martes, 17 de mayo de 2011

Me convertí en un monstruo

Una carta publicada el 2 de enero en la sección Lectores del diario Clarín, dirigida por Osvaldo Pepe, disparó un rico debate sobre la maternidad, la licencia post-parto y las dificultades de la mujer para conciliar sus múltiples roles y equilibrar sus deseos, su vida personal/familiar y su trabajo, en un sistema que la obliga a elegir y la sostiene poco.
"Soy la mamá de Felipe, mi primer hijo, que ahora tiene 5 meses. A los 3 meses me rein­corporé al trabajo y me pregunto quién fue la feminista que dijo que las mujeres podíamos tra­bajar, criar un bebé, atender un marido y hacer las compras. ¡Es dificilísimo!

Esta carta es un desahogo por todas aquellas mamás que me encuentro en cada lugar que voy, por cada mamá silenciosa que se levanta mil veces por la noche a dar teta a su bebé, a po­ner un chupete o cambiar un pañal; por cada mamá que se sienta una "traficante" de leche; por cada mamá que es mirada cada vez que se levanta de su es­critorio 15 minutos para sacarse leche; por cada mamá que tiene que dejar a su bebe en un jardín maternal (¡desgarrante!); por ca­da mamá que volvió a su trabajo y no tenía más su escritorio; por cada mamá que al tomarse la mísera hora de lactancia para ir­se a su casa a reencontrarse con su bebé es tildada de "sindicalis­ta"; por cada una de ustedes que al leer esta carta van a saber de qué hablo.

Cómo puede ser que las leyes no contemplen más tiempo pa­ra criar a nuestros hijos recién nacidos. Cómo puede ser que hagan campaña sobre lactancia hasta los 6 meses y muchas de nosotras a los 45 días dejamos a nuestros bebés en manos de otras personas. Cómo puede ser que nos hagan volver al trabajo tiempo completo cuando dormi­mos cada dos horas y tenemos la responsabilidad de una vida en nuestras manos.

Cómo puede ser que estemos tan desamparadas... Les puedo decir que somos muchas las madres que tenemos este nudo en la garganta. Somos muchas las que tenemos que trabajar, pero vamos con lágrimas en los ojos. Somos muchas las que te­nemos ganas de gritar que nos dejen estar con nuestros hijos, por lo menos hasta que tengan un año. No soy una vaga que no quiere trabajar. Al contra­rio, el trabajo dignifica y me da mi identidad, pero ahora soy la mamá de Felipe antes que na­da. Somos muchas las que no quemamos vagones, ni toma­mos predios, somos muchas profesionales, de clase media, la clase media realmente labu­rante, que necesitamos que nos escuchen.

Ser madre te desequilibra emocionalmente, terriblemen­te en mi caso: según mi marido me convertí en un monstruo... Puede ser... estar sin dormir, trabajar y atender a mi bebé me convierte simplemente en ma­dre. Les pido a los legisladores y especialmente a nuestra Pre­sidenta, por favor, hagan una ley que nos ayude a poder darle la atención, el cariño, el amor a nuestros bebés. Ayúdennos a que sean lactantes hasta los 6 meses. Ayúdennos a que al volver a nuestros trabajos no seamos miradas como bichos raros. Ayúdennos... les pido que tengan en cuenta que el primer año de vida de nuestros hijos es fundamental que estén con sus madres. Con lágrimas en los ojos, ¡les pido por favor que nos escuchen!"

Juliana Estévez


Fue la carta que disparó uno de los debates más ricos de la sección Lectores, que se publica cada domingo en el diario Clarín y que conduce el periodista Osvaldo Pepe. Decenas y decenas de cartas llegaron a la redacción respaldando a Juliana, complejizando el tema, movilizando adhesiones (y algún cuestionamiento, claro) entre hombres y mujeres que advierten las dificultades que enfrenta día a día la mujer para conciliar la vida personal y el trabajo.

La carta alumbra, desde el testimonio personal de una mamá primeriza, las carencias y angustias que transita una mujer durante la crianza de sus hijos. Sus recla­mos apuntaron a la legislación vigente, a la falta de flexibilidad por parte de las empresas en particular y el sistema laboral en general, y a la propia actitud de los papás, que a veces se comprometen poco con la crianza, o no sostienen o acompañan lo sufiente a la madre entragada a la díada tras el parto.


Aquí, la sucesión de cartas que publicó el diario, para que siga un debate que enriquece


* Mi carta, obviamente, es para solidarizarme con Juliana. Ten­go dos hijos, de 19 y 17 años, respectivamente. Así que el tema hormonal, "ya se me pa­só"... Tuve la suerte de poder tomar excedencia sin goce de sueldo en las dos oportunida­des. Laboralmente, me costó muy caro. En la primer licencia, me sacaron el trabajo que hacía. Empecé de cero. En la segunda, me sacaron del sector y quedé a disponibilidad de la empresa. O sea, me paseaban de un sector a otro. No hubo ni ley ni gremio que me apoyara.

