viernes, 26 de marzo de 2010

Adictos al sexo ¿Enfermedad o excusa?

¿Enfermedad o excusa? Se trata de una patología que los especialistas relacionan con la compulsión y la ansiedad, pero que todavía no fue introducida en el índice de ningún manual de desórdenes mentales. Sin embargo, cada vez más famosos y desconocidos alegan padecer este trastorno a la hora de dar explicaciones de sus infidelidades. Las claves para entender qué es y un test para realizar un autodiagnóstico.

Una enfermedad? ¿Una excusa? ¿Cuánto sexo es demasiado? Las preguntas se acumulan con el marco de una realidad de fondo: en una época en que la ansiedad, el estrés y la insatisfacción se multiplican, las adicciones se convierten en el sustituto perfecto para garantizar goce de inmediato y angustia a largo plazo. En cuanto a la “droga” sexual, no obstante, hay diversidad de criterios. ¿O acaso una sexualidad activa no es sinónimo de vida plena? Parecería ser que todo depende del cómo, el cuánto y el por qué.

¿Quién no desconfiaría de alguien que esgrime el argumento de la adicción al sexo frente a la prueba fehaciente de una infidelidad? A pesar de que, en la mayoría de los casos, los supuestos adictos se escuden en eso de que tener mucho sexo –de ser posible con mucha gente distinta– es una enfermedad durísima y vergonzante que les toca atravesar, muchos se preguntan: ¿lo dicen en serio o es sólo un manotazo de ahogado?

“La adicción se define por la compulsión de tener que desarrollar determinada acción, más allá de la propia voluntad. La compulsión nos habla del displacer, de la imposición interna de hacer algo (comer, fumar, beber alcohol, tener encuentros sexuales, drogarse, etc.). Esta conducta compulsiva es llevada adelante por el sujeto para calmar sentimientos negativosvividos como intolerables (ansiedad, angustia, miedo, baja autoestima, vacío, soledad,etc.) –explica la licenciada Virginia Martínez Verdier,psicóloga sexólogadirectora de Sexuar–. La sexualidad es una energía vital que nos acompaña durante toda la vida y nos impulsahacia el crecimiento y el equilibrio interior, pero también puede convertirse en una ‘droga’ que permita descargar o compensar esos sentimientos negativos.La compulsión sexual puede manifestarse de diversas maneras en el individuo: masturbación, acoso, búsqueda constante de un compañero sexual, llevado a cabo hasta con desesperación.El adicto al sexo no siente placer con sus conductas, no puede controlarlas, está dominado internamente y le resulta muy difícil conectarse con otros intereses que puedan ser armónicos y productivos. La práctica usual de diversas actitudes sexuales (masturbación, acoso, infidelidad, etc.) no implica necesariamente adicción al sexo.Para considerar que una conducta sexual es adictiva existen otros parámetros: el grado real de satisfacción, la capacidad de controlar los deseos, la posibilidad de mantener diversas vías de contacto con la vida cotidiana. La adicción sexual y la promiscuidad suelen ir de la mano. No hay selección, no hay real deseo, sólo hay necesidad de acallar un grito interno y cualquier cuerpo viene bien”, ejemplifica Verdier.

Según Joe H., ex adicto al sexo y director operativo de Adictos al Sexo Anónimos –una entidad sin fines de lucro creada en Estados Unidos y con sede en 22 países, entre ellos Argentina–, alrededor del 10% de la población mundial tiene problemas con comportamientos sexuales compulsivos. De hecho, la organización cuenta con más de 10 mil miembros entre hombres y mujeres. Desde Houston, Estados Unidos, Joe –que está en su cuarto año de tratamiento– comparte su experiencia con Para Ti: “La vida se sale de control, se vuelve inmanejable y uno termina dañando a su pareja o a su entorno. Da mucha vergüenza padecer un trastorno así. A veces la compulsión puede conducir a la infidelidad. Pero hay que ver los casos individuales. Por eso desarrollamos un cuestionario para el autodiagnóstico (ver recuadro) y a través de nuestro sitio de internet invitamos a que todos aquellos que están preocupados por sus conductas sexuales encuentren la sede más cercana para iniciar un tratamiento. Lo más importante para un adicto al sexo es aprender a manejar la pena, pero se puede. Por eso quiero compartir mi esperanza con otra gente. No importa lo que uno hizo en el pasado, en nuestro encuentros no se discrimina por las preferencias o acciones de cada uno. Es fundamental encontrar el espacio necesario para compartir algo que provoca tanto sufrimiento y que no se le puede contar a nadie que no haya pasado por lo mismo. Nosotros no consideramos que haya conductas normales ni anormales. Simplemente trabajamos para que quienes vienen a nuestros grupos no sigan sufriendo por la manera en que tienen sexo. He visto cientos de personas llegando a su primer encuentro totalmente rotas. A través del trabajo conjunto, muchas de ellas recuperaron la integridad… Vivirlo es milagroso”.

