lunes, 22 de febrero de 2010

Una cigüeña especial

Pocas cosas han cambiado tanto en las últimas décadas como el rol de las mujeres dentro del engranaje social. En los ’80 en los pasillos de la Facultad de Medicina de la UBA, a las mujeres que querían quedar embarazadas a los 35 años se las consideraba “primíparas añosas” o viejas, en criollo. Pero tanto como las apariencias y las ideologías, las costumbres han cambiado. En la Argentina se hacen aproximadamente 8.000 tratamientos de fertilización asistida y si bien la cifra es baja en relación a los índices de países desarrollados –donde se registran mil fertilizaciones por cada millón de habitantes–, la demanda crece a un ritmo de 20 por ciento anual. Entre las razones de ese aumento se encuentran, por un lado, la efectividad de los tratamientos –que alcanza hasta un 84 por ciento– y la postergación en la decisión de tener un hijo: en las últimas décadas la edad promedio para la primera maternidad pasó de los 23 a los 30, época en que la calidad de los óvulos empieza a decaer. Pero quizás el motor más potente sea el de cumplir viejos sueños.

La sociedad se transforma constantemente. El motor de la biología y las condiciones de salud de buena parte de la población en general sustentan la idea de que hay una prolongación en la perspectiva de vida útil. Y si de cuestiones de natalidad poblacional se trata, la pirámide también se ha ido invirtiendo; cada vez son menos los hijos que nacen mientras que la gente vive más años.
Con mujeres más atentas a los roles ocupacionales y también a lo estético, médicos especialistas en fertilidad coinciden en destacar que los tiempos de la mujer para tener hijos no sólo se han retrasado sino que además buscan uno solo. Por otro lado el aumento de embarazos mediante la ovodonación o el congelamiento de óvulos, permiten suponer un cambio notable al momento de traer hijos al mundo.

Para el doctor Jorge Blaquier, director de Fertilab, centro de reproducción asistida, el atraso de la maternidad cuenta con el respaldo de que “se han ampliado las aplicaciones y técnicas de reproducción asistida, y la ciencia ha resuelto distintas patologías. Por ejemplo: los hombres antes no tenían opciones y hoy hay tratamientos basados en la selección de los espermatozoides. Es cierto que las mujeres postergan su maternidad pero también es cierto que tienen una vida fértil acotada”.

Del éxito depende la demanda, que en este rubro atrae a los sectores de poder adquisitivo medio y alto. Los distintos tratamientos para embarazos oscilan entre los diez mil y catorce mil pesos (hasta tres intentos), sin contar las hormonas de medicación que pueden costar entre los tres mil y cuatro mil pesos. Además del dinero, hay que tener en cuenta la exigencia de días libres para cumplir con los reposos y estudios necesarios.

Sergio Pasqualini, director del instituto médico Halitus, observa que “la gran pregunta que nos hacemos los especialistas en técnicas de fertilidad bien indicadas es cuántas más se harían si estuvieran cubiertas por la seguridad social. El boom puede indicarse por las técnicas que se utilizan y que mejoraron los resultados en los últimos años. El in vitro es una buena técnica. Bien hecho es fantástico. Si la pareja no se embarazó después de un tratamiento se obtiene información que permite contestar dos preguntas: si la técnica es válida para esa pareja y, en ese caso, de qué manera se puede repetir, si con más o menos estimulación o con otras variantes de laboratorio”.

En Halitus la demanda de tratamientos de fertilidad aumentó un 22 por ciento durante 2009. El boom mas grande, según Pasqualini, “es darse cuenta de que no hay nada mejor que lo natural, y que no todo tiene que entrar en la maquinaria de la inseminación. Cuanto más se asimila esa experiencia, más se recurre a poner en mejores condiciones a la pareja. Eso significa corregir los malos hábitos y aprender a aprovechar todos los recursos que se tienen, no sólo de fertilidad”.
Para Gabriela y Ernesto Pertoczi, sus hijas, Lucía y Clara, de seis años y siete meses de edad, son el fruto de no haber bajado los brazos. “A los 27 años me quitaron un ovario. Hacía diez años que había perdido un embarazo y entre la pérdida y que quise volver a quedar embarazada, nunca más lo logré. Para 2002 recurrí a un tratamiento de fertilidad. En marzo de 2003, con 32 años y ante el primer intento mediante la técnica ICSI de estimulación ovárica, tuve a Lucía por parto natural. El segundo fue más complejo y lo busqué durante tres años con el mismo tratamiento pero lograba óvulos de mala calidad. En total hice ocho tratamientos y a los 38, cuando la ansiedad por tener una segunda hija me estaba matando, llegó Clara”, recuerda Gabriela.