Cuando tenía que tomarme la hora de lactancia, el servicio mé­dico de la empresa me citaba y controlaba mis pechos para ver si era verdad que seguía dando de mamar: aberrante. Lo grave, es que la excedencia me la había tomado, en los dos casos, por no conseguir guarderías acordes a mi extensa jornada laboral y a los ingresos, en ese momento de mi esposo y míos.

No termina el tema con la lactancia. A veces tus hijos se enferman y, por no faltar, vas al trabajo con dos horas de sueño. Está comprobado que la falta de descanso trae serios problemas de salud física y emocionales.

Juliana, disfrutá a pleno tu bebé. Dejá que la casa se caiga. Tratá de descansar lo más que puedas. Hablá tranquila con tu esposo. Es difícil que alguien se ponga en tu lugar y entienda por lo que estás pasando.

Las mujeres no somos igua­les, ni emocional ni orgánica­mente. El destino te dio lo mejor que tiene para dar: una vida.

A pesar de todo, muchas qui­sieran estar en tu lugar.

Alejandra Gardino


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* Juliana, leí tu carta con un cierto complejo de culpa por ser hombre. Pienso que el Go­bierno tendría que reglamentar legalmente que las mujeres dispongan de no menos de tres meses de tiempo, antes del par­to, y de siete después del naci­miento, pero para evitar que los empleadores dejaran de tomar mujeres, debiera encontrarse la forma de compensarlos le­galmente con un aporte estatal, que está cubierto por todos los que pagamos impuestos.

Esta cobertura, con cobro de haberes, debiera tener un límite en el número de hijos: no resul­taría justo que alguien decida tener, por ejemplo, siete hijos o más y pretender que toda la sociedad se los críe.

Después de releer tu carta, me tomo el atrevimiento de recomendarle a tu marido, que disfrute del "monstruo" que tiene la suerte de tener al la­do, que trate de ayudarte en la difícil tarea de ser madre, que Felipe también lo merece y que seguramente tú tratarás de com­pensarlo... ¿no?

Jorge Rodríguez Ozores


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* Quiero agradecer el espacio que han dado en el diario a la carta publicada el 2 de enero en la que Juliana Estévez for­mulaba un dramático reclamo de leyes que resguarden los de­rechos de las madres lactantes y sus hijos. Pero lamento pro­fundamente la indignante res­puesta que se le ha dado bajo el título de "Comentario". Allí, de manera ostensiblemente sexis­ta, se asocia reductivamente la demanda política de Juliana a la mítica "depresión post parto" y apenas se mencionan los recla­mos a los legisladores.

Lo más lamentable es que se propone como parte de la so­lución que los papás no miren de costado y asuman su rol. Es maravilloso tener pareja, pero es imperioso aclarar que esa cuestión no tiene absolutamen­te nada que ver con el reclamo de Juliana a las empresas y a Estado.

Reinterpretar la carta de Julia­na, (un reclamo por derechos), en términos domésticos, bioló­gicos y románticos, es aplicar la dicotomía público/privado de manera sexista y debilitar in­justamente la demanda de las mujeres. Indignante en espe­cial es la displicente conclusión esperando que pronto se gradúe de "mamá feliz".

Rocío Pérez


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* Me pregunto por qué se que­ja Juliana Estévez. Si eligió ser madre, que sea madre. ¿Alguien la obligó a serlo mientras busca­ba y/o trabajaba? Por nuestros actos siempre hay consecuen­cias. Por lo que yo hago, soy responsable. Basta de culpar al Estado, a las empresas o a la sociedad por cosas que nosotros en plena conciencia hacemos o dejamos de hacer.

El cuento de que una mujer "no se siente realizada" si no tiene un hijo ya es historia. Bas­ta de esos cuentos de viejas: re­accionen a los tiempos en que vivimos.

Misael Aguirre


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* ¡Cuánta realidad tiene la car­ta de Juliana Estévez! ¡Cómo la entiendo! Yo tengo una beba de casi 9 meses. Mi historia es diferente (ni peor, ni mejor), porque cuando estaba de un mes y medio de embarazo me quedé sin trabajo. Y al cumplir 3 meses mi gorda, empecé a golpear puerta tras puerta sin respuestas favorables hasta el día de hoy. ¡Terrible! Pude fe­lizmente completar la "lactancia exclusiva" durante los primeros 6 meses de vida, pero pensaba en los malabares de trabajar y ser madre al mismo tiempo... Una locura.

Leer la carta era ver un fiel reflejo de una misma... aunque mi situación está agravada por la falta de trabajo. Y por la can­tidad de puertas cerradas que encontré al tener una hija de meses. Otra locura, además de los tres meses de licencia. Locu­ras de nuestra loca sociedad que piden a gritos ser cambiada. A gritos. Me uno, pues, a la lucha de la señora Estévez.

Eugenia Bellota


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* Escribo para solidarizarme con todas las madres que, co­mo yo y "El Monstruo" de la carta del domingo 2 de enero, firmada por Juliana Estévez, di­vidimos el día entre nuestro hi­jo y la rutina diaria de trabajar, limpiar, salir a comprar...

