sábado, 28 de mayo de 2011

Tengo registro, pero no manejo

De chicas, soñamos con ser como Penélope Glamour, de Los autos locos, y manejar un descapotable, ataviadas con casco y unos anteojos de sol divinos. Pero lamentablemente, para la mayoría, eso está lejos de ser posible. Nosotras tenemos que conducir mientras pensamos en las diez millones de cosas que tenemos que hacer, por calles y autopistas caóticas, sin olvidar que a veces llevamos medio jardín de infantes jugando, cantando o gritando en el asiento de atrás; o lo que es peor, tenemos sentado como acompañante un novio, un marido o un padre cuyas únicas palabras son "cuidado" o "frená".

Frente a este panorama, muchas mujeres optan por no usar el auto. Ellas son las que -pese a saber manejar, tener registro (para lo cual hicieron cursos y más cursos) e incluso auto- "prefieren" movilizarse en taxis, colectivos, subtes y todo aquel transporte que se les cruce en el camino, todo sea por no sentarse frente a un volante; o bien manejan, pero descartan absolutamente la posibilidad de entrar en una autopista, cruzar un puente extenso o estacionar. ¿Formás parte de este selecto grupo? Informate y repensá tu abstinencia automovilística.

No estás sola

Si bien seguramente estás convencida de que sos la única persona en el universo capaz de tener un auto y no usarlo, como ocurre con muchas otras, la amaxofobia (miedo a conducir) es más frecuente de lo que creés. De hecho, varios estudios realizados en el exterior y en el país indican que el 33 por ciento de la población sufre esta problemática, y que de esa parcialidad, el 21 por ciento son mujeres. No sólo las chicas le tenemos miedo al volante. Las investigaciones y los profesionales remarcan que los hombres también padecen amaxofobia, aunque su forma de exteriorizarlo es muy diferente de la nuestra. Mientras que nosotras nos ponernos a llorar en medio de la avenida Cabildo, ellos optan por insultar al auto de al lado o, incluso, llegar a las manos.

Analizá tus razones a fondo

Generalmente, la decisión de no manejar es personal y está fundamentada en la incomodidad, la responsabilidad y el gasto que implica tener un auto, o simplemente en la falta de ganas. Pero también puede ser consecuencia de algo interno: el recuerdo de una experiencia traumática de la infancia, la adolescencia o el pasado cercano que vos podés haber protagonizado, provocado o simplemente presenciado. Según lo que recomiendan tanto los psicólogos como los instructores de manejo, este tipo de situaciones tiene que ser abordado específicamente y antes de comenzar el decimoquinto curso consecutivo en la misma autoescuela de hace diez años, en la que ya todos te conocen, ¡y hasta te hacen descuento!

No es imposible

"Estudié, me recibí, me casé, soy exitosa en el trabajo y me ocupo de educar a mis hijos, pero no puedo llevarlos al colegio en mi auto." ¡Dejá de ponerte presiones! No está mal pensar que hay algo que "no podés" hacer, porque justamente ése es el primer paso para empezar a cambiar la situación. Quiere decir que, después de enojarte con vos misma y de enfrentarte con la realidad de que algo te falta -puede ser, por ejemplo, el hecho de tener que viajar incómoda a tu trabajo cuando sabés que un auto te facilitaría las cosas-, por más que tengas que recurrir a cientos de cursos -y aunque de cuando en cuando, al terminar las clases, te lleves alguna frustración-, lo importante es que sigas y te preocupes por mejorar todos los días.

Capacitate... Saber cómo cambiar una goma no le hace mal a nadie

Seguramente, nunca te imaginaste tomando un curso de mecánica. Menos aun, cambiando una goma. No te preocupes: para poder "darle vida" a tu registro, no hace falta tanto, pero si querés mostrárselo a alguien más que a la persona que te atiende cada vez que vas a renovar (porque no manejás, pero cumplís ese trámite a rajatabla aun sin saber por qué), tal vez la solución sea tomar algún curso extra, recurrir a un instructor de manejo o pedirle ayuda a algún familiar que pueda enseñarte aquellas cosas que parecen absolutamente obvias. Este recurso está muy bueno para las mujeres que no tocan un auto porque, muy en el fondo, saben que el problema está en la falta de formación técnica y en la inseguridad que eso genera.

¿La fórmula mágica? El paso a paso

Es innegable: por lo menos al principio, la marcha atrás es imposible. Entonces, ¿por qué, apenas sacás el registro, te empeñás en estacionar de culata en medio de una calle sumamente transitada? Frente a eso, es esperable que te acobardes y que no quieras nunca más en tu vida subirte a ese maldito auto o acordarte de que tenés registro. La clave para que eso no pase es ir de a poco. ¿O vos creías que la famosa P de "principiante" se había inventado exclusivamente para avergonzarte a vos? Por eso, ponete metas cortas: si lo necesitás, viajá acompañada; cuando lo consideres necesario, volvé a las clases de manejo, pegá un grito o llorá si creés que eso puede hacerte sentir mejor; y sobre todo, festejá cuando hayas podido subir un puente o atravesar el Ramal Pilar sin sufrir un colapso en el intento?

El dato: La palabra "amaxofobia" deriva del griego y es una conjunción entre "amaxo", que significa "carruaje" en ese idioma, y "fobia", que hace referencia al miedo a algo.