¿EL ADICTO AL SEXO ES O SE HACE? En los ’80 fue Pelé, conocido por sus goles y sus conquistas femeninas. En los ’90, Michael Douglas, quien popularizó el trastorno cuando su ex lo descubrió con su mejor amiga y tuvo que pedir disculpas públicamente e iniciar una rehabilitación. El año pasado, el golfista Tiger Woods se sumó al team: cuando su mujer lo descubrió hizo un escándalo –lo persiguió y le destruyó el auto a golpes con un palo de golf– y Woods tuvo que atribuirse el mal, tal vez con la idea de ganar compasión y no seguir perdiendo contratos millonarios. El ex presidente norteamericano Bill Clinton pasó a engrosar la lista de los adictos al sexo confesos y resonantes, luego del escándalo con la becaria Mónica Lewinsky, y el actor David Duchovny –X Files– se internó meses atrás para tratar una supuesta adicción al sexo y a la pornografía. El sex symbol ochentoso Rob Lowe también protagonizó varios escándalos y admitió mantener relaciones sexuales compulsivas. Robert Downey Jr.–protagonista de Iron Man– justificó los comentarios sobre sus extrañas inclinaciones sexuales alegando que todos los hombres están de algún modo obsesionados con el asunto. El comediante Charlie Sheen también parece tener dificultades: se dijo que su adicción le había hecho mantener relaciones con más de mil mujeres, aunque no trascendieron números exactos. ¿Y ellas? En general, son pocas las famosas que reconocieron sufrir el mal, como es el caso de la actriz Zoe Saldaña. Pero Whitney Houston fue tildada de ninfómana y lo mismo le ocurrió a Lindsay Lohan.

“A través de los casos de personajes famosos surgió un concepto de adicción al sexo más popular que científico, que es utilizado por algunas estrellas para justificar lo que dañaron. En el campo de la salud mental, sin embargo, no figura en el manual estadístico mundial sobre trastornos mentales conocido como DSM IV-R, que está en su cuarta edición y es el que utilizamos psicólogos y psiquiatras para diagnosticar. Se evalúa que tal vez pueda salir en el próximo, porque la nomenclatura está de moda, pero todavía falta para saberlo –concede la licenciada Gabriela Martínez Castro directora de CEETA, quien duda que la adicción al sexo sea en sí el problema de base–. Tiene que ver con la compulsión a la descarga de la ansiedad. Lo que hay detrás es un trastorno obsesivo-compulsivo que, por diversos factores, produce una fijación de tipo sexual. Aunque el sexo es algo saludable, la conducta termina siendo nociva porque la persona no se puede controlar. En general, se trata de personas que también pueden ser adictas a más cosas. Y está más asociado al sexo masculino porque hay permiso social para que eso pase: aunque hay mujeres que lo padecen, antes que adictas siguen siendo prostitutas o ninfómanas para la sociedad”.

Desde el punto de vista médico, la doctora Victoria Alfaro, médica sexóloga creadora de un espacio de encuentros llamado El café del buen sexo, explica: “Hay que distinguir entre adicción (niveles altos de frecuencia sexual en la búsqueda permanente de placer) y compulsión sexuales (búsqueda de la disminución de la ansiedad).Tanto una como la otra (ahora reunidas en una entidad clínica llamada hipersexualidad) traen graves problemas para el individuo, tanto en sus ámbitos personales, laborales, económicos, familiares, en su rutina diaria, en sus responsabilidades, etc. Justamente la polémica se genera porque son personas que por el aumento excesivo de su frecuencia coital sufren importantes interferencias en su vida normal, y muchas veces son acusados de infieles, cuando en realidad su compulsión los lleva a no involucrarse de manera afectiva ni emocional con el otro, sino simplemente a descargarse. Obviamente existen los adictos sexuales: son los que todo el tiempo están buscando llevar a cabo relaciones sexuales con otras personas, muchas veces desconocidas, y/o buscan el autoestímulo permanente (masturbación) o consumen pornografía, líneas eróticas, prostíbulos de forma desenfrenada.La cuestión biológica está presente y se relaciona al funcionamiento de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina. Pero hay que tener en cuenta que no todas las enfermedades tiene un origen absolutamente médico o psicogénico. Es importante pensar que algunos trastornos son inducidos por el contexto socio-cultural. No olvidemos que vivimos momentos de exitismo. Sexo, éxito y dinero son mandatos sociales predominantes”, sostiene la doctora Alfaro y reconoce que las personas que padecen este trastorno, en general no acuden a la consulta por vergüenza.

A la hora de evaluar cuánto sexo debe encender la luz roja –y no de la pasión sino de alarma–, Alfaro concluye: “No se puede decir cuánto es mucho o poco. El grado de deseo sexual está reglado individualmente.Lo que sí hay que tener en cuenta es cuánto perturba la vida cotidiana de esa persona una frecuencia sexual elevada. Cuando una persona tiene absoluta conciencia de que está siendo afectada por un desorden que no sabe si es físico, o psíquico, debe concurrir al consultorio dado que existen tratamientos tanto medicamentosos como terapias psicosexuales para revertir este padecimiento”.

Fuente: Para Ti m. Eugenia sidoti fotos A. Atlantida