Con Ramiro, que ya tiene 1 año y 7 meses, pasé por todo lo que Juliana detalló, pero puedo agregar algo más. No sólo "sos sindicalista" si te vas a horario durante la lactancia: también lo sos cuando tenés que irte para retirarlo del Jardín. No está bien visto faltar porque el nene está enfermo y no tenés con quién dejarlo.

Cómo se explica que haya jefes que se jacten de no haber cumplido su licencia ni haberse tomado el período de lactancia, siendo todo esto un ejemplo a seguir de una buena trabajado­ra. Cómo es posible que nadie se dé cuenta de que un bebé es algo delicado que necesita mu­cho cuidado y contención.

Alguien, por favor, que ayu­de para que los bebés sean lactantes hasta los seis meses, a las madres para poder faltar si nuestro hijo está enfermo. Y a los padres a tener sus 15 días por nacimiento de sus hijos, que los necesitan al igual que sus mujeres para recuperarse del hermoso pero agitado mo­mento en que traemos un hijo al mundo. e e

Anabella Lorenzo


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* La carta de Juliana no es fruto de la "depresión post parto". En este caso no se aplica y suena a machista. Si el editor lee bien la carta y si habla con algunas mu­jeres (de cualquier clase social) se dará cuenta de que Juliana solamente está desbordada.

En mi época si una iba al mé­dico y le contaba una situación similar le podían llegar a ofre­cer un calmante para tenerla tranquila o enviarla a ella sola a un psicólogo. Generalmente, no se incluía al marido en este tema ya que todo era fruto de la famosa depresión post parto.

No se reconocían (¿ni se reco­nocen ahora?) los aportes de la mujer no sólo en lo económico sino en toda la tarea de criar a los hijos. Hay estudios donde se calcula el valor del trabajo de la mujer solamente en la casa. Si alguien tuviese que contratar a una persona para suplantarla en todas las tareas que descri­be Juliana se vería en figurillas para poder pagarle. A lo mejor, el error de Juliana es que en las leyes que ella solicita no inclu­yan la licencia para los hombres para que la responsabilidad sea compartida.

Inés Curatella


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* Soy la mamá de Ramiro, de 5 años, y de Milena, de 3. Soy ama de casa. A la fuerza, pero feliz. Estoy más que 100% de acuerdo con las palabras de Juliana. Es más, al leer su car­ta sentí tanta angustia, dolor e impotencia como seguramente estaría sintiendo ella al escribir­la. Y yo no estoy pasando por la horriblemente denominada "depresión posparto".

Yo dejé de trabajar al tomar­me la licencia por mi segundo embarazo. Así es que mis anéc­dotas datan desde que me rein­corporé al trabajo a los 6 meses de mi hijo, hasta sus dos años y medio. Yo empecé a ser mal mirada por mis jefes cuando les informé que además de los tres meses de licencia, me tomaría otros tres meses sin goce de sueldo.

Ante el inminente nacimiento de Milena tuve que decidirme. Mi hijo Ramiro empezaba el Jardín, no pude conciliar hora­rios y renuncié. Soy profesional y estudié una carrera universita­ria para dedicarme a ella. Pero era una o la otra. Elegí a mis hijos. Y fue la mejor elección. Espero que alguien se encargue de que las futuras generaciones de madres que trabajan no se enfrenten a este dilema.

Verónica Lanati


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* Concuerdo en todo con lo que dice Juliana. Con su carta recordé mi propio caso. Había nacido mi segunda hija, Anabe­lla, que hoy tiene 26 años. Nació en septiembre y en noviembre tuve que retornar a mi trabajo y tomar exámenes. La licencia por maternidad ya era de 3 meses y un mes me lo había tomado an­tes del parto. Entre pañales, in­somnio, necesidades, trabajo y mi hogar, me planteaba ¿dónde está la liberación femenina?

Prof. Adriana Lenardón


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* Todas somos "mamás-mons­truos", como en la metáfora de la carta de Juliana Estévez.En distintos momentos, y por distintas razones. Yo muchas veces me siento así. Aunque haya puesto el cien por ciento de tiempo y energía en la tarea (complicada, pero maravillosa) de criar a mis tres hijos. Siem­pre parece que algo falta, siem­pre parece que es imposible cumplir con todo. Quizá, porque de hecho, lo es. Nadie puede.

Entonces aprendemos a orde­nar prioridades, a buscar enfo­ques novedosos, a barajar y dar de nuevo. Una y mil veces, las que hagan falta.

Con mi marido hemos forma­do una familia tradicional, como "las de antes." Donde yo estoy a cargo del trabajo del hogar, y él la pelea afuera. Cada uno en su frente, cada uno en su rol. La división fue naturalmente con­sensuada, y nunca dudamos de encararlo así, ya que habíamos deseado mucho tener a nuestros hijos y no queríamos depositar su cuidado en manos de otras personas.

Esto no ha sido ni es fácil. Mi esposo cuenta con dos empleos que le demandan casi todo su tiempo para poder llevarlo a cabo. Pero fue lo que elegimos, lo que sentimos, lo que creímos mejor para nosotros.

Y a eso voy. Cada caso es dis­tinto, cada familia lo es. Se trata de buscar la manera propia, el estilo que nos calce mejor para llevar adelante nuestro proyecto de vida.

