sábado, 13 de diciembre de 2008

Diciembre: manual de supervivencia

Termina el año, termina la calma. Reuniones para despedir 2008, exámenes, vacaciones, organizar Navidad y Año Nuevo, encuentros y desencuentros familiares, balances laborales y personales… Cómo pasar al nuevo año sin morir en el intento.

Nada de “¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!”. En tiempos de estrés y crisis global, los buenos augurios deberían aggiornarse. “¡Que sobrevivas a fin de año!”, tendríamos que desearnos cuando al calendario no le queden más hojas que la del mes de diciembre. Momento en el que después de 335 días –porque este año es bisiesto– todavía resta la fase decisiva, cuya sensación se asemeja a la de mirar desde la base la lejana cima del Everest antes de la escalada: fines de semana saturados de fiestas para despedir el año; evaluaciones personales y de superiores sobre la continuidad laboral; vacaciones que conformen a humanos y mascotas; chicos en casa las 24 horas del día luego de un precipitado final del ciclo lectivo y el siempre tardío inicio de la colonia; exámenes finales que causan panic attack; acercamientos amigables con familiares en vísperas de la Navidad, para discutir con ellos al momento de conciliar en dónde será la cena del 24 y 31 y los almuerzos del 25 y 1º, y qué llevará cada uno; compras infinitas que hacen perder la cuenta mental y también la del banco. Todo parece ir en edición rápida, como si se tratara de un videoclip, o del flashbacks de la vida a punto de terminar. Y ahí nomás llega, despacio hasta nuestra cabecita loca, el temido balance, con sus alegrías y tristezas, haciéndose patente durante todo un mes que, a esa altura, parece eterno y difícil de sobrellevar.

Para la licenciada Mónica Ameijeiras, psicoanalista y coordinadora del Centro Dos, se trata de una sensación habitual en estas fechas. “A fin de año todo se acentúa, prevalece la sensación de que se llega a un fin. Y el “fin” mueve muchas cosas de uno. La gente que atravesó duelos durante ese año se melancoliza. No en vano los servicios psicológicos tienen mucho más trabajo los últimos días del año. El tema es ver cómo se cierra de la mejor manera: poder irse bien de un año es como irse bien de un trabajo o de una relación. El fin y la muerte se asocian, pero hay que dejar algo en claro: se puede sobrevivir a fin de año. Es importante entender que todos llegamos muy fatigados a diciembre, y sobre todo en tiempos de crisis. Las condiciones del país y del mundo, y la gran cantidad de actividades que tuvimos, agotan a cualquiera –destaca Ameijeiras, al tiempo que propone una manera distinta de encarar el proceso–. Hay que encarar la cuestión hacia el deseo, ya sea en lo profesional o en lo personal, porque eso es lo que genera placer y organiza el tiempo que tenemos, lo cual hace que sea más fácil llegar a fin de año. A veces hay gente que no tiene demasiadas actividades pero igual siente que no da más, porque se la pasa haciendo tareas para conformar a otros. Cuando prima el “deber ser” se hace el doble de esfuerzo que si cumpliéramos una tarea elegida”, explica Ameijeiras, y recomienda: “Es importante no acumular y hacer pequeños cortes durante el año: escapadas de fin de semana, tomarse algún día o actividad para hacer una impasse. Los intervalos y suspensos son fundamentales para encarar una misma actividad con más ganas. Introducir cambios en lo que se hace habitualmente también aporta energía. Es fundamental encontrar la manera de hacer algo creativo aunque desarrollemos trabajos pautados. Hay que airearse y no sólo pensar en cumplir, porque sino sentimos que la vida sólo se trata de sobrevivir, y nos parece que la muerte está ahí, esperándonos. Y cuando digo muerte no me refiero a una cuestión física, sino al tedio, el aburrimiento, la parálisis y la angustia”, observa la especialista.

Es un hecho que aunque la sensación de fin de año suele estrujar las tripas y generar alto impacto, el tema no deja de ser una mera construcción simbólica. A pesar de las promesas que en muchos casos se repiten año a año (“A partir del 1º de enero dejo de pelear con mi mamá”, “… de fumar”, “… de comer carbohidratos”…), la mayoría de las veces el 2 de enero aparece sin mayores cambios, salvo el de tener que comprar una nueva agenda, introducir un nuevo almanaque en la billetera (que siempre tiene una foto de gatitos jugando dentro de una canasta), depurar el organismo de la maratón gastronómica de las últimas semanas y equivocarnos infinidad de veces al momento de escribir la nueva fecha. Casi todo lo demás sigue igual. Pero, según explican los terapeutas, la cuestión de “barajar y dar de nuevo” es de vital importancia para nuestro equilibrio.

La licenciada Celia Antonini, psicóloga clínica especialista en trastornos depresivos, autora del libro ¿Qué hay en su cabeza? Vivimos como pensamos (Del Nuevo Extremo), dice: “Es inevitable hacer un balance de fin de año, porque cuando llega diciembre eso siempre viene a la cabeza. La sensación es que ha terminado un ciclo y uno debe calificarlo. Pero depende qué se tiene en cuenta. A fin de año deseamos un montón de cosas y si esos deseos sólo están al momento de desearlos, no es suficiente: si no se trabaja en conseguir, no se cumple. Muchos se deprimen porque no colmaron sus expectativas. Por el contrario, si uno hizo algo por lograr un anhelo y no lo logró, no aparece el malestar: nos sentimos bien porque trabajamos por aquello que queríamos, aunque aún no se haya logrado un resultado visible. El malestar es consecuencia de que uno no hizo lo suficiente. De hecho, casi nunca se toma en cuenta en el balance de fin de año qué y cuánto hicimos; sólo se mira el resultado”.

