sábado, 10 de enero de 2009

Cómo crecen los bebés

Los hitos del desarrollo en el primer año y medio de vida. Cuándo y de qué manera empiezan a sonreír, sentarse, caminar, hablar y vincularse gracias a los sentidos.

El desarrollo de un chico incluye no sólo el aspecto físico y cognitivo sino que también aquello vinculado a sus habilidades sociales y emocionales, algo sumamente importante para su futura inserción escolar y social”, señala el Dr. Carlos Wahren, pediatra, jefe del Departamento de Pediatría del Hospital Italiano de Buenos Aires. También remarca algo que muchas veces escuchamos: los primeros años de vida constituyen un período crítico en su desarrollo cognitivo, físico y emocional. Por eso las intervenciones que se hacen en este período –tempranamente– son efectivas para mejorar el pronóstico. “Los padres suelen ser muy perceptivos respecto a las alteraciones del desarrollo de sus hijos. Su preocupación debe ser siempre escuchada y evaluada por el pediatra”, asegura.

Mucho de instinto

En relación a la evolución motora, el Dr. Wahren señala que en los primeros tres meses de vida, los bebés tienen los denominados reflejos arcaicos, que son resabios de nuestros antecesores en la escala evolutiva. Esto se evidencia –por ejemplo– con el reflejo de marcha. Por más chiquito que sea, al hacerle apoyar los pies sobre una superficie dura, mueven las piernas como si quisieran andar. De hecho, en varias especies animales, los cachorros caminan casi inmediatamente después de nacer.

“El reflejo de búsqueda es aquel por el cual tratan de succionar acercando su boca a cualquier estímulo que se les acerca a la cara y así encuentran el pezón. Otro es el reflejo de Moro, por el cual abren y cierran sus miembros superiores ante cualquier estímulo que los asuste o los haga sentir inseguros y el tónico cervical asimétrico que les da la clásica postura de los bebés, con la cabeza hacia uno de sus brazos extendido y el otro flexionado sobre la cabeza, en posición de esgrimista”, enumera el doctor y agrega que al tercer mes de vida es capaz de sostener su cabeza cuando lo levantamos por sus brazos. El doctor señala que a partir del cuarto mes estos reflejos deberían desaparecer. El bebé ya no se ubica en posición de esgrimista, sino que con sus dos manos en la línea media, lo que le permite llevárselas a la boca. En tanto, entre el quinto y sexto mes es capaz de sentarse apoyado en uno de sus brazos haciendo un trípode y desde el séptimo se sienta sin apoyo, lo que representa un hito sumamente importante.

A moverse

“Muchas mamás se alarman porque sus hijos no gatean. Hay bebés que no lo hacen y esto es totalmente normal. En los últimos años son menos los chicos que gatean o lo hacen más tarde. Esto está relacionado con que desde los ´90 se recomienda acostarlos boca arriba para dormir, previniendo el Síndrome de Muerte Súbita y que por eso no están acostumbrados a ejercitar el apoyarse sobre los brazos (balconeo) y preparase para el gateo”, asegura el doctor y agrega que muchos en lugar de gatear se desplazan sobre sus nalgas o buscan otro método para moverse hasta que se largan a caminar. El especialista cuenta que cuando tienen alrededor de diez u once meses muchos ya pueden caminar tomados de la mano de alguien más grande y entre los doce y quince meses comienzan a dar sus primeros pasos y se convierten en curiosos exploradores. Después sí caminan solos y trepan escaleras reptando. Mientras que a los dieciocho meses corren con cierta rigidez y pueden subir escaleras tomados de la mano. En este sentido hay que tener en cuenta que en los días posteriores a la adquisición de un logro como gatear o caminar, los chicos suelen estar excitados y presentar trastornos de sueño.

Tocándolo todo

“Los niños nacen con una capacidad refleja de agarrar objetos que no pueden controlar. Durante los dos primeros meses de vida miran fijamente algo y agitan sus brazos cuando se mueve delante de sus ojos. En general, a los tres meses ya pueden tocarlo, a los cuatro algunos hasta pueden agarrarlo por un corto período de tiempo. A los seis la mayoría puede alcanzar y sostener un objeto del tamaño de una mamadera o un sonajero, por ejemplo”, asegura Wahren.

Según el pediatra, entre el octavo y el décimo mes adquieren la pinza digital mediante la oposición del pulgar y el dedo índice, lo que les permite desarrollar cada vez más su habilidad manual. A partir de este momento hay que tomar el recaudo de no dejar ningún objeto chiquito cerca de ellos para evitar que se lo lleve a la boca. Mientras que a los quince meses ya tiene la habilidad de apilar tres cubos.

Después, agrega que, al año y medio, un bebé muestra grandes avances en el aspecto social: puede comer solo y buscar ayuda ante un problema. Esto, sumado a que maneja un lenguaje de más de diez palabras, le abre las puertas para la exploración del mundo que lo rodea.

“Aunque todos los niños sanos desarrollan las mismas habilidades motoras en la misma secuencia, es perfectamente normal que varíe la edad en que llegan a manejar correctamente esa habilidad”, enuncia el doctor.

Conociendo

Si hablamos de la interacción social, el doctor remarca que un recién nacido, en sus primeros minutos de vida, suele estar muy atento a lo que pasa a su alrededor. Se interesa en dirigir su mirada hacia las voces femeninas, por lo que es importante –y lo gratifica– que su mamá responda a esta mirada. Luego sí entrará en un período de somnolencia que lo acompañará esos primeros días de vida.