Herramientas para sentirse mejor

Si intentar manejar te produce taquicardia, temblores o ataques de pánico, es importante que consultes, porque hay muchas opciones que pueden ayudarte a estar mejor. Algunas de ellas:

Grupos/encuentros de coaching. Contrariamente a lo que podés imaginarte, concurrir a un grupo para personas que están en tu misma situación o anotarse en un curso de coaching no implica terminar cantando una canción de la mano de la persona que está sentada al lado tuyo. El objetivo es que descubras cuáles son tus debilidades y tus puntos fuertes.

Movimientos oculares, desensibilización y reprocesamiento (EMDR). Desarrollada en 1987 por la Dra. Francine Shapiro, esta técnica apunta a producir -mediante movimientos oculares, sonidos o estimulación táctil- un flujo de información entre ambos hemisferios cerebrales que pueda ayudar a "destrabar" recuerdos traumáticos, fobias o situaciones que hayan disparado cuadros de estrés postraumático.

Terapia cognitivo-conductual. Considerada una opción para los trastornos de ansiedad, este tipo de abordaje psicoterapéutico no convencional, que utiliza técnicas de relajación, se caracteriza por la brevedad del tratamiento y la dinámica de las sesiones. ¿Una clave para su aplicación al miedo a manejar? Los terapeutas te acompañan en tus primeros viajes, diseñan recorridos cortos y planifican "paradas" estratégicas.
revista ohlala

Neuronas espejo

Seguramente, alguna vez te preguntaste qué pasa -literalmente- por tu cabeza cuando te conectás con lo que le sucede al que estás mirando, qué es lo que te permite ponerte en su lugar, saber qué está sintiendo el otro, conocer sus intenciones... Y, obviamente, es algo que se cuestionaron, a lo largo de la historia, todo tipo de científicos.

Desde la psicología, se ofrecieron muchos argumentos para explicar la capacidad humana de comprender al prójimo, este vínculo primario que es lo básico del comportamiento social. La novedad es que, en este momento, la neurobiología sigue una pista concreta, con pruebas experimentales, que se inauguró con el descubrimiento de cómo funcionan las neuronas espejo, y desde entonces se empezaron a comprender los mecanismos cerebrales que están por debajo de procesos considerados subjetivos: las relaciones personales, la intencionalidad y la empatía.

¿Qué son?

Las neuronas espejo son células que están en nuestro cerebro y que se activan tanto cuando realizamos un movimiento como cuando miramos a alguien realizar esa acción. Funcionan de la misma manera en que lo harían si nosotras estuviéramos experimentando lo que estamos sólo percibiendo. Y lo mismo ocurre con las emociones; las neuronas que se encienden cuando nos emocionamos también se ponen en marcha cuando vemos que los otros se emocionan del mismo modo.

Es decir, así como hasta ahora se sabía que, para realizar un movimiento, había neuronas motoras que nos permitían ejecutar una acción sin necesidad de pensar en ella, ahora también se sabe que las mismas neuronas pueden percibir acciones y emociones de los otros sin necesidad de razonar sobre ellas. Mediante el funcionamiento en espejo, nos ofrecen la capacidad de leer el mundo que nos rodea y establecer una relación empática con los demás.

¿Cómo funcionan?

Es un mecanismo muy sutil que nos vincula con otras personas tanto desde el punto de vista racional como del emocional y nos permite conocer nuestro entorno social para adecuar los comportamientos a las demandas de la vida en común.

Capturas de imágenes cerebrales comprobaron que estas neuronas se encienden por la percepción de acciones, emociones o intenciones de los otros y proporcionan al cerebro información de la misma densidad que la que aportan las acciones o emociones propias. Sabemos lo que siente el que llora porque al verlo, se activan en nosotras las mismas áreas que se ponen en juego cuando nosotras lloramos.

Pero ¡ojo!, no es que una se ponga triste cuando ve a alguien llorar de pena. Significa que una recibe neuronalmente "información de que el otro está triste". No se trata de un "contagio" permanente ni tampoco es tan lineal como pensar que si permanezco en un entorno en el que percibo bienestar, mis neuronas espejo me van a proporcionar bienestar y yo me voy a sentir bien. Estar informadas de algo no es lo mismo que estar vivenciando ese algo.

¿Cómo se descubrieron?

Fue por casualidad. Nadie había ido intencionalmente a buscar neuronas espejo. Pero las encontraron. Así de simple y sorprendente. Un equipo de científicos, liderado por Giacomo Rizzolatti, estaba analizando las respuestas neuronales mediante un experimento con monos a los que se les había puesto un chip en el cerebro para ver qué neuronas se activaban cuando hacían un movimiento.

Primero, se registró qué ocurría cuando el animal abría un maní. En eso, al ver o escuchar que un hombre partía la cáscara de un maní, imprevistamente, el monitoreo cerebral del mono ofreció la misma información que cuando él había ejercido esa acción.

Esto ocurrió en la década del 80, en la localidad italiana de Parma. A partir de entonces, se siguió la pista y el tema fue retomado por otros científicos y, unos veinte años más tarde, en la Universidad de California, Los Angeles (UCLA), donde el médico italiano Marco Iacoboni dirige actualmente un laboratorio de investigación.

Hay quienes comparan la revolución que causó en la biología el hallazgo del ADN con el impacto del descubrimiento de las neuronas espejo en el campo de la neurociencia.

¿Para qué sirve conocerlas?

El hallazgo del sistema de las neuronas espejo abