martes, 28 de julio de 2009

Tiempos de cambio

La tecnología y la globalización han impactado en el universo laboral de manera definitiva e irreversible. Las viejas estructuras rígidas ceden a otras más flexibles y dinámicas en las que no sólo se valora la performance académica, sino también las capacidades para vincularse, trabajar en equipo y la actitud emprendedora. Aquí, las claves para entender qué está pasando, hacia dónde vamos y cómo hacer para no quedarnos afuera.

El nuevo milenio parece arrasar con todas las estructuras y paradigmas que hasta poco parecían inamovibles. El mundo del trabajo no queda fuera de esta dinámica: empresas globalizadas, trabajo en red, nuevos idiomas y carreras, regímenes laborales desestructurados, y un nuevo agente socioeconómico que avanza a pasos agigantados: el emprendedor. El universo laboral, tal como lo conocíamos, ha desaparecido. Las reglas de juego cambian cada día y los que no se adaptan se quedan afuera.

“Todo se ha vuelto tan rápido que cualquier predicción hecha hoy puede quedar vieja mucho antes de lo pensado o ser absolutamente errada. Lo que se puede advertir es que se profundizarán una serie de cambios que se han iniciado en los últimos años y que tienen que ver con el proceso de globalización de las empresas y la tecnología, los dos causantes de esta verdadera revolución del mercado laboral que vivimos en los últimos 15 años”, define Alicia Belous, psicóloga especializada en la detección y desarrollo de talentos de la consultora en Recursos Humanos Human Integrity. Por su parte, Mariela Mociulsky y Ximena Díaz Alarcón, directoras de la consultora Trendsity y especialistas en tendencias, remarcan un cambio fundamental en la cosmovisión de los jóvenes que marcará los próximos años: “Se profundizará en el futuro la vocación como factor de elección de carrera. En la actualidad, es socialmente valorado por los jóvenes, tanto varones como mujeres, el tener una pasión, el ser auténticos, originales y creativos. Esto se relaciona con que hoy el estatus no deriva solamente del acceso al consumo o la experiencia, sino que está desplazándose hacia algo menos afectado por la aspiración y más inscripto en la inspiración. De ‘Mi hijo el doctor’ a ‘Mi hijo el chef’. Pesa el mandato de ‘ser único’”.

De profesión entrepreneur. En este nuevo escenario no es sorprendente el surgimiento de una nueva ocupación: emprendedor. Se trata de una tendencia mundial que comenzó hace casi dos décadas pero que desde hace al menos diez años tiene la categoría de fenómeno estable. “Argentina es uno de los países que encabezan esta tendencia: ocupa el séptimo lugar en el ranking mundial de la Tasa de Actividad Emprendedora, fenómeno que se explica por varias razones: somos un país forjado por inmigrantes, personas que hicieron un futuro de la nada; el entrenamiento que nos dan las crisis cíclicas nos hacen personas más creativas y activas frente a desafíos”, explica Alejandro Mashad, director ejecutivo de la Fundación Endeavor, una ONG internacional que promueve y apoya la actividad de los emprendedores. Por su parte, el economista Damián Kohan, consultor y docente del portal de capacitación para emprendedores y pymes Interaula, agrega: “Hay un factor recurrente en los emprendedores que es la disconformidad con la relación de dependencia: el trato, los horarios, la competitividad, la falta de estímulos y de reconocimiento al esfuerzo, etc.”. Sin embargo, ambos especialistas coinciden en que no es fácil ser un emprendedor y tener éxito. “Todos pueden ser emprendedores, porque no es una habilidad innata sino una actitud y las actitudes se adquieren. Se necesita capacitación para aprenderla y desarrollarla. La actitud emprendedora es estar atento a las oportunidades, no tirarse a la pileta vacía, pero tampoco esperar a que esté llena porque entonces la oportunidad ya habrá pasado y, por último, tener tolerancia a la frustración para seguir creyendo en la idea más allá de los altibajos”, remarca Mashad. Y Kohan agrega: “No hay una receta de éxito pero lo fundamental, además de encontrar un rubro o actividad que nos interese realmente, es capacitarse, tomárselo con seriedad y tener disciplina. Sino, aunque sea una gran idea, no va a funcionar”.

