domingo, 28 de marzo de 2010

Se encaprichó

Quiere que le compren la muñeca con vestido de princesa que vio al pasar por la vidriera. No quiere ponerse el suéter, a pesar de que hace frío. Tampoco se quiere sentar del lado de la ventanilla en el auto, quiere el medio… Que los hijos se encaprichen es “un tema” para los padres de acá y del mundo. Más aún, si el capricho se hace en público. La gente opina. Además, muchas veces son motivo de discusión entre la mamá y el papá, delante de sus hijos, y terminan en la desautorización mutua. El tema es cómo identificarlos y saber manejarlos. “Los caprichos son escenas en las que un niño, generalmente de corta edad, se muestra agitado, llora, grita visiblemente contrariado y protesta frente a un adulto. Es una acción destinada a ser vista por un adulto que es significativo para el niño. No siempre significan algo específico o responden a una situación concreta. Incluso, es más importante ofrecerse a contener el desborde emocional del niño que comprender el sentido exacto de lo que disparó esa respuesta en forma de capricho”, asegura la Lic. Alicia Inés Ratner, psicóloga de la Fundación AEPA.

Son naturales

Según la especialista, los caprichos son esperables y entendibles en la primera infancia, cuando el niño todavía no habla bien, está limitado en la utilización del lenguaje verbal y se le hace difícil expresar con claridad sus sentimientos. Este tipo de caprichos son estructurales (normales) en el desarrollo emocional de las personas. No tienen que ser entendidos como un déficit. ¿Por qué? “Un bebé que es asistido en sus necesidades básicas y recibe todos los cuidados y atenciones, pasará a ser un niño con capacidades cada vez más amplias, que le permitirán tomar distancia real de sus adultos y explorar el mundo que le rodea. En ese mismo accionar, irá interiorizando que existe una brecha entre su persona y la de quienes satisfacen sus necesidades. Pero la satisfacción no siempre será inmediata y esto lo frustrará. Entonces sus enojos y berrinches serán una expresión de este proceso en lo emocional”, explica.

De esta manera, el hecho de encontrarse insatisfecho le generará deseos de salir en busca de aquello que anhela y esto es muy bueno y absolutamente necesario para su desarrollo emocional. Por el contrario, si la satisfacción a sus deseos siempre estuviera a su alcance, probablemente permanezca cómodo, sin explorar, esperando que los demás resuelvan por él.

Aprendizaje de vida

La especialista cuenta que cada chico responde a su manera a las dificultades que se les presentan. Algunos hacen berrinches. Otros se ponen tristes. Lo necesario es que puedan hablarlo – si ya tienen la capacidad de hacerlo– y que se los escuche. “Si se los ayuda amanifestar con palabras su incomodidad y a pensar soluciones, se estará invirtiendo en su futuro. En cambio no se los estará ayudando si se los complace en todas sus ocurrencias”, explica la psicóloga. Porque, según recalca, los caprichos se relacionan con las dificultades para expresar y accionar efectivamente para obtener el mayor placer posible con el mínimo de consecuencias. Todo pasa por lograr lo que quieren, con el menor costo posible. Y es ahí cuando los padres tienen que interceder haciéndoles notar que obtener fácilmente lo que se desea no tiene demasiado que ver con la realidad futura.

Útiles

Acá es dónde entran en juego los límites que, según la especialista, son necesarios, y que deben entenderse como márgenes que van delineando lo que se puede y lo que no. “Hay normas que cumplir, y gracias a las cuales se convive en sociedad. No hay manera de evitarlas. Se puede intentar hacer caso omiso de ellas, pero pronto aparecerá algún representante de la autoridad que obligue a confrontar las consecuencias. Es lógico que haya cosas que queden más allá de los deseos de los chicos y es un error suponer que se les podrá garantizar una vida sin incomodidad alguna”, asegura la psicóloga. Pero agrega que sí se los podrá –y deberá– ayudar a armarse de recursos para lidiar mejor con las pequeñas frustraciones de todos los días.

In situ

Comprendido el origen de los caprichos y por qué no satisfacerlos, habría que ver cómo lidiar con ellos, en el momento puntal en el que el nene se planta frente al kiosco y llora porque no le compran las golosinas que quiere. “A un chico encaprichado se le puede asegurar, con firmeza, que en ese momento puntual no es posible conformarlo, pero que tal vez sí más tarde. Se le puede decir que no a aquello que desea (que le compren, que jueguen, que le den) en ese momento, pero que después sí tal vez puede ser posible”, sugiere la Lic. Ratner. Agrega que si bien es cierto que el límite liso y llano siempre provoca malestar, el hecho de ofrecerles una respuesta – aunque implique una postergación–, generará mayor adhesión a las futuras propuestas. Así, también, si el niño puede escuchar y no se ciega en su capricho, sus demandas serán más tenidas encuenta. “Claro que es posible que el nene no se calme por arte de magia, ni de forma inmediata. Pero con la respuesta de “ahora no, pero tal vez después sí”, dará margen para retomar el tema con más tranquilidad. Pasado el capricho se podrá llevar adelante alguna negociación respecto de lo que se espera de su conducta y lo que los adultos harán por él”, concluye la licenciada.

Fuente: Paratimama por Ana van Gelderen / producción: Anita Korman / fotos: PatriciaGonzález / agradecemos a Delfina Presa.