que surgen en cualquier ruptura, se intensifican cuando aparece en escena la otra. Analizamos, con la ayuda de expertos, qué pasa cuando él conoce a una nueva pareja.

La vida amorosa del presidente francés y el desfile de mujeres enamoradas y despechadas que entran y salen del Elíseo se ha convertido en la primera telenovela global, un “reality show” que nos hipnotiza. El “affaire Sarkozy” ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de un hombre poderoso, que ha sido abandonado por su mujer, cuando estaba en lo más alto. Sin embargo, el presidente ha escenificado su hundimiento y resurrección antes de acabar el primer acto: a rey muerto, rey puesto, o mejor reina. ¿Cómo habrá reaccionado Cecilia –que no habla en público, pero mueve los hilos de la prensa– al verse sustituida? ¿Qué siente al abrir los periódicos y verla? ¿Apaga la televisión cuando aparece Carla Bruni en un anuncio? ¿Cómo la llamará en privado…? ¿Le duele o le resulta indiferente la felicidad exultante de su ex marido?

LA NUEVA MUJER DE SU VIDA

“Es imposible que no te afecte su felicidad –explica Gema Masip, de 37 años, que se separó por iniciativa propia hace un año y tiene una hija–. Dejarlo no fue fácil. Él me chantajeó con su vulnerabilidad y, cuando se lo dije, cayó en una depresión: no quería comer y le tuve que ayudar a buscar piso para que se fuera. Pero, de repente, me dice que ha encontrado a la mujer de su vida. Más joven, más alegre, sin problemas… ¡En un mes! Está eufórico, ha adelgazado, se ha comprado ropa y coche… Al principio, pensé que me lo había quitado de encima, pero ahora me siento rechazada, como si ella fuera mejor que yo. A mi hija le cae bien, todo el mundo me habla de ella y no entiendo por qué sigo triste, incapaz de encontrar pareja. A veces me pregunto si hice bien en dejarlo”.

En la vida real encontramos a cientos de Cecilias que asisten a su sucesión con cara de pasmo, aunque hayan provocado la ruptura. En cualquier separación hay dudas y arrepentimientos, pero cuando aparece la otra se intensifican. Esta reacción celotípica, tan lógica como infantil, es la misma que tiene una niña cuando le quitan la muñeca que ha dejado tirada. Sin embargo, según Mariela Michelena, psicoanalista y autora de “Mujeres malqueridas” (La Esfera Ed.), no tiene que ver con amar a alguien, sino con la necesidad narcisista de seguir manteniendo un lugar de privilegio en la vida del otro. “Cualquier sentimiento de exclusión nos duele, aunque esté más ligado con el amor propio que con el amor por el ex. Tenemos un sentido posesivo muy infantil que a veces nos impide deshacernos de lo que está de más”.

Eva, divorciada de 41 años, está convencida de que aguantó la época más dura: “Mientras él se sacaba el MIR, yo trabajaba por los dos. No quiero volver, pero me da rabia tener que hacer cuentas para llegar a fin de mes, mientras ella usa una Visa Oro”. Queremos quedarnos para siempre en el corazón del otro y la presencia de la nueva siempre es un fantasma que perturba. Y es que, según Michelena, “juega un doble papel: imagen a la que una quisiera parecerse y rival a la que se quisiera derrotar. Es la peor enemiga y, a la vez, un modelo de identifi cación al que le conferimos virtudes imaginarias”.

A veces, él se queda con la primera que encuentra y la ex se siente decepcionada: “Cuando la conocí, no me lo podía creer –explica Laura, de 35 años–. No tiene nada que ver con lo que a él le gusta ni conmigo. ¿Cómo pudo estar tantos años a mi lado y ahora elegir a alguien tan… diferente?”. Y es que las mujeres se regocijan cuando encuentran en la nueva rasgos que les recuerdan a sí mismas. Desde el principio, la prensa ha coincidido en que Carla, con sus pómulos prominentes y su pelo lacio, se parece a Cecilia. ¿Qué habrá sentido la ex primera dama al respecto? “Placer, un inevitable y malicioso placer”, dice Gema Masip.