LO QUE LAS EMPRESAS QUIEREN. La actitud del emprendedor no vale sólo para quienes buscan independizarse. Hoy, ser una persona proactiva es casi una condición sine qua non para insertarse en la nueva dinámica laboral, sin distinción de rubros y actividades: “Hoy el empleado que se busca es el prototipo del entrepreneur pero dentro de una estructura organizacional: es el intrapreneur”, define Mashad. Y Belous agrega: “Las empresas buscan gente responsable, comprometida, que sepa y quiera trabajar en equipo, que acepte los cambios y los viva como un desafío placentero”, señala la especialista, quien destaca que esta revolución comenzó a principios de los ’90 por la conjunción de los fenómenos tecnológico y global: “Se acabó el empleado de una empresa para toda la vida, que siempre tenía a López y a González de compañeros de escritorio, que siempre hacía la misma tarea y ninguna otra, que se especializaba sólo en una función, que fichaba a las 9 y a las 18, que tenía un jefe policía y a quien lo único que lo motivaba era su salario”, explica Belous.

A las empresas les preocupan más los resultados que los horarios, los empleados cambian de rol y trabajan en equipo. Una de las compañías emblema de esta nueva estructura laboral en la Argentina es Google, donde los empleados tienen que cumplir objetivos, todo el trabajo se hace en equipo, y entre oficinas y salas de reunión aparece un pequeño paraíso de entretenimiento de libre acceso, en el que se puede jugar al ping pong, a la Play Station o simplemente escuchar música en un cómodo sillón. “Nuestra política hace uso de las libertades que han permitido las herramientas tecnológicas a la hora de trabajar. En las reuniones hay gente que está presente físicamente y otros a través de chat con imagen y voz desde su casa, sea por la gripe A o porque no pueden venir. Esa libertad se traduce en una fuerte responsabilidad individual. Acá no hay control sino gente comprometida con su trabajo que se autocontrola. Por eso se hace una selección de personal muy exhaustiva, en la que la performance académica y la experiencia, si bien son tomadas en cuenta, no son tan importantes como el compromiso, la ejecución y la pasión de cada uno por las cosas que hace, tanto en su profesión como en el resto de las actividades que emprende en su vida”, explica Victoria Campetella, gerenta de comunicaciones de Google Argentina. En este sentido, Oscar Anzorena, licenciado en comunicación y director de DPO Consulting, consultora de desarrollo personal y organizacional, explica: “Las empresas hoy ponen el foco en lo que se llama competencias genéricas. Es decir, que además del saber específico del oficio o profesión, se buscan determinadas características para desarrollarse en un ámbito organizacional, que tienen que ver con la capacidad de vincularse, de resolver conflictos, de trabajar en equipo y de manejar grupos, especialmente cuando se trata de buscar líderes”.

Esta nueva dinámica está impulsada, según los especialistas, por la propia metamorfosis que el mundo del trabajo ha tenido en las últimas décadas, cuando se redujeron los empleos vinculados a tareas “mecánicas o estandarizadas”, típicas de las fábricas a favor de la expansión de áreas de servicios, logística, informática y telecomunicaciones, donde se trabaja con el conocimiento. En el nuevo paradigma cobra un valor primordial el bienestar de los empleados: las empresas generan buenos ámbitos y vínculos laborales. De la mano de este proceso es cada vez más común que las empresas contraten coachers para “entrenar” a sus líderes. “Los líderes de equipos deben ser capaces de acompañar y ayudar el desarrollo de las personas que conforman su grupo de trabajo, porque esto ayuda a los resultados y a la efectividad”, señala Anzorena. Además existe toda una serie de actividades, hasta hace unos años impensadas en un contexto laboral, creadas para fomentar la integración, mejorar los vínculos, profundizar la confianza en los equipos de trabajo o simplemente generar bienestar en los empleados, que van desde días de actividades deportivas o lúdicas al aire libre hasta clases de yoga o espacios de relax in company.

