lunes, 18 de julio de 2011

Vivís atada a tu amiga?

Hay quienes juran que no sólo pondrían las manos en el fuego por sus amigas, sino que además serían capaces de dar la vida por ellas y defenderlas en cualquier situación. Otras, por el contrario, prefieren construir relaciones menos estrechas y evitar el “todo o nada” que suponen ciertos parámetros amistosos. Los terapeutas aseguran que la amistad es un vínculo complejo, que demanda un gran trabajo de construcción, mantención y límites. Y vos… ¿de qué sos capaz –o no– por ellas.

Sí, confieso que he mentido por una amiga. “Hola, ¿Mari está con vos? ¿Me la pasás?”, preguntó cierta noche la mamá de Marina del otro lado del teléfono. Teníamos 17 años y yo, que sabía que ella pasaría la noche con su novio, respondí: “¡Ay, justo está en el baño! Pero cuando salga le digo que te llame”. Acto seguido, busqué a mi amiga por cielo y tierra para que se reportara en su casa. Mari llamó, la mamá nos creyó, todos contentos. Pero el asunto, desde ese entonces, no dejó de inquietarme: ¿hasta dónde había que llegar en nombre de la amistad?

Es que ser o no ser buena amiga es la cuestión, pero la duda radica en cómo serlo. Decidir si salir en bata y camisón a las tres de la madrugada para consolar a una de las chicas que acaba de discutir con su novio; viajar cientos de kilómetros para visitar a otra que decidió –después de farras varias– hacerse budista e irse a meditar a las sierras de Córdoba; aconsejar al resto en charlas telefónicas durante horas y quedar en tomar cafés, cervezas y limonadas, de acuerdo a los gustos personalísimos de cada una. Prestarles ropa y plata; cambiar la fecha de vacaciones sólo para acompañarlas; llorar y reír juntas, o simplemente permanecer a su lado, en silencio. Un trabajo intenso es el de ser una de esas amigas “de fierro” que cotizan tan bien en el imaginario popular. Una tarea que, sin embargo, las protagonistas no siempre viven de modo “amigable”. “Hay veces que mis amigas me agotan. O sea: las adoro y me encanta juntarme con ellas, pero por momentos me exigen tanta atención que no doy abasto… ¡A lo mejor lo que pasa es que me sobran un par de amigas!”, expresa Dolores Fernández (26), mitad en serio, mitad en broma, y explica que su pruebita máxima de amistad fue cuando Soledad, su gran amiga desde la escuela primaria, le hizo un extraño planteo: “Yo había empezado a salir con un chico y ella de repente se puso rara, como esquiva. Un día le pregunté qué le pasaba y me explicó que sentía que le estaba dedicando menos tiempo por culpa de mi novio. ¡Y no era cierto! La mala onda se le pasó cuando la relación terminó, de hecho parecía feliz de que él me hubiera dejado. Al principio me enojó su actitud, pero después me di cuenta de que ella era así, que no iba a poder cambiarla, y entonces la perdoné. Y desde ahí seguimos siendo tan amigas como siempre”, relata Dolores cuyo grupo de pertenencia incluye la módica suma de diez amigas, cada una de ellas con sus propios reclamos e inquietudes, no siempre fáciles de satisfacer.

“Estar solteras nos da más tiempo para las amigas, pero ¿qué pasa cuando ya no estamos solas? y ¿cómo hay que manejarlo? ¿Se puede hacer algo para no descuidar amigas ni pareja? ¿Qué pasa cuando las amigas son demasiado demandantes? ¿Hay que poner límites, pelearse, quererlas tal como son? El ideal romántico suele señalar que hay que dar la vida por las amigas, pero ¿cuál es el límite? ¿Cómo se mide una buena relación de amistad? Si viniera al consultorio una paciente con estas preguntas, abordaría en primer lugar qué le pasa con las demandas en general, por qué se siente, al estilo de Tupac Amaru, arrastrada en direcciones opuestas por la pareja y por las amigas, de dónde incorporó la idea tan imperativa de tener que dar la vida por ellas. Porque en definitiva la vida debe darse a la vida, al propio deseo. Pero no estoy proponiendo una postura egoísta y sin consideración de los afectos; estamos aludiendo a situaciones de extrema demanda y al sentimiento de tironeo que desemboca en un conflicto angustioso. Entonces, le preguntaría a esta generosa dama qué problema habría en no responder a cada una de las demandas que le llegan de los otros. Si ella pretende satisfacer a cuanta persona la rodea, quedar bien a los ojos del prójimo, ser cumplida y recibir elogios y palmadas en la espalda, entonces aquella amiga que tanto la demanda se tornará una tirana. Ahora bien, esta mujer demandada no es ninguna pobrecita. En un sentido dice sufrir el acoso de alguno de sus prójimos, pero al mismo tiempo se erige en la todopoderosa capaz de dar todo lo que tiene por los otros. Parece no poder mostrar sus propias necesidades y limitaciones. El hecho de poder reconocer los propios límites y deseos hace que pueda elegir libremente los momentos de estar con cada quien y crear las condiciones de un posible encuentro acorde a cada relación, asumiendo a su vez que no siempre será aplaudida por las resoluciones que tome”, considera la licenciada Viviana Kahn, psicoanalista y autora de los libros Mi libertad por un novio y Agenda para solteras (Plaza Janés).

