lunes, 22 de junio de 2009

Generación chip

Descubriendo el “nuevo mundo”. Como los conquistadores del siglo XV, el mundo tecnológico aparece para los adultos como un continente sin explorar, pero que ya pertenece y está ocupado por otros: los jóvenes y los chicos que nacen, crecen y conviven entre computadoras, teléfonos celulares, juegos electrónicos, reproductores de MP3… Ana María Lamas y Ariel Torres, dos especialistas, proponen un recorrido por este nuevo escenario, para viajar sin miedo.

La única solución que halló Claudio para su casa fue instalar la computadora en un lugar cercano al living, al alcance de la vista de los mayores. Es que Lucía, su hija de 13 años, pasaba horas –y más horas– frente a esa pantalla… “Ahora mi papá sabe perfectamente cuáles son mis movimientos –bromea la preadolescente–. Tampoco soy tan enferma de la tecnología, apenas uso la compu para chatear, bajar música y subir fotos al Facebook y fotolog”, aclara Lucía, usuaria también de un MP4 (reproductor de música y video portátil) y un teléfono celular. “El celu no es súper tecnológico. Me lo compró mi papá para saber dónde estoy”, aclara. Aunque no lo sepa ni jamás se lo haya planteado, ella es parte de lo que algunos analistas denominan como “Generación Net”. “Es una forma de denominar al conjunto de niños y jóvenes que han sido educados en la cultura del uso de dispositivos electrónicos pequeños y portables, contenidos digitales y de procedencia global, y conectividad a Internet durante los últimos años del siglo XX y los primeros años del siglo XXI”. Así lo define Ana María Lamas en su libro Generación Net (Editorial Atlántida). Licenciada en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y doctora en Filosofía y Educación de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid, Lamas incluye en este grupo a los jóvenes que nacieron entre 1980 y 1983. “Prácticamente, desde la vida intrauterina, ellos fueron observados por sus padres cuando estaban dentro de la panza de la madre y se estaban gestando. Desde ese momento ya tiene en contacto con la tecnología. Esta experiencia de ser vistos por sus padres antes de nacer no es menor. El chico de alguna manera ya siente, con esta experiencia externa, la cultura digital”, explica. Según ella, ya de este lado del mundo, el niño se pone de inmediato en contacto con elementos tecnológicos, como los videojuegos, la televisión, las computadoras y los celulares. “En el libro menciono el ejemplo de un chico de un año y medio que reconoce lo que es un teléfono celular de verdad frente a uno de juguete. ¡Y para jugar le entusiasma más el celular de verdad!”, subraya la especialista que en el comienzo de su libro plantea la diferencia que hay entre esta “Generación Net” y las pasadas. “Los adultos representamos la realidad desde la lógica racional, desde un paradigma más analítico y técnico. Los chicos que nacieron en la segunda mitad de los ’80 en adelante han sido criados abriendo pantallas y buscando cierta multiplicidad de los contenidos. A diferencia de la Generación X, que es la anterior, los chicos net se criaron teniendo una lógica de lectura diferente. No leen de arriba para abajo, de la primera página a la última, sino que lo hacen de forma salpicada, y cuando navegan en Internet, van construyendo su propio progreso de conocimiento de acuerdo a lo que les interesa”, explica, y advierte que el ámbito escolar ha quedado relegado en el proceso de construcción de un conocimiento profundo. “¿Qué hace entonces la mayoría de los docentes? Protestar porque los chicos surfean por la cresta de la ola y no profundizan. La función de la escuela es aferrarse a la fortaleza de esas lecturas breves del chico y buscar con estrategias específicas para lograr una lectura más profunda de Internet”, agrega la especialista.

Lamas también desdramatiza las voces de alerta en torno a la pérdida del lenguaje y vocabulario por el uso –y abuso– del chat y los mensajes de texto. “Es como aprender otro idioma. La Real Academia está estudiando un registro de abreviaturas para comunicarse con mensajes de texto. Claro que si estamos frente a un chico disléxico, obviamente recomendaría tener ciertos recaudos”. En Generación Net, propone distintas técnicas para que los alumnos no se pierdan en el escenario tecnológico; entre otras las llamadas webquest, que son actividades guiadas en Internet, con tareas específicas y de acuerdo a un plan estructurado por el docente. “Se usa como una estrategia didáctica en la que los alumnos son los que construyen el conocimiento que luego van a aprender. En otras palabras, ellos –más motivados– pueden autogestionar su aprendizaje, y se consigue una vez que el docente utiliza técnicas con las que los alumnos están más acostumbrados”.

CAMBIO DE HABITO. La tecnología está y no hay forma de vivir sin ella. Las cifras de uso de Internet en el mundo lo confirman. Según datos de diciembre de 2008 de la consultora tecnológica Prince & Coke, se conectan en el mundo 1.511 millones de personas, es decir el 22,5% de la población mundial. En nuestro país hay 20 millones de usuarios, es decir el 50% de la población. “En el último año se produjo un mayor ingreso de personas menores de 18 años. La edad promedio hoy es de 24 años. Hace un año era de 28”, indica el estudio.

