viernes, 24 de abril de 2009

La madre como modelo

Se trata de un acto de amor con la persona a la que nos gustaría, en cierto modo, parecernos.

Siempre podemos averiguar algo de la influencia que la madre ha tenido en nuestra vida, pero hay una parte que quedará en el inconsciente y que, quizá, no logremos descifrarla nunca. Nosotros ignoramos qué llevamos de ella en los rincones más oscuros de nuestro psiquismo. La madre crea un paraíso donde todo está cubierto, pero es preciso salir de esa ilusión y aprender que tampoco ella se ajusta a nuestras fantasías. La palabra madre contiene las sensaciones más primarias de nuestra biografía, las que nos aproximan a nuestro origen. Ya desde ese origen, la niña está marcada por un hecho peculiar: las dos son del mismo sexo. Tal marca comienza a señalar el camino que la niña tendrá que recorrer en su asunción de una identidad como mujer. Perderá a la madre, porque el padre aparecerá en escena para constatar que tiene otros deseos. Esta intervención paterna es primordial, pues ayuda a la pequeña a diferenciarse de su progenitora y a organizar una identidad diferente. Ya sea porque deseamos ser como ella o porque huimos de esa semejanza, la subjetividad de la madre siempre marcará la nuestra.

Encontrarse a sí misma

Lucía se acababa de comprar una camiseta larguísima, que le llegaba hasta la mitad del muslo. Era un poco ajustada, pero le gustaban las prendas nuevas y un poco atrevidas. Tenía cierto olfato para registrar las tendencias y siempre iba muy moderna. Cuando su madre la vio con la camiseta, dijo: "No sé cómo te las arreglas, pero siempre vas a la última".

Aquella noche, Lucía se durmió dándole vueltas a la frase de su madre. Por lo general, sus gustos habían sido motivo de discusiones entre las dos cuando ésta era adolescente. Ahora que era una mujer madura y que había llegado a encontrarse bien consigo misma, ya no vivía esos comentarios como algo en contra suya, sino que empezaba a sospechar que su madre lo decía porque estaba orgullosa de ella. Al día siguiente acudió al tratamiento psicoterapéutico que había comenzado a raíz de una depresión y le contó al especialista lo que había soñado la noche anterior: "Yo estaba en una cola muy larga para renovar el carné de identidad, era la última. Entonces un señor abría otra ventanilla y decía qué pasáramos por allí. Yo llegaba la primera y pensaba: los últimos serán los primeros. Pero al llegar, veía que el señor tenía la cara de mi padre y me quedaba paralizada. Él me cogía el carné, decía mi apellido, que era el suyo, claro, y me preguntaba si yo me llamaba así".

Lucía comenzó a asociar lo que le sugería el sueño y dijo: "Ayer me dí cuenta de que tenía que renovar el carné de conducir. Sé que estoy acabando este tratamiento y siento que ya me sé conducir mejor en la vida. Me dormí pensando en la frase que había dicho mi madre al verme la camiseta nueva. Ahora pienso que me he arreglado bien, que estoy a gusto con mi vida y que he conseguido quererla. Yo siempre me he sentido la primera en el corazón de mi padre y la última en el de mi madre. Pero ahora creo que eso sólo tenía que ver con deseos propios que me hacían sentir culpable. Para mi padre no era yo la primera, era ella. Siempre deseé que me valorara como chica, pero él no puede acercarse a mí como yo quiero".

Gran influencia

En el proceso psicoterapéutico, Lucía ha podido construir una identidad femenina que le ha permitido identificarse con su madre después de elaborar una dependencia excesiva que la mantenía en una continua pelea con ella. Los gustos tan aparentemente opuestos en la moda, con los que ella se quería sentir diferente a su madre, tenían mucho que ver con los deseos que su madre nunca pudo realizar. La madre, para bien o para mal, tiene una gran influencia en nuestras vidas. Acabamos interiorizando una madre lo suficientemente buena cuando aprendemos a cuidarnos y sabemos cuidar a otros.


24 de abril de 2009 (hoymujer)