En el caso de Juliana, me pa­recen legítimos sus reclamos. La legislación debería ser más benigna para con las madres. Es muy cierto que los bebés las necesitan a su lado. Las li­cencias deberían extenderse, también los horarios para ama­mantar. Estoy de acuerdo con lo que ella plantea. Sin embar­go, lo que más me llegó de su carta, fue sentirla desbordada -todas las madres lo estamos en algún momento- y saber que ese desborde juega en contra de la necesidad de conectarse con su bebé, de disfrutarlo... que inclu­so la puede llevar a perderse la magia de una etapa hermosa del crecimiento de su hijo.

Las que somos mamás sabe­mos que un hijo no es un me­ro anexo, alguien que se viene a sumar. Es alguien que nos transforma, que nos resignifi­ca, que llega para modificarlo todo. Y aunque la realidad no sea siempre color de rosa, ni si­quiera hace falta anotar en dos columnas el debe y el haber. El resultado de la ecuación lo cono­cemos de sobra.

Paola María Vicenzi


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* Querida Juliana, no te has transformado en un "mons­truo", como supones. No te creas nada de eso: ser padres es asumir un compromiso ante la vida, una responsabilidad supre­ma, un ocuparse y preocuparse. Y si tuvieras la depresión pos parto, ¿cuál es el problema? La maternidad, y todo lo que impli­ca el "ser madre y padre" no es un contrato comercial. Por Dios, ¿cuándo lo van a entender?

Por favor, Juliana.: sé vos mis­ma como madre, ya que cada minuto en el crecimiento de tu hijo va a ser distinto al siguiente. Según lo juzgo yo, las empresas y los gobiernos sólo se interesan por crecer ellos, los empleados y los habitantes de un país somos esclavos del sistema.

Convencéte, Juliana.: eres la mejor mamá del mundo. Dale la teta a tu hijo, jugá con él. Los "monstruos" son los que no te comprenden.

Rita de Angelis


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* Vuelvo a escribir por el caso de Juliana, el adorable "mons­truo", la mamá de Felipe, quien ya es como si formara parte de mi familia, un bisnieto mío. Creo que fue una muy acertada idea del diario de publicar este debate, con opiniones a favor y alguna -impensada- en contra, como la de Misael Aguirre, que me dejó perplejo. Con su crite­rio, si alguien sufre un accidente en la calle, lo atropella un auto, le cae una cornisa en la cabeza o es víctima de una "salidera ban­caria", no deberíamos preocu­parnos, ya que nadie está obli­gado compulsivamente a salir de su casa y andar por la calle. Y quien sostenga lo contrario, nos está "contando un cuento de vie­jas", según Misael.

Jorge Rodríguez Ozores


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* Soy Eliana, otra "mamá mens­truo", pero de "Joaqui", un bebé de 8 meses. Siento y pienso lo mismo que Juliana, la mamá de Felipe. Soy directora de una escuela rural unitaria y al termi­narse mi licencia por materni­dad sólo pude trabajar un mes y volver a sacar licencia por carpe­ta psiquiátrica.

Mi horario de trabajo es "estar ausente" desde las 10 hasta las 18.30. Cuando nos reintegramos a los empleos no pueden enten­der que nuestro cuerpo está en el trabajo, pero en nuestra cabe­za sólo hay lugar para nuestros hijos. No se puede entender qué nos pasa si no lo sienten. A pe­sar de todo, tengo algo bien en claro. Soy mamá de Joaquín y nada ni nadie puede ni podrá arruinar esta felicidad.

Eliana Yoia


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* Soy una lectora, madre y, ade­más, dueña de una pequeña py­me. Escribo por la carta de Julia­na. Estoy de acuerdo con lo que dice sobre el amamantamiento, ya que es una etapa muy im­portante para el crecimiento y el bienestar de nuestros hijos. Hace ya muchísimos años que la mujer en este país desempe­ña el rol de ama de casa, madre, esposa y trabajadora.

Yo, como dueña de una pe­queña empresa, puedo decir que hay demasiadas mujeres que toman el embarazo como una enfermedad, te bombar­dean con certificados médicos y pedidos de licencia. Tengo una persona trabajando que en los últimos dos años si trabajó tres meses es mucho. Yo pregunto: ¿quién cuida los derechos del empleador, al que si le presen­tan un certificado médico debe pagar el mes de trabajo comple­to? Además, hay que cuidarle su puesto de trabajo, y a veces es necesario tomar a otra persona para poder sacar adelante las ta­reas que realizaba la mamá con licencia. Pero resulta que al ser una pequeña pyme no cuento con esa posibilidad.

Entonces, las leyes deben ser iguales para todos. Hay que res­petar el derecho de amaman­tar al hijo y que le respeten su lugar de trabajo. Pero también las mujeres deben respetar a su empleador y no sacar beneficios a raíz de su estado. ¿No les pare­ce justo, ya que debemos contar con los mismos derechos?e e

Mary Aharonian


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* ¡Cuántas posturas divergentes surgieron con el tema del doble rol mamá-trabajadora! Tengo 20 años y estoy en el último año de abogacía. Cursé derecho laboral, y también pienso en mi posible futuro como madre. Y al ver a otras mamás (amigas, vecinas, compañeras), la verdad es que el panorama no es el mejor.