Pero, ¿existe una forma determinada de adoptar la tecnología en la vida? “No hay una forma única y correcta. Es más, son las nuevas generaciones las que nos enseñan los nuevos caminos en este sentido. Pero lo que ellos saben de computadoras y celulares no tiene que ver con la vida misma, sino con el manejo de nuevos conceptos en materia de herramientas”. El que ahora explica el fenómeno es Ariel Torres, quien acaba de publicar Bit Bang (Editorial Atlántida) en el que se propone divulgar los nuevos conceptos que se iniciaron con la revolución digital, cuando nació la computadora personal que hoy conocemos. El autor, editor del suplemento Tecnología del diario La Nación y titular de la cátedra Internet de la carrera de Periodismo de la Universidad de Palermo, no “demoniza” el tema y asegura que todas las tecnologías, en todos los tiempos, han cambiado los hábitos. “La revolución digital, una de las más importantes que ha experimentado la civilización en los últimos 10.000 años, no podía tener un resultado diferente. Lo interesante es, sin embargo, que los agoreros que decían –hace 30 o 50 años– que el futuro sería frío y automatizado, se equivocaron. Como humanos, hemos dado la misma calidez a Internet como la que en su momento le dimos a la imprenta o al teléfono”, afirma el especialista, y sostiene que los efectos de esta revolución digital son muchos y más profundos de lo que a veces imaginamos. “A mi juicio, el más importante es que hoy hay alrededor de 2.500 millones de personas que tienen la posibilidad de comunicar globalmente lo que desean por sólo 50 centavos de dólar la hora. ¡Esto es inédito en la historia humana! En este contexto, los más chicos no pueden quedar afuera”. Y Lamas coincide: “El chico necesita actuar con la tecnología decididamente. Porque se está gestando una nueva clase trabajadora que ya no es el proletariado sino el conectariado”.

MI PAPA TIENE FACEBOOK. ¿Qué sucedería si un adulto se adhiere a una misma red social que su hijo? Para Lamas, esa es una buena forma de conocer en qué ámbito se manejan los chicos. “Pero no es necesario que se agregue como su amigo –aclara–. Lo interesante de esto es que el padre estará acompañando a su hijo en esta nueva forma de comunicarse”.

Se sabe que una de las mayores preocupaciones de los adultos es estar al tanto de con quién se están comunicando sus hijos cuando están conectados a Internet. “Los jóvenes, sobre todo los menores de 18 años, ya no usan el correo electrónico para comunicarse, sino que utilizan una red como puede ser Facebook, desde donde se mandan mensajes, fotos y comparten información”, apunta Lamas, quien asegura que estos sitios son fantásticos como herramienta de comunicación. Pero avisa: “Hay que controlar que nuestros hijos no den información de más a desconocidos. El robo de identidad existe y brindar tanta información en un mundo tan inseguro no es bueno”. Torres, en cambio, sostiene que el riesgo de robo de identidad no se basa tanto en las nuevas tecnologías como sí en el hecho de no conocer cuáles son las reglas de juego. “Nunca le daríamos nuestro número de documento a un desconocido en la calle ni entregaríamos cheques en blanco. Sin embargo, colocamos nuestros datos personales en correos electrónicos y redes sociales”, explica el especialista.

El uso de celulares por parte de los más chicos es otra de las cuestiones que se debaten los padres. Para Torres no hay que darle demasiada importancia a la edad en la que el chico empieza a tener un celular. “Si conoce no sólo los botoncitos, sino también las ventajas y los riesgos de su uso, le será de enorme utilidad. Pero que un chico sepa usar técnicamente un celular mejor que los adultos no significa que esté en condiciones de independizarse de sus padres –advierte–. Esa es una confusión común y bastante peligrosa. Sobre todo, porque los adultos de hoy tienden a creer que los chicos pueden manejar estas nuevas tecnologías porque ‘nacen sabiendo’ o ‘vienen más inteligentes’”.

Lamas agrega: “Hay que ver siempre con qué objetivo uno le da un celular a un chico. Se le puede dar como medio de comunicación, para poder ubicarlos en cualquier momento por el temor a la inseguridad, por ejemplo. Pero hay muchos padres que lo hacen para demostrar poderío económico. Hay otros que como son ajenos a la tecnología piensan que dándole un celular a su hijo, ‘va a conquistar el mundo’”.

Entonces, ¿la Generación Net es mejor o peor que sus antecesoras? “No es ni mejor ni peor en sí misma –asegura Lamas–. Depende del uso que se haga de la tecnología. No es nocivo cuando uno la utiliza con ciertos recaudos. El padre tiene que acompañar al chico a navegar por Internet, tiene que jugar con él a los juegos electrónicos. Todo eso sin dejar de salir a jugar fútbol a una plaza. La idea es alternar y cuidar el equilibrio”. Torres prefiere terminar observando que el acceso de los chicos a la tecnología es “inevitable”: “Los jóvenes nacen en un mundo donde estas nuevas tecnologías son normales. No conciben la realidad sin celulares, Internet o Facebook. Por supuesto, existen riesgos, como en toda tecnología de la información. También el libro, llegado el caso, puede suponer riesgos. Si un chico o un joven accede a un libro de química, y sin ayuda de sus padres decide probar algún experimento, puede terminar accidentado. Aquí es igual: la presencia de los padres, su consejo, la conversación inteligente y sin tabúes, y las reglas claras y firmes son lo que encausa el uso de estas tecnologías durante la etapa formativa de los chicos y jóvenes”.
Fuente:Para Ti


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