Uno de lo récords nacionales en maternidad lo marcó Teresa Cianciabella, cuando quedó embarazada en 1996 a los 44 años. Hoy tiene 57 y su hija Maia cumplió los trece. “Formé mi segunda pareja a los 40 y no podía quedar embarazada. Para las azafatas de vuelo hay cierto perjuicio en la fecundación debido a las radiaciones. Por esa época me acerqué al instituto CEGYR, donde con la técnica ahora conocida como ICSI, me implantaron tres óvulos y me quedé con Maia”, evoca Teresa. En cuanto a la edad para ser madre, señaló que “por mi historia de vida creí que tenía tiempo. Hoy está vigente atrasar la maternidad, pero hay una edad biológica para ser madre, el propio cuerpo pone el límite. Prolongar los tiempos y quedar embarazada teniendo 50 o 55 años es muy complicado. Los chicos preguntan, suman y restan los años porque tienen miedo de que te mueras. Hay un límite ético tanto de las madres como de quienes asesoran los tratamientos”.

De los caminos que ha ido trazando la ciencia relacionados a la maternidad, el debate acerca de las edades para ser madre está abierto. En el medio hay deseos de vida cumplidos, múltiples técnicas, y hasta un negocio de oferta y demanda, como el de la ovodonación, que suma cada vez más interesados y requiere de una donante anónima que por altruismo, empatía o dinero se somete a estudios genéticos, psicológicos y sociológicos antes de donar sus óvulos. Los requisitos son tener una edad menor a 30 años, haber sido madre y no tener antecedentes psiquiátricos o de patologías médicas. Del otro lado del proceso, la mujer que lo recibe desconoce todo dato sobre la donante. Esta técnica es hoy una de las opciones más buscadas por mujeres de hasta 55 años que desean ser madres y por quienes no quieren iniciar un trámite de adopción.

Para la directora científica de CER, Ester Polak de Fried, detrás de esta técnica hay varios aspectos a tener en cuenta. “Las mujeres que acuden a la donación de óvulo están dentro del margen de los 35 y 45 años, porque cuando deciden ser madres la capacidad fértil ya empezó a decaer. Son muy pocas las mujeres de 50 años que no hayan tenido hijos, pero las hay, y las razones van desde embarazos frustrados, enfermedades, parejas armadas tardíamente, o mujeres divorciadas con hijos grandes que arman una segunda pareja con deseos de ser padres”, aclara.
Pero así como la vida tiene un límite, el resultado de estos tratamientos deja margen para la polémica sobre si hay edades límite para ser padres. En los últimos tres años se han duplicado los casos de mujeres que por postergar la maternidad debido a diversos motivos deben recurrir a la ovodonación. Al respecto Ester Polak –pionera en el país en el nacimiento de bebés a partir de óvulos congelados (logró el primero en 1997)– sostiene que “psicobiológicamente una mujer de 25 años puede estar menos preparada que una mujer de 50. A medida que avanza la edad los riesgos de diferentes tipos tanto para el paciente como para el niño son mayores. Puede haber enfermedades que desencadenen la muerte fetal, diabetes, alta presión, problemas metabólicos u accidentes cerebrovasculares, entre otros, tanto en la mujer como en el niño. Ese tipo de riesgo está bastante incrementado en mujeres mayores de edad, por eso no lo ofrecemos mas allá de la menopausia”.

Distinta es la opinión de Blaquier: “Hay edades para todo, una cosa es conservar óvulos de una mujer de 38 años, otra es ayudar a la naturaleza y otra es desafiarla. Nosotros no hacemos ovodonaciones ni tratamientos a mujeres mayores de 45. Uno siempre va a tratar de que se embarace la mujer que quiere y está en condiciones de tener un hijo. Una mujer de 50 años, más que madre, es una abuela. Hoy se piensa mucho en los deseos de la mujer y de la pareja, pero se olvidan del niño, quien tiene el derecho a tener padre y madre en tiempo y forma”. En cambio, Pasqualini cree en las decisiones consensuadas entre paciente y médico: “Puedo elegir lo que me conviene mediante el diálogo y el asesoramiento. Es una decisión personal de ellos y nuestra. Pensando en el bienestar del chico es muy difícil equivocarse, hay que manejarse con el sentido común”.

Aunque la vida no siempre ofrezca buenas sorpresas y aunque los cambios sean buenos y malos según el lugar desde el que se los observe, hay historias que se cuelan entre el avance de la ciencia y merecen ser contadas. “A mi hija le pusimos Victoria porque para nosotros fue realmente una victoria”, explica Mirta Pacheco, quien también es mamá de Julio, de 17 años, que nació con síndrome de Down. “Volver a ser madre era un imposibilidad física y económica. No podía tener hijos porque podían nacer con la misma enfermedad que Julio. Pero la vida me puso delante a la hermana del doctor Pasqualini, quien me mandó a verlo. Conmigo hicieron tres intentos mediante ovodonación y no había caso. Estaba mal anímicamente y cumplía los cuarenta, que eran mi límite. Pero al cuarto intento, mediante una técnica de congelamiento con nitrógeno, hubo una excelente respuesta y con el semen de mi marido se crearon tres embriones y convertí en nido mi vientre. Le gané una batalla a mi formación genética.”

Por decisión tardía o por problemas físicos, las mujeres acuden cada vez más a la fertilización asistida, la respuesta de la ciencia y la técnica al deseo de cumplir viejos sueños.
Fuente: elargentino