viernes, 16 de julio de 2010

Aprender a amar

Proclamar el amor es una de las cosas más importantes en nuestra vida y sólo cuando amamos habitamos el presente, pero nos equivocamos cuando lo tomamos como algo natural. Porque, de acuerdo con la psicóloga Isabel Menéndez, se trata de una construcción psíquica que hacemos en los primeros cinco o seis años, de una conquista personal que requiere esfuerzo.

Seguramente un montón de preguntas sobre el amor te han cruzado por la mente ¿Podemos amar si no hemos sido amados? ¿Hay personas incapaces de querer? ¿Por qué se tiene miedo al amor? ¿A quién se teme, al otro o al deseo propio? ¿En qué se diferencia el enamoramiento del amor? ¿Por qué surgen los celos incontrolables? ¿Se puede perdonar una infidelidad?

Sobre éstas y sobre otras muchas preguntas la psicología ha planteado diversas respuestas, y la psicoanalista Isabel Menéndez habla sobre este tema en su libro "La construcción del amor", con la autoridad que le dan una práctica clínica de 30 años y un trabajo de divulgación que le ha valido un premio del Colegio de Psicólogos.

Conocerse a uno mismo

Para poder amar es necesario despertar el interés por el conocimiento de uno mismo, porque hay mucha gente que nunca puede disfrutar de lo que tiene y la verdadera liberación es conocerte.

La construcción del amor pretende como primera cosa transmitir que el amor se aprende y que no tiene nada que ver con lo natural o lo biológico.

"El amor es una construcción psíquica que tiene mucho que ver con el deseo y que se organiza en los primeros cinco o seis años, cuando se desarrollan las identidades y las identificaciones que hayamos hecho con el padre y la madre", explica esta autora.

Después, en la adolescencia, todo se mueve, pero en la infancia organizamos psíquicamente nuestras elecciones amorosas, y la familia es la base donde se construye el modo en que vamos a relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.

La importancia de las primeras relaciones

De ahí la importancia de cómo hayan sido esas tempranas relaciones con nuestros padres, con nuestros hermanos y con todas las personas allegadas a nosotros.

En ese sentido, cabe decir que, si bien no existe la madre perfecta, será suficientemente buena, aquélla capaz de darle a su hijo las muestras de afecto que le permitan desarrollarse armoniosamente:"Una madre es mejor o peor dependiendo del espacio que deje a su hijo para que se construya como ser humano, más allá de su cuidado y protección", de acuerdo con la psicoanalista.

Si ha habido sobreprotección por parte de la madre, habrá sido el efecto de un sentimiento de abandono que tuvo en la infancia: "La niña desamparada que lleva dentro tiene miedo siempre, y ve a sus hijos como seres indefensos, sin recursos para salir adelante", pero, avisa esta experta, esa sobreprotección sólo favorecerá la sobredependencia de ellos y el que no puedan tomar decisiones propias.

Los ataques de hambre en ciertos desórdenes alimenticios en edades más adultas pueden ser indicio, en cambio, de hambre de amor de la madre, y los vómitos, un intento de expulsar algo que psicológicamente no podemos digerir.

En cuanto al padre, "es un referente para la construcción de la identidad sexual" y su función, más relacionada con la psicología que con la biología, consiste en acompañar ese crecimiento protegiendo a los hijos pero, a un tiempo, poniéndoles reglas y límites que les hagan crecer con autoestima e interiorizar una moral.

Miedo al compromiso y al abandono

Y, ya como personas adultas, ¿a qué miedos nos enfrentamos cuando estamos tratando con el amor? Pues, principalmente, al miedo al compromiso, al miedo al abandono, a que invadan nuestra intimidad, y a perder la libertad.

Como primera medida, nos conviene saber que la persona a la que amamos siempre nos va a decepcionar en algo, lo que ocurre es que, para seguir creciendo como individuos, debemos tener bien presente que la pareja la componen dos, y dos bien diferentes.

Dos, que lo mejor que pueden hacer para que ese motor de la vida que es el amor se mantenga fresco y fragante, es alimentarse cada uno lo más independientemente posible, y luego compartir con su pareja eso que ha sabido cosechar por separado.

"Tienen que poder estar solos, ser dos, para poder estar juntos, para poder ser como un uno".

Los celos

Sobre los celos, que tanto perjudican las relaciones amorosas, opina esta psicóloga que suelen tener que ver con un bajo concepto de uno mismo, y van desde los proyectados, en los que el celoso refleja en su pareja lo que no quiere reconocer en sí mismo, y los delirantes, donde crea situaciones con las que seguir alimentando su fantasía de infidelidad.

"El adulto tiene que aprender, por ejemplo, que cuanta más tolerancia tenga consigo mismo, incluso con sus defectos, más tolerante será con el otro, menos miedo tendrá a amar y más gratificante le resultará la vida".

El amor requiere tiempo

El flechazo es rápido, pero el amor necesita tiempo, la sociedad quiere mucho y muy rápido pero aguanta cada vez menos frustraciones.

Hay gente que es muy narcisista y es incapaz de amar, y hay mucha gente que tiene miedo a amar y que puede optar por la soledad o por saltar de pareja en pareja, quedándose sólo con la primera parte de la relación por temor a sufrir mucho y a perder libertad.

A estos esta psicóloga los considera "prisioneros de conflictos que no les dejan alimentarse con el otro" y que "tienen miedo por razones psíquicas inconscientes", pero una forma de que se sientan alentados es mirar para adentro para poder aceptar las limitaciones y los deseos propios, "porque es ahí donde está la verdadera fuerza del yo adulto".

El principal problema con el amor es que nos da miedo investigar lo que tenemos y quienes somos.

Esmas-derf