jueves, 24 de febrero de 2011

CONVIVENCIA SIGNOS DE LA CRISIS

Por Aloyma Ravelo

Después que el mundo occidental vivió recientemente toda una corriente de moda sobre la ingratitud del matrimonio, su condición de institución arcaica, opresora, y se avaló su caducidad, hay una vuelta de nuevo a la importancia y estabilidad de la vida matrimonial, a las uniones legalmente establecidas.

Cierto es que la gente necesita el apego, vivir en pareja, no solo por el sexo seguro que el VIH/sida impone a nivel planetario, sino por otras muchas razones, entre las que se hallan la necesidad de un apoyo en la vida, una compañía, dar y recibir cariño, y la posibilidad de tener descendencia.

Los expertos matrimoniales y otras personas interesadas en el tema, siempre estuvimos convencidos que el matrimonio, como institución, no desaparecería, a pesar de todo, pues ninguna otra forma de convivencia –como la fórmula de la pareja abierta, el sexo casual, por ejemplo—suple o complementa las necesidades de las personas.

Cierto es que el matrimonio ha sido desde hace muchos años –antes de esta moda– fustigado como la “tumba del amor” y otras frases por el estilo. Sin embargo, mucha gente siguió y sigue casándose, incluso prueba una y otra vez, y esto hay que tenerlo en cuenta.

Cierto es también que los primeros años son decisivos sin duda en el futuro de la pareja. Para cualquier persona común esta es una realidad natural y lógica.

Un hombre y una mujer se unen para alimentar un proyecto de amor, sin embargo, vivir bajo el mismo techo significa atemperar caracteres, hábitos, estilos de vida, en fin, muchos poquitos que cada quien aporta a la vida matrimonial.

Las costumbres de cada uno, a veces, requieren de una adaptación. Proceden de familias distintas, a veces de países y costumbres diversas, y con determinadas maneras de pensar, vivir y hacer las cosas.

Si ambos ceden en hábitos personales que no son del agrado de la pareja, van tejiendo juntos rutinas comunes que fortalecen la relación y la enriquecen. Pero sin dudas, para ceder, romper en lo personal esquemas y prácticas que no favorecen, se necesita ante todo mucha dosis de amor y perseverancia.

Reglas para dos

Una investigación publicada en The Journal of Personality and Social Psychology, muestra las repercusiones a largo plazo del primer año de matrimonio. Tras un seguimiento de 13 años, descubrió que las parejas que al cabo de ese tiempo optaron por terminar su unión, ya mostraban signos de desencanto después de dos años juntos, y habían expresado descalificaciones mutuas, a sólo un par de meses de haberse casado.

Estos datos demuestran que la cuestión no es sencilla. Y aparecen signos de crisis que hay que prestarle suficiente atención para evitar, si hay interés, la real hecatombe.

Veamos cuáles son:

Incapacidad de disfrutar el tiempo que pasan juntos.
Incomunicación y sensación de lejanía.
Falta de intimidad, sentimiento de insatisfacción.
Acusaciones de egoísmo.
Temor al conflicto.
Faltas de respeto mutuo.
Impresión de que el otro dedica demasiado tiempo a otras prioridades.
Gastos individuales excesivos para la economía común.
Demasiada dependencia de los padres.
Abusos físicos o emocionales.
Expectativas irreales.
Conocer este lado difícil del matrimonio, es importante, sobre todo cuando uno de los dos o los dos, están a la expectativa y avizoran ciertos problemas y conflictos que es posible detener a tiempo.
Una pareja que logre superar los escollos matrimoniales con tacto y buena fe, y se interesa por mantener vivo el romance y la atracción sexual mutua, habrá conseguido cimentar una relación sólida para el futuro. Esto es posible, solo hay que ponerle esmero y la mejor vocación.