En un popular foro de preguntas y respuestas de Internet, una usuaria desesperada cuenta su experiencia y pide ayuda bajo el nickname “Venexiana”: “Tengo una amiga de la facultad que se ha vuelto muy dependiente de mí y trata de absorberme todo el tiempo sólo para que la escuche y la comprenda. ¿Qué hago?” Las respuestas de los demás internautas coinciden en aconsejarle, desde el sentido común, que salga corriendo lo antes posible de esa relación porque se ha topado con un caso típico de amistad viciada.

AMIGAS SON LAS AMIGAS. Lourdes Salas (37), asegura que lo peor que le tocó vivir en ese terreno fue que una amiga la echara de su vida alegando que el vínculo entre ambas se había tornado insoportable. “Sentí que se me caía el mundo abajo porque éramos muy apegadas, pero con el tiempo me di cuenta de que eso que yo creía que era una amistad entrañable se había convertido en una cárcel para las dos. Yo siempre trataba de hacerla sentir culpable para que me prestara atención y me acuerdo que aquella vez me enojé porque no me podía acompañar a una fiesta. Le dije: ‘¡Yo te llevé al médico y vos sos una egoísta que no sos capaz de hacer el más mínimo esfuerzo por mí!’ Ahí fue cuando dijo basta y me pidió que no nos viéramos más. Después entendí que la amistad no necesariamente debía ser a todo o nada, sino que permitía matices”, afirma Lourdes, quien confiesa que la vivencia de esa situación límite le abrió los ojos a tiempo y le permitió recuperar la relación con su amiga desde una perspectiva nueva.

Cierto es que no todas viven la amistad del mismo modo, y mientras hay quienes cosechan relaciones al mejor estilo Roberto Carlos –ese gran pionero de la aglomeración amistosa– también están aquellas que prefieren pocas y buenas, para contarlas con los dedos de una mano. Y tampoco faltan aquellas que apuestan compartir sólo un té de vez en cuando, o comunicarse vía messenger o por mail, sin que cultivar la relación signifique incurrir en grandes proezas. Porque, ¿quién establece las reglas de la amistad? ¿Acaso hay mandamientos escritos que indiquen cómo ser buena amiga? “La amistad es la más libre de las relaciones. Nace y se sostiene desde la libertad de elegir y ser elegido. Lo que determina la elección de los amigos es algo del orden de lo inefable, de lo enigmático. Pero seguramente el proceso de identificación está presente. Nos conocemos a través de los otros, con quienes nos identificamos. El amigo es un semejante en el que vemos reflejada nuestra forma de ver el mundo. Si bien en la elección de un amigo la identificación es esencial, las exigencias de respeto y tolerancia a las diferencias que nos constituyen como seres únicos, son imprescindibles. La afinidad con el otro, a veces clara y consciente, y otras más oculta, tiene su origen en los vínculos familiares más primarios. El amigo asume frecuentemente el lugar atribuido, real o fantaseadamente, a la imagen fraterna. Los intensos sentimientos que despiertan los amigos derivarían, transformados, de los que se mantuvieron con los hermanos, con toda la carga de ambivalencia que tienen. La importancia que en la vida tiene la amistad surge de las mismas condiciones que determinan su existencia”, sostiene la licenciada Ana Norma Delgado, psicóloga, psicoanalista y miembro titular de APA.

FINAL ABIERTO. “Es en la amistad donde se desactivan en gran medida las relaciones de poder. Estas impiden su surgimiento y su preservación. Pregunta Nietzsche: ‘¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo. ¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos’”, enfatiza el doctor Luis Kancyper, psicoanalista autor del libro La pasión de la amistad, un texto inspirado en la célebre frase de Jorge Luis Borges “Creo que la amistad es la mejor pasión argentina”.

El film Single White Female (que se estrenó en nuestro país en 1993 bajo el nombre Mujer soltera busca), narra la historia de una joven y exitosa neoyorquina que decide compartir su nuevo departamento. Para lograrlo, pone un aviso y entrevista a varias candidatas, hasta que parece dar con la indicada: una chica de apariencia amigable, con quien entabla una estrecha relación. Pero con el correr de la trama, la –en apariencia– adorable compañera de piso se transforma en una amiga desquiciada, dispuesta a todo con tal de acaparar la vida y el cariño de su compañera. Lejos de toda ficción, la realidad ofrece un sinfín de situaciones flexibles a la hora de cambiar pautas de convivencia y mejorar el ida y vuelta de este vínculo afectivo.

Enrique Ernesto Febbraro, el psicólogo argentino reconocido mundialmente por instalar el 20 de julio como Día Internacional del Amigo (que falleció en 2008 a los 84 años), le dijo a Para Ti en una de sus últimas entrevistas: “Es vital poner pautas claras desde el principio, para que nuestro amigo entienda cuál es el límite de lo tolerable. Una amistad tiene sentido sólo si prevalecen los gestos nobles y el amor desinteresado. Si una persona sólo busca la propia satisfacción a la hora de hacer amigos, entonces no está a la altura de las circunstancias y la mejor terapia que uno puede hacer es la de tomar distancia”. Sabias palabras que acompañó con un saludo final, con motivo de celebrar en aquel momento el día que él mismo supo instalar: “Feliz día para todas aquellas mujeres capaces de ser y dejar ser amigas de verdad”, se despidió. Y su mensaje iba a quedar para siempre.


Para Ti. Textos: María Eugenia Sidoti.