MOMENTO DE REFLEXION. Buenas noticias para lo que queda de 2008: no todo está perdido, ni siquiera el mismísimo año que se va y que va a ser reemplazado por uno nuevito, a estrenar; tan cero kilómetro que da miedo chocarlo no bien lo sacamos de la concesionaria astral. “Es habitual que si durante el año que se va alguien no pudo comprar un auto nuevo, por ejemplo, aparezca la queja: “Todo me sale mal”, se suele decir, perdiendo de vista que eso ocurrió porque a lo mejor ni siquiera existió un ahorro. Por eso, en el nuevo año, hay que trabajar para lograr aquello que realmente se desea. Vivimos como pensamos: es importante tener buena energía, porque uno recibe lo que da”, remarca Antonini.

Cierto es que, sin embargo, en estas fechas el cuerpo se vuelve rehén de una mente convulsionada. Estrés, depresión, ataques de pánico y episodios cardíacos son algunas de las manifestaciones que muchas veces provocan las Fiestas. Según las estadísticas, los suicidios y pedidos de asistencia aumentan considerablemente durante los últimos días de diciembre. Por eso, para todos aquellos que no saben cómo salir airosos de esa arremetida furiosa del debe y el haber, existe la posibilidad de realizar un Taller Personalizado de Fin de Año, destinado a no morir en el intento. María Adela Mondelli, consultora psicológica presencial y a distancia, responsable de la iniciativa, explica: “El taller funciona bajo una modalidad personalizada, puede ser individual, de pareja, de padres e hijos, de familia. Se dicta de modo presencial y también vía internet para el interior del país y el extranjero. Esta personalización responde a la necesidad de construir un espacio de quietud reflexiva a la medida de cada uno en la vorágine de diciembre, para elaborar una lectura particular de aquello de singular que tiene cada historia –cuenta Mondelli, quien brinda año a año un espacio físico y psíquico para el balance–. La idea es que podamos elegir más libremente con quién, cómo y por qué compartir este tiempo, reconociendo qué cosas son las que nos interesan y por qué. Tratar de evitar que esas decisiones sean de compromiso, por arrebato, por llevar la contra o por no llevarla, para tomarlas como una oportunidad de encarar un cambio en nuestra vida, al menos un cambio en el modo de elegir, sin saltos al vacío”.

Según Mondelli, la cuestión radica en tomar las cosas con calma y en aprender a pensar: “El taller nació como una posibilidad de contar con un tiempo y un espacio donde elaborar este sentimiento de ‘fin’, de que hay que hacer en un mes todo lo que no hicimos en los otros once meses, que frecuentemente nos aparece a esta altura del año y que según el cúmulo de frustración, de la tolerancia que tengamos a ella y de la capacidad de transformar la realidad que tenga cada quien, puede obstaculizar o no una elaboración superadora”, expresa la consultora, y agrega: “Hay temas recurrentes. La soledad es uno de ellos: personas sin pareja o distanciadas de los hijos que no encuentran cómo resolver satisfactoriamente el tránsito de estas fechas que, además, les renuevan los sentimientos de lo que permanece no resuelto. La pertenencia familiar: parejas que aún viven la tensión de decidir con qué familia lo pasan y se sienten como en deuda frente a cada decisión que toman al respecto. Otra de las problemáticas habituales de esta época es la de compatibilizar la demanda de los mayores con la de lo más jóvenes: personas de mediana edad que se encuentran tironeadas entre los planes de festejo sin adultos que hacen los más jóvenes y el enojo de los adultos. Pero el problema mayor de esta época está dado por la situación de los hijos e hijas en familias donde los padres están separados. Si no está pactado previamente con quién pasarán cada fiesta los hijos e hijas, comienzan los tironeos”.

Como conclusión, los especialistas aconsejan ser objetivos en el análisis y proyectar positivamente “Los finales de los procesos son tiempos para evaluar lo que hicimos, y luego re-pactar. Terminar un período significa que comienza otro, que estamos frente a otra oportunidad para hacer, pero también frente a la angustia de lo que acaba. Un tiempo donde evaluar qué de lo que se esperaba de este tiempo se hizo, y qué no se hizo. En esta evaluación entran perspectivas personales, pero también sociales y económicas. Por eso, cuando los tiempos terminan y recomienzan en tiempos de crisis, las angustias se multiplican. En esas circunstancias es mucho más complejo proyectar y proyectarse a sí mismo en otros recomienzos. Esto que quedó pendiente este año, ¿qué posibilidades reales tendré de realizarlo el año próximo? Si con todo lo que deseaba, no lo pude realizar este año, ¿cómo lo voy a proyectar para el próximo si no se observa perspectiva de cambio? Hay una clave, y es que aquello que aparece como lo no realizado, lo pendiente, en el afuera, siempre se corresponde con lo pendiente en algo del orden de lo afectivo. La clave está en priorizar lo afectivo, aceptando las limitaciones que sostuvimos en todos los meses anteriores. Proyectarse con planes alcanzables, posibles, realistas y llevarlos adelante junto a otros nos permite rescatar la salud, aun en tiempos críticos. La ‘receta’ –si cabe el término– sería construirse un equilibrio entre no quedar solo, porque alienta estados depresivos y melancólicos, pero tampoco estar con otros por compromiso. Y la clave estaría en no dejarse llevar por la marea, esencialmente la marea del consumismo, en rescatar lo íntimo vincular, en encontrarse con otros; y en plantear proyectos simples, a corto plazo, posibles, y tal vez postergados. Ejercer el pensamiento, aprender a priorizar con sentido crítico, y no dejarse llevar por un contexto banal”, concluye María Mondelli. Ahora que la supervivencia está garantizada, entonces sí: ¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo!


Fuente: Para Ti, textos MARIA EUGENIA SIDOTI