LA EMERGENCIA DEL REPUESTO

Si nos creemos la historia oficial, Carla y Sarkozy se conocieron cinco semanas después del divorcio y decidieron casarse en menos de dos meses. ¿Por qué tan deprisa? “La nueva mujer viene a tapar la emergencia de lo real –explica la psicoanalista Nancy Villagrán–, la constatación de que, para ser feliz, necesitas algo que viene de otro y que tú no puedes colmar. La incapacidad de soportar las limitaciones de la vida te hace ir a toda prisa”. Un romance exprés puede resultar ofensivo para la primera mujer, pero no es inusual. Según los sociólogos, ellos necesitan rehacer su pareja lo antes posible para sentirse cómodos en el plano público y en el privado. “No es común que se den tiempo para atravesar un duelo y evitan el dolor saliendo de noche, comprándose cosas, viajando, trabajando... Las mujeres sufrimos y lo pasamos fatal, llamamos a la amiga, no podemos dormir, lloramos... al final superamos el duelo, pero lo vivimos”, explica Michelena.

Nancy Villagrán añade que, por lo general, ellos no saben estar solos: “Necesitan que les cuiden. Además, siempre es más fácil para él buscar nueva pareja”. Esta necesidad aún es más fuerte en un hombre como Sarkozy. Yasmina Reza pasó un año junto a él para escribir “El alba la tarde o la noche” (Ed. Anagrama). En el libro se reúne con Cecilia y los niños en Eurodisney, el mismo lugar al que llevaría a Bruni meses después: “No lo hago por Eurodisney –dice Sarkozy– que me importa un bledo. Es por hacer algo... Para mí, la inmovilidad es la muerte”.

HUIDA HACIA ADELANTE

Al cambiar un objeto amoroso por otro, el presidente galo ha huido hacia delante para no sentir la humillación de verse solo. Un líder divorciado, despreciado por su mujer y “cornudo”, puede no resultar respetable. Según Michelena, él se ha resarcido de la herida casándose con una mujer hecha a la medida de su venganza: “Carla es rica, culta, bellísima. Podemos pensar que él está desequilibrado, pero Bruni entra en esta historia con la misma facilidad que él, porque su vida está llena de rivalidad con las mujeres. Está acostumbrada a ser “la otra”.

La llegada de un nuevo amor certifica la ruptura, pero no significa cortar todos los lazos. Del amor al odio sólo hay un paso y cuesta tanto separarse del enemigo como del amante. De hecho, los abogados constatan que las mujeres intentan retardar el divorcio cuando ellos encuentran a otra. Tras la ruptura, a veces es difícil abandonar el ring. Para Michelena, “en el caso de Sarkozy ha habido un despliegue cuya única espectadora era Cecilia. Por eso ha perdido popularidad: la opinión pública se ha dado cuenta de que para él era más importante dejar claro que la había olvidado, que ejercer como jefe de Estado”. Y es que las demostraciones han sido múltiples. La más notoria, regalarle a su nueva novia un anillo idéntico al que llevó su mujer. ¿Casualidad? “Es una manera de decirle a Cecilia que ya no le importa, que es lo mismo que decir: “Cecilia, mira cuánto me importas”, señala Michelena. Regalar el mismo fetiche puede ser un mensaje para la ex, pero también puede herir a la nueva pareja. “Gracias a esos gestos, Cecilia se siente el personaje principal de esta historia. Pero Bruni es una competidora que desprecia a sus contrincantes”.

Separarse bien significa decir adiós sin rencor, sin odio y sin rivalidad. Estar abierto psicológicamente para lo nuevo sin dar pena ni aparentar fortaleza. Una historia de amor que acaba de forma violenta, no ha terminado. Por eso, mientras Cecilia y Sarkozy actúen para el otro, seguirán unidos. Aunque en este caso, la otra, también tiene mucho que decir.
10 de noviembre de 2008 (AFP)