Veo, además de los exiguos plazos de licencia (¿para cuándo las reformas?), mamás que vuel­ven inmediatamente a sus tra­bajos por el bienestar presente y futuro de sus hijitos, que que­dan en una guardería, con una abuela, o con una niñera.

Entiendo que las mamás vuel­van a sus puestos porque, de re­nunciar, seguramente conseguir otro trabajo sea más penoso que haber dejado el primero. Entien­do que la mujer también quiera ser productiva y exitosa. Pero la naturaleza nos dio el papel de mamá a nosotras, y a veces creo que deberíamos replantearnos cuál es el verdadero bienestar de los nenes (según la edad que tengan). ¿Trabajamos para ellos, o para nosotras? Entre materni­dad y trabajo, pareciera que se elige al trabajo. Por el bien de la maternidad. Pero se elige al trabajo.

Stephanie de Alvez Miranda


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* Juliana, como primera cosa te cuento que no tengo hijos, por lo que mi opinión puede ser tomada como la de alguien que conoce el problema de "afuera". Entiendo lo que te pasa, pero hay algo de tu carta con lo que no coincido. Vos decís: "... me pregunto quién fue la feminis­ta que dijo que las mujeres po­díamos trabajar, criar un bebé, atender un marido y hacer las compras. ¡Es dificilísimo!" Plan­teado así, el problema obvia­mente es dificilísimo. Querida Juliana: Felipe es el hijo de los dos. La paternidad no consiste en llegar a casa y jugar un rati­to con el nene, luego sentarse a ver tele y esperar a que te sirvan la comida, luego pedir sexo y quedarte dormido. Acá no hay ley ni feministas que valgan. El machismo lo tenemos incorpo­rado tanto las mujeres como los varones.

En los países civilizados, no sólo tiene licencia por mater­nidad la mujer, sino también el varón, porque tiene derecho a estar con su hijo igual que la mujer. El hijo necesita de am­bos y no tiene sentido que te recargues vos sola.

Patricia Durruty


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* Soy mamá primeriza y em­pleada pública, amo mi trabajo y me siento privilegiada por po­der hacer algo que me gusta. Me encanta sentirme productiva, pero además necesito trabajar para ayudar con los ingresos. Al igual que las demás mamás que opinan en esta sección, "me siento un monstruo". Mi nena, Emma, nació hace dos meses, en poco tiempo se me termina la licencia y tengo que volver a mi jornada de 8 horas.

Emma nació, además, con un pequeño problema de salud y por eso estamos en este último mes haciéndole unos estudios y viendo si debe o no ir a una ope­ración. El pediatra cada vez que vamos me felicita por lo bien que está creciendo y todo a base de pecho. Me dice que continúe así por lo menos hasta los 6 me­ses ya que la leche materna es lo mejor que hay para que esté fuerte, pero la ley se contradice con esto al darme solamente dos meses de licencia luego del nacimiento.

Es terrible lo que se siente, por un lado estoy feliz de verla así de bien y por eso quisiera seguir dándole el pecho por al menos unos meses más. Y por otro lado, no puedo darme el lu­jo de dejar el trabajo o de pedir licencia sin goce de sueldo.

María Clara Tolchinsky


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* No va a ser nada fácil que me comprendan. Seguramente, esta carta será muy criticada. Tengo casi 45 años y tres her­mosos hijos de 23, 22 y 16. Y me divorcié dos veces. Trabajo desde que tengo 18 años. Luego de mi segunda separación, tuve que trabajar de lunes a domingo (3 trabajos) para poder pagar el alquiler, llevar la comida a casa y todo lo que ustedes ya saben.

Tengo la suerte de contar con mis padres, que valen oro, quie­nes siempre me ayudaron a cui­darlos. Tal vez sea cierto que no pude disfrutar verlos crecer, o al menos todo lo que me hubiera gustado. Pero más de una vez me disfracé en algún acto esco­lar e hice cosas locas arriba de un escenario.

Cada vez que abro la sección, me encuentro a una madre pro­testando, culpando, renegando porque se volvió "un monstruo" después de la maternidad. Se las nota exasperadas, hasta me lla­ma la atención que una madre haya escrito "mi marido me pi­dió el divorcio". ¿Fuerte, no?

Con toda humildad, digo: ¿no será que el problema es de uste­des? Es cierto que las mujeres sufrimos cambios luego de ser madres. Es bárbaro tener la co­la en la nuca y los pechos en el mentón, salir a bailar, cenar con amigas, ir al gimnasio ... ¡Tantas cosas! ¿Y se extrañan, eh? Pero elegimos, los mocos, el llanto, el Jardín, los pañales, la facultad, el abrazo, los logros, los fraca­sos. Elegimos ser mamás.

Bajen un cambio chicas. Si dentro de 10 años su hijos leye­ran lo que ustedes escribieron hoy, ¡seguramente no serán abuelas nunca!