“Si bien en los primeros dos meses de vida de un bebé pareciera que no está muy expresivo, en realidad está muy atento a las miradas, especialmente a la de su madre… así como al sostén que le brinda cuando llora. Nunca se debe pensar que se malcría a un bebé de menos de tres o cuatro meses. Al contrario, el sostén que se le ofrezca le va a permitir adaptarse a las inevitables frustraciones de su crecimiento”, sostiene Wahren.

Cuando tienen alrededor de dos meses aparecen dos hitos muy importantes: la sonrisa social y aumenta el contacto ocular. Así crece considerablemente el grado de interacción con quienes lo rodean. Mientras que a los cuatro meses comienzan a explorar su cuerpo, especialmente sus manos. A los cinco meses pueden responder con gritos y carcajadas. Con ocho meses ya tienen conciencia de que los objetos siguen existiendo aunque no estén a la vista. También en este momento aparece el miedo o la aprehensión ante los extraños y el llanto cuando se separa de su mamá. Entra en lo que se conoce como la angustia del octavo mes que suele presentarse entre el sexto y el noveno mes, aunque no es evidente en todos los chicos.

Es claro que, a esta altura el manejo del lenguaje y el crecimiento de su actividad motora lo van incluyendo cada vez más activamente en la vida familiar, volviendo más necesaria aún la supervisión de los adultos para evitar accidentes. Mientras que, según el doctor, a partir del primer año y más cerca del año y medio suelen manifestar su disconformidad a los límites o frustraciones con berrinches que son normales y que tendrían que ser manejados con tranquilidad para evitar que persistan.

De sentir se trata

En referencia al desarrollo de sus sentidos, el Dr. Guillermo E. Agosta, neurólogo infantil, jefe del Servicio de Neurología Infantil del Hospital Italiano de Buenos Aires asegura que les permite vincularse con sus padres, sus afectos, sus congéneres… en suma con quienes los rodea. Aclara que si hay una falla en estos delicados mecanismos sensoriales esto repercute en las relaciones interpersonales, aunque también pueden haber problemas de este tipo que no tengan que ver con defectos sensoriales.

Luego hace una enumeración detallada. “El olfato es la primera vía que el bebé tiene para reconocer el medio. Le permite distinguir a su mamá y la memoria olfatoria comienza a guardar recuerdos desde que nace. Lo hace capaz hasta de distinguir entre la leche materna y la de otra mujer”, asegura. Además explica que, aunque muy básicamente, el sentido del gusto se constituye en el nacimiento y con la capacidad de identificarlos y con una clara preferencia por el dulce. En relación al oído indica que las alteraciones de este sentido conllevan problemas para la adquisición del lenguaje y dificultan la capacidad de desarrollar conceptos abstractos en forma precoz. Y hablando del tacto asegura que en los bebés la percepción táctil está distribuida homogéneamente en el cuerpo, a diferencia de en los más grandes, que hay un gran predominio en las manos. Por eso se calman y relajan tanto al ser acunados en brazos.

Veo, veo

“La visión es el sentido predominante para los seres humanos. Hasta el 70% de nuestro cerebro está relacionado con este sentido, aunque al nacer los bebés perciben sólo siluetas y la identificación de su entorno está asociada al sentido del olfato y al gusto. Está comprobado que a los siete meses de gestación ya son capaces de distinguir entre lo claro y lo oscuro: se registran cambios en su frecuencia cardíaca cuando se enfoca con una luz fuerte la panza materna”, comenta el Dr. Agosta.

También agrega que durante los primeros seis meses de vida la vista va adaptándose a la atmósfera extrauterina y los ojos se acostumbran a la falta de líquido en el medio. Según cuenta, el cerebro comienza a recibir una lluvia de estímulos lumínicos que permiten el desarrollo de asociaciones visuales y luego recuerdos visuales. Al mes es capaz de distinguir los colores, aunque aun no puede enfocar con ambos ojos. Mientras que, progresivamente, los músculos extraoculares comienzan un desarrollo precipitado, logrando que se perfeccione el barrido visual y el acomodo de la visión para seleccionar los objetos importantes. Hacia los seis –según cuenta el neurólogo– logrará buena vista de cerca, de lejos, de colores y tridimensional.

Y al año de vida podrá distinguir con la vista sus alimentos preferidos, saber cuándo una cara es de enojo o de alegría y así comenzar el camino de la comunicación no verbal, que es central a nivel vinculación. Entre los seis y los dieciocho meses observa los objetos, los reconoce por su forma y también interactua con ellos.

Mientras que el lenguaje también juega un rol central en esta conexión. “Un bebé dice sus primeras palabras con alrededor de un año y hacia los cuatro puede expresar unas 1.500 palabras y sorprendernos con relatos breves de lo ocurrido en el día. Esto es un prerequisito para un desarrollo escolar satisfactorio”, asevera el doctor e indica que la atención es fundamental para complementar la labor de los sentidos y lograr un vínculo con el medio.

Fuente para ti
por Ana van Gelderen / producción: Florencia Mellino / fotos: Nicolás Mellino /Agradecemos a Mimo & Co, Grisino, Shiona, Paw, Fisher Price, Atomik, a Violeta y a Lechu.