jueves, 23 de abril de 2009

Los hombres también lavan los platos

Las tareas domésticas son el último escenario de la guerra de los sexos, y la igualdad también se impone a la hora de cocinar la cena. Ahora que las mujeres son presidentas, a los hombres nos toca cambiar pañales.



¡Andá a lavar los platos!" El brulote machista con el que se resuelve cualquier discusión de tránsito resume la madre de todas las batallas en la guerra de los sexos: quién tiene la custodia de la esponjita y el detergente. Si bien una teoría de la igualdad de géneros puede haber puesto a las mujeres al frente de corporaciones y presidencias (y aunque se diga que "cada ministerio tiene su minihisteria"), la legislación todavía no sentó jurisprudencia sobre dilemas más vitales: lavar o no lavar.

Una mitología doméstica sacraliza las tensiones cotidianas en el hogar, ahí donde uno reclamara el derecho a las pantuflas y otra respondiera, siempre con el tonito de sarcástico cansancio: "¿Y cuándo descanso yo?". Ahora, la vulgata de la prensa popular precisa con cifras esa lucha de poderes: según un estudio de la Universidad de Wisconsin, en el Mundo Libre (¡!) las mujeres invierten 31 horas semanales en el cuidado de la casa, y los hombres… sólo 14. También se indicará que, en los hogares en los que ambos padres trabajen, ellas dedicarán 15 horas por semana a cuidar de los hijos, y ellos, 2. "Yes, we can!", alardean las mujeres en tiempos en que la igualdad de derechos lleva gente a la plaza o multiplica clics en sitios de internet. Tanto que la utilísima página Parenting.com batió récords con su nota más leída y comentada desde su publicación, en enero: con el ganchero título "Mat at Dad" ("loca con papá"), informa que el 46 por ciento de las mujeres discute con sus maridos al menos una vez por semana por el reparto de las tareas hogareñas. ¿Lo que ellas quieren? Si el comment no es más que la versión hipertextual del arcaico mensaje a la radio de Dora de Caballito, aun en internet las lectoras repiten los reclamos históricos:
–El baña a los chicos, pero deja la bañadera llena y las toallas tiradas en el piso.
–Yo soy la que sale antes del trabajo para llevar a su casa a la amiguita que invitó mi hija. A mi marido ni se le ocurre.
–Me dice: "Te lavé los platos, querida". ¡Pero él fue el que comió!

¿Cómo se actualiza el reclamo de igualdad en tiempos de multitasking, el de la generación que puede consultar un Blackberry, ejercitar la respiración yóguica y ayudar a un hijo con la tarea de matemática a la vez? Si el concepto de "paternidad responsable" reasigna labores y confina al arcón la postal del padre de familia que mira Fútbol de Primera mientras la mujer friega las ollas, en el Primer Mundo ya se habla de "parejas 50/50" o, con un título más ampuloso: Equally Shared Parenting. O paternidad igualmente compartida, psé. Aunque se aclare que acá no se habla de la tenencia de los niños sino de algo más discutido en la literatura picaresca nacional (con la patria potestad del escobillón se escribieron incontables sketches de Matrimonios y algo más), ésta sería la última cruzada del progresismo: en tiempos en que el capitalismo muestra su fracaso, un socialismo personal legisla en las intimidades del hogar.

"El género no debe determinar la división de las tareas de la casa", pontifica la revista del New York Times que alertó sobre la ideota y, aunque el econofóbico pueda sospechar que se trata de otro efecto colateral de la crisis financiera internacional, con el hombre desocupado en el living y la mujer parando la olla, más bien se trata de otra intentona pro (y en esto no tiene nada que ver el intendente): igualdad de sexos y oportunidades para todos esos padres que, como los de Woody Allen, en la vida sólo tengan dos valores: Dios y el alfombrado.




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