En el marco de estos cambios, Susana Calcaño y Edith Castro, directoras de la consultora Solved RR.HH., remarcan que la mujer se hace imprescindible: “Puede aportar no sólo sus características naturales como la dedicación o la tenacidad, sino que las empresas comienzan a pensar en ellas para llevar adelante proyectos de envergadura. Por su capacidad profesional y también por su capacidad para realizar diversas tareas al mismo tiempo. Hoy la imagen del directivo ideal ha cambiado: del líder autoritario y vertical se ha dado preponderancia al líder participativo, convirtiéndose en un escenario propicio para el desempeño femenino. Pero aún queda mucho por hacer”.

MUJERES AL FRENTE, UN POCO DE HISTORIA. Hablar de la inserción de la mujer en el mercado laboral hoy ya no es un tema novedoso. Sin embargo, hasta hace un siglo, trabajar era apenas el hobby de unas pocas osadas, que lo hacían en roles muy feminizados como empleadas de tiendas o costureras, o una actividad temporal hasta que llegaba la etapa superadora del casamiento y la nueva y definitiva ocupación de madre y ama de casa. Fue con la Primera Guerra Mundial que se dio un mayor ingreso de las mujeres en el trabajo aunque todavía no masivo, e impulsado más por una necesidad que por una elección. Esa necesidad explica el fenómeno de retracción de la mujer al hogar que los historiadores ubican en la década del ’40. “En Estados Unidos, en 1940, sólo trabajaba el 14% de la población femenina casada. En 1980, en cambio, ya lo hacía más de la mitad de las mujeres casadas. Entonces, la gran revolución del ingreso de la mujer casada en el mercado laboral, ocurrió entre 1945 y los ’70. Y fue por dos cuestiones: por un lado, la mujer burguesa aumenta la matrícula universitaria y quiere hacer valer sus estudios superiores, y por otro lado, en las clases bajas, los chicos dejan de trabajar para ir a la escuela y entonces, la mujer debe salir a trabajar para ayudar al sostén de su familia. Ambos procesos generan grandes desplazamientos sociales y una reconversión de la economía doméstica”, explica la historiadora Ema Cibotti. Es en esa etapa en donde toman fuerza las luchas feministas por los derechos laborales y por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Se llega a los ’90 con una mujer que empieza a acceder a cargos directivos pero que en su lucha por ocupar puestos históricamente masculinos se masculiniza, en la vestimenta e incluso en el punto de separar radicalmente su rol de profesional de su rol de mujer y madre. De a poco, esa postura empieza a relajarse hasta llegar a hoy, cuando las mujeres llevan con el mismo orgullo ambos roles a la par. “Ya no está en discusión el acceso al mercado laboral sino a los lugares de decisión. En las bases hay muchas mujeres, pero cuando subís en la jerarquía encontrás menos mujeres en relación a los varones. Tenemos que volver a revisar nuestra cotidianidad con el hombre y negociar los roles domésticos”, remarca Cibotti.

Sobre esto, durante la última Conferencia Internacional del Trabajo celebrada el mes pasado en Ginebra, la OIT y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentaron el primer informe sobre Trabajo y Familia, que destaca: “La incorporación de las mujeres al trabajo ha puesto al descubierto la existencia de una rigidez en los papeles de género: hoy las mujeres comparten con los hombres el tiempo de trabajo remunerado, pero no se ha generado un proceso de cambio similar en la redistribución de la carga de tareas domésticas. La conciliación entre vida familiar o personal y vida laboral constituye ‘uno de los mayores retos de nuestro tiempo’”.


Fuente: para ti
Textos Paula Bistagnino