María Fabiana Piccirilli


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* Ni Juliana Estévez ni Soledad Cejas, entre las tantas mamás que se sintieron haberse con­vertido en "monstruos" con su maternidad reciente, lo son en realidad. Lamentablemente, nuestra sociedad es machista, las decisiones son machistas, las leyes son machistas y hasta muchas mujeres razonan y se angustian a partir de conceptos que no son ni más ni menos que machistas.

Un ejemplo de ello es que muchas mujeres se sienten im­productivas por poder tomar la decisión de quedarse durante un lapso finito al cuidado de su/s hijos en lugar de dejarlos al cuidado de terceros. Y digo "poder tomar la decisión" por­que en muchos casos, aunque quisieran hacerlo, no les es po­sible ya que son parte del sostén de la economía familiar.

¿Nuestros legisladores, em­presarios y sociedad toda tienen una idea de la importancia psí­quica-física del amamantamien­to y contacto la mayor cantidad de tiempo durante el primer año de vida? El día que nuestra sociedad toda -y se lo exija a sus representantes en el Congre­so- comprenda que el futuro de nuestro país depende muchísi­mo de los cuidados de los pri­meros 7 años de vida, habremos dado un paso inmenso.

Al nacer Iván, que ya tiene 8 años, con nuestra esposa deci­dimos que era más importante estar con él, brindándole todo lo necesario, que volver al mercado laboral. Ante la tentación de con­tar con un mayor ingreso que nos permitiera la satisfacción material pudimos elegir y lo hi­cimos por el futuro de Iván.

Fernando Franco


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* Cuando leí la carta de Soledad Cejas, del 6 de marzo ("Yo tam­bién soy un monstruo"), inspi­rada a su vez en la de Juliana Estévez, que disparó toda esta cuestión, me sentí identificada y por eso escribo.

Espero que mi relato sirva pa­ra que las mujeres nos demos cuenta de que necesitamos leyes que nos protejan más. Estamos viviendo en un "neo machis­mo" donde con otras reglas la mujer continúa sin derechos, discriminada y "pareciendo un monstruo". En mi caso, soy profesional, médica, tuve que cursar la especialidad estando embarazada y hasta el último mes debí realizar guardias de 24 horas, lo cual me parece una barbaridad.

Las guardias de las médicas embarazadas deberían ser de 6, 8 horas para poder ir a su casa a descansar. Además, ni bien nació mi bebé sólo me dieron 45 días de licencia, por lo que necesito ir a una guardería, con las consecuencias de un destete temprano.

Es una gran paradoja de la vi­da, porque son los mismos or­ganismos que claman a viva voz estar a favor del niño y de la fa­milia. Sumo también mi granito de arena para ver si algun políti­co, o política, aporta un proyecto de ley para hacer más llevadera la situación de miles de madres médicas y de sus hijos.

Monica Segurado


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* Renuncié a mi trabajo. ¿Me gustaba? Sí, mucho. ¿Ganaba bien? Lo suficiente. Sólo pedí permiso para ir junto a mi es­poso al primer día de clases de nuestra hija. Me dijeron que ambos (trabajamos en la misma empresa y sector) no podíamos ir. Sin dejar de mencionar que tampoco podía ir a la adapta­ción ni a la entrevista con la maestra.

Me sugirieron que enviara a otra persona en mi lugar. ¡Otra persona! No me tembló la voz para decir que me iba, tampoco me tembló el pulso para firmar el telegrama de renuncia. Me gustaría decirles a las mujeres que están viviendo una situa­ción similar que no se dejen llevar, que nada las aparte de su camino, el que sea que hayan elegido.

La naturaleza nos ha dado el don de ser madres, hasta ahora entiendo que no nos han podi­do reemplazar con nada, ni con nadie. ¿Contra quién estamos luchando? ¿Qué es lo que que­remos ganar? ¿Igualdad? No se engañen, no somos iguales, no tenemos que ser iguales. Esa maravillosa diferencia es la que da continuidad a la vida.

No critico a las mamás que pueden manejarse de otro mo­do, tomar un avión e irse, no estar presentes un cumpleaños, un Día de la Madre, un primer día de clases ... Lo que no en­tiendo es porqué hoy en día sos más piola y canchera si sos de ese modo que si sos, o pretendés ser, una "mamá a la antigua".

Yo trate de ser una excelente profesional y una mamá "de las de antes" y no pude. Y que me perdonen las grandes corpora­ciones, pero ... yo llevo a mi hija al médico si está enferma, yo voy a su primer día de clases y también puedo sentarme con la mamá de fulanito a hacer mu­ñequitos de goma eva.

Finalmente, ¿saben qué más puedo hacer? Puedo ser una ex­celente profesional. Pero no se olviden de que están hablando de la misma persona.

En caso contrario, llegado el momento, puedo mandar a "otra persona" en mi lugar. ¿Qué les parece?

María Eugenia Berges


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* Estoy embarazada de cuatro meses, y quiero sumarme al reclamo de las "madres mons­truo". Trabajo en una empresa como administrativa y desde que anuncié mi embarazo, co­menzaron a hacerme la vida imposible.

