miércoles, 10 de agosto de 2011

No me quiero casar

Tu novio todavía no entiende por qué aún no aflojaste con el temita de que te da fobia el altar. Tu mamá y tu abuela opinan, horrorizadas, que la modernidad lo arruinó todo, mientras que tus amigas -sobre todo las solteras- siguen cuestionándose por qué siempre le dan pan al que no tiene dientes...

¿Qué pasó? Culturalmente, siempre fuimos nosotras quienes, al segundo día de noviazgo, fantaseábamos con la idea de caminar lentamente hacia el altar, pero hoy resulta que son cada vez más las mujeres que se descubren a kilómetros del "sí, quiero".

Puede suceder que en tu cabeza no esté instalado el chip "Susanita", ese que se conmueve con la idea del vestido blanco, la fiesta y la luna de miel perfectas. O también es posible que todo aquello que rodea al matrimonio -ya sea civil y/o religioso- te resulte ilusorio, incómodo o directamente insoportable. ¿Es grave? No, es tan sólo otro síntoma más de una época en la que cada uno es libre de elegir de qué manera quiere comprometerse.


Igual te quiero
Hay amor, hay química sexual, hay proyectos para el futuro y unas ganas locas de envejecer juntos. Incluso, a veces, hasta existen hijos en común y algunos años de convivencia. Pero aun así, no hay casorio. Y ya nadie se espanta por esto. Social y culturalmente, estamos bastante lejos de aquellas generaciones de mujeres que si a los 25 años no estaban casadas, eran consideradas prácticamente "solteronas" sin remedio. Afortunadamente, hoy podemos elegir cuándo, cómo y con quién nos vinculamos afectivamente, e incluso escaparnos de ciertos mandatos sociales para buscar otras formas más personales de compromiso. El matrimonio ya no es un fin en sí mismo, sino una opción más para demostrar que querés compartir la vida con alguien.

Los motivos anticasamiento pueden tener que ver con la historia de cada una, con las creencias, con el deseo o con algo tan simple como el hecho de no tener ganas. ¿Las razones más típicas?


"Un papel no cambia nada"
En términos legales, estar casada cambia algunas cosas. En principio, tu estado civil ante la ley. También implica formar una "sociedad conyugal" -es muchísimo menos romántico y más pragmático llamarlo así- que repercute en tu patrimonio económico y en ciertos aspectos, tales como las herencias, la patria potestad sobre los hijos, etc. Ahora bien, también es cierto que hoy existen otras formas de unión civil que también aseguran el acceso a esos derechos.


"No aumenta mi nivel de compromiso"
Antes, generalmente, las mujeres se casaban o... si el pretendiente daba muchas vueltas, terminaban buscándose otro novio. El matrimonio era considerado el objetivo final de una pareja, esa especie de diploma con el que te recibías de "la señora de", además de una forma de sellar el compromiso de ambos. Hoy en día -ley de divorcio mediante-, nadie está obligado a permanecer junto con una persona que no quiere. De modo que la palabra "compromiso" también forma parte de una elección mutua, casi cotidiana, y que muchas veces poco tiene que ver con las instituciones, sino con la actitud que ambos adopten frente a su relación. La mujer que no quiere casarse no necesariamente es una mujer a la que no le importa el compromiso, sino que está lo suficientemente confiada en lo que siente. Y no necesita más que eso para sentirse bien.


"Conozco miles de matrimonios infelices o que terminaron en divorcios"
OK, es sabido que los matrimonios pueden no durar para siempre. O también pueden durar a la fuerza -basados en el imperativo "hasta que la muerte los separe"-, aunque esa unión provoque infelicidad y frustración. En el universo conyugal, todo es posible. Pero lo cierto es que los matrimonios que nos rodean -especialmente los de nuestros padres, amigos y familiares- van tejiendo una red invisible de modelos en los que solemos reflejarnos a la hora de pensar en la posibilidad del casamiento. "¿Vos querés casarte para que terminemos como tu hermano y la mujer, que se pelean a los gritos en el almuerzo del domingo?", le decís a tu novio cuando se topan con este tipo de parejas que, claramente, no hacen más que desmotivarte y atormentarte con la idea de que los matrimonios no son infalibles.


"Es un ritual que no tiene sentido para mí"
Aunque jures y perjures que no, todas las mujeres tenemos formada (quizás inconscientemente) una idea acerca del matrimonio. Hacé memoria: quizás eras chiquita, seguramente alguna vez jugaste a casarte y te ponías el mantel blanco de la mesa como velo de novia... Y en la adolescencia, probablemente fueras testigo silenciosa de todas las bodas habidas y por haber en los medios. Pero es recién en la adultez cuando empezamos a poner en crisis esas ideas y fantasías, para darnos cuenta de que el combo de "vestido blanco + anillo + luna de miel" no nos ilusiona tanto como antes. O, directamente, advertir que -en lo profundo- no significa nada para vos. Pero lo bueno en torno a los rituales es que podés inventar uno nuevo y exclusivo para vos y tu pareja. Una ceremonia privada, un viaje especial o un tatuaje pueden tener el mismo valor (o más) que un megacasamiento.


Yo no, él sí...
Pero... ¿qué pasa cuando el que tiene la fantasía del casamiento es él y vos no querés saber nada? En estos casos, se abre un panorama un poco más complejo, porque entran en juego los deseos de cada uno con respecto al futuro.

Existe una especie de "ley emocional", por la que un miembro de la pareja siempre es más libre que el otro. Cuando somos nosotras quienes amamos la aventura, y nos encanta tener un abanico de opciones a disposición -aunque jamás hagamos uso de ellas-, también estamos hablando de una profunda seguridad y confianza en lo que sentimos hacia nuestra pareja. ¿Acaso no existe compromiso mayor que aquel llevado a cabo en la más absoluta libertad? Por lo general, las mentes más ordenadas necesitan cierta seguridad extra, y en este contexto, el matrimonio también aparece como un marco de contención.


Si él quiere y vos no
Aumentá tu cercanía y tus gestos de cariño hacia él.
Demostrale la confianza que de algún otro modo no le estás proporcionando, y que por eso se siente inseguro.
Preguntate si esa libertad que vos querés seguir experimentando es a costa de dejar intranquilo a tu pareja.
Charlen sobre el tema y busquen juntos los motivos por los cuales uno dice que sí y el otro, que no.
Aprendan a ceder. Quizás uno de los dos tenga que acompañar los deseos del otro.

Expertas consultadas: lic. Inés Dates y lic. María Laura Volpe; psicólogas.

Por María Eugenia Castagnino Ohlala