En este poco tiempo atravesé varias dificultades. Los primeros tres meses, por ejemplo, estuve muy mal, con náuseas, presión muy baja, deshidratación, y eso me obligó a hacer reposo y faltar varios días.

Como en tantos otros casos que supe o leí, a pesar de que presenté a tiempo todos los cer­tificados, es constante el mal­trato psicológico por parte de los directivos de la compañía, al punto de haberme sacado todas las tareas.

Igual me presento en la ofici­na las nueve horas diarias, por temor a que me despidan. Es duro pasar los días de esta ma­nera y confieso que este método de desgaste comienza a afectar­me y me siento humillada.

Gracias a mi marido, mi fa­milia y a todos aquellos que disfrutan mi embarazo, manejo el estrés, pero debo admitir que en la compañía me hacen sentir "un monstruo".

Raquel Lezza


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* Les relato parte de mi vida. Tengo 69 años y durante 32 me desempeñé como docente mien­tras criaba tres hijos junto a mi esposo, empleado de comercio. En aquel tiempo, contaba como única ayuda con un lavarropas que solamente lavaba. La escue­la en la que estuve por 12 años quedaba lejos. Y debía viajar la mayor parte de las veces ha­ciendo dedo por no haber un transporte que sus horarios se adecuaran a nuestras necesida­des. O sea, pasaba más tiempo fuera de casa que en ella.

Los niños concurrían a clases en el turno en que yo trabajaba, pero a otro establecimiento más cercano y nos reencontrábamos a nuestro regreso. Sin embargo, con amor podía dedicarme a mis hijos, ver sus avances esco­lares, las tareas hogareñas y todo lo que implica una familia.

No debo negar que muchas veces fue a costa de horas de sueño. Pero nos casamos con amor, tuvimos nuestros hijos como su fruto y nos dedicamos a nuestra familia sin reprochar­nos que no se podía salir tanto como era deseable ni vestir a la última moda.

Me parece que las mujeres jó­venes no están preparadas para asumir sus responsabilidades. Creen que todo es un eterno noviazgo, sin responsabilidades. Yo tenía 21 años cuando nació mi hija mayor y todo lo que hice lo aprendí sobre la marcha, pues fui hija única y mimada.

No me arrepiento de nada, no creo haberme sacrificado, pues enseñar y cuidar a mi familia, como a mi esposo, que falleció hace dos años, fue muy impor­tante. Ellos fueron mis grandes amores, después del profesado.

Hoy, con mis hijos ya casados, y siguiendo ese ejemplo, recibo a mis amados nietos. Por eso, encarecidamente, mujeres, les pido que recapaciten: ¿qué hay más importante que la vida, el amor, la familia? Sólo con esos valores podremos avanzar. Lo demás son cosas superfluas.

Etel Meresman


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* Soy otra "mamá monstruo", a pesar de que nunca quise con­vertirme en eso. Esperé mi ma­ternidad, porque ahora las mu­jeres por razones laborales pen­samos en qué momento quedar embarazadas, nada es al azar. Sé que hay mujeres, como dijo en una de las cartas publicadas la señora Mary, que usan la mater­nidad como "una enfermedad" y un medio para conseguir otros beneficios, pero la mayoría va al laburo con mil problemas, con pocas horas de sueño.

Es muy duro ser mamá en esta sociedad. Todo depende de qué es lo que te quiere dar la empresa o tu patrón. Además, seguimos en una sociedad ma­chista. Nadie entiende lo que es trabajar 9 horas, y seguir con la casa, la comida y los hijos.

Y aunque tengamos un mari­do que sea un modelo de virtud, muchas veces ocurre que los horarios de ellos son más exten­sos, lo cual nos deja solas la ma­yor parte del día. Sé que si nos amplían licencias y derechos, lo que va a pasar es que nadie con­tratará mujeres. Lo sé por mi experiencia. Por lo que sólo me animo a pedir a nuestras muje­res del Congreso que armen un proyecto para la extensión de los meses de maternidad.

Hoy en día la ley nos obliga a dejar a nuestros hijos con dos meses, o menos. Y supuesta­mente tenemos que amaman­tarlos hasta los 6. Dudo que al­guien que trabaje 9 en Buenos Aires lo logre. Tener la posibi­lidad de una jornada reducida, de 6 horas, hasta completar esos 6 meses, la verdad que esto me interesa más que el famoso año de lactancia. A veces me miro y pienso: ¿esto es la liberación femenina? Creo, mujeres, que nos equivocamos de camino.

Gloria C., mamá de Donato


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* Yo me mudé de Chacabuco a Salto. Cincuenta kilómetros es poco, ¿no? Pero aunque no lo crean en aquél momento, hace 7 años, no había medio que co­municara ambas ciudades. Era como estar en El Cairo. Estába­mos solos. A eso le agregamos que en esta ciudad recién este año encontré una guardería de 8 a 12 y de 13 a 17. Claro que el tema es que yo dejo mi trabajo a las 17.30.

Sumemos algo más, en esta ciudad está Arcor, tomadora de mano de obra femenina, con lo cual quedan pocas mujeres para que cuiden los niños. Soy contadora, y tengo ganas de pro­gresar, vine con muchas ilusio­nes. Pero el hecho de tener hijos limita. Hoy soy una trabajadora de 9 horas, reduje mis jornadas porque me di cuenta de que lo importante es mi hijo. Espero que sigan publicando las cartas, creo que tal vez en este año elec­toral algo vamos a conseguir. ¡Gracias por darnos un lugar para opinar!

Gloria Bracchi


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* El año pasado Clarín me pu­blicó una carta ("Ser mamá es una desventaja") en la que co­mentaba que para los empleado­res el hecho de que una mujer tuviese hijos, era un problema. Y que por eso desistían de tomar a la persona. El año pasado dejé de buscar trabajo: estaba harta de estar explicando que tenía una hija pequeña (9 meses) y que por esa razón ya me mira­ran con mala cara. Era más que obvio que no iban a tomarme en los trabajos.

Este año, desde hace un par de semanas, estoy nuevamen­te buscando trabajo y tuve que mandar a mi hija, que hoy tie­ne un año y medio, a un Jardín maternal con jornada completa: ingresa a las 9 y sale a las 19.

De todas maneras, cada vez que voy a una entrevista siguen preguntándome la edad de mi hija. Eso es realmente es estre­sante y me colma de nervios. No sé qué es lo que pretenden que las madres hagamos. Hoy las mujeres tenemos miedo, miedo de hablar y por eso ser excluidas. Lo único que espero es que este año no sea igual al anterior, y que no tenga que vol­ver a mandar una carta a Clarín, pero con otro título: "Terror por ser mamá"....

Marisa García


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* ¡Cuánta verdad en cada una de las cartas publicadas en Clarín! Son un reflejo inalterable del padecimiento de tantas muje­res-madres que deambulan con la carga dolorosa y las preguntas sin respuestas.

Yo también, en mis años jóve­nes, me peleaba con mi destino por la inmensa necesidad de un trabajo digno que me facilita­ra el "honor" del bienestar tan necesario para mi familia, y la presencia de mis amados hijos, a quienes solamente yo respeta­ba y auxiliaba.

Tantas veces me vi en la triste realidad de mentir, fingiéndome sin hijos con la única intención de acceder a aquello que las ur­gencias me demandaban: casa digna, comida y educación para quienes esperaban de mí tan só­lo un cuidado.

Pasaron los años, digamos que alrededor de treinta. Avan­ces espectaculares en la ciencia, en la tecnología, inversiones fabulosas que sólo sirven, en al­gunos casos, para engrandecer sistemas demagógicos, pero to­davía con infinidad de "cuentas pendientes".e e

Hoy disfrazan esa tristísima realidad apuntando irónicamen­te a un subsidio por maternidad, mientras que olvidan establecer una legislación acorde con las expectativas actuales. Mi hija también se ha convertido en "un monstruo" (y ya pasaron 28 años). ¡Cuánta impotencia, cuánta injusticia junta!

Rita Acosta Villafañe


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* Tengo casi 60 años, soy ma­dre de dos hijas adultas, 28 y 31 años, profesionales, ejecutivas. Cuando nacieron, yo trabajaba en un Banco como profesional, y le pregunté a mi madre: "¿Me las cuidás"? Ella me dijo: "Bue­no, no queda otra, tenés que se­guir trabajando". Ella, maestra jubilada, me crió detrás de una pila de 40 cuadernos y nunca sentí su falta de cariño. Estuvo.

Nunca sentí culpa por dejar a una primero y a la otra después. Se criaron bien, lo siento así. No les di cantidad de tiempo, pero sí calidad. A la mañana, el desayuno, siempre. A la noche, cuando se acostaban, las arropa­ba. Y los fines de semana eran todos para ellas.

¿Qué les pasa hoy a las ma­más jóvenes? ¿Es mucho todo, pedir ayuda les cuesta mucho? No sean autosuficientes. Hijas, amigas del siglo XXI, sacrifi­quen tiempo, den la teta, pón­ganse una gota de "perfume", traten de estar bien. Sean ma­más piolas, no se apabullen. No pierdan los estribos. Porque si esperan que los legisladores de este país se parezcan a los de Europa del Norte, sus hijos van a estar cursando la Univer­sidad.

Rosario Penjak


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* Soy mamá de 3 hijos, la ma­yor de 10 años, el menor de 6 y mi hija del medio tendría ahora 7 años. Cuando ella nació ne­cesitaba seguir trabajando y la mandé a un Jardín maternal, que ofrecía mucha experiencia y personal idóneo. Al cuarto día de adaptación, mi beba dormía y se ahogó con su propio vómito. Más allá del dolor infinito, jun­to a otras familias nos reunimos para pedir el beneficio de una li­cencia más extensa, para poder cuidar "nosotros los papás" a nuestros hijos. Pero cómo tan­tas otras leyes que parecen "no ser importantes", quedó con una media sanción, hace años ... Seré un "monstruo", pero segui­ré luchando por esto, en honor a "mi Angel".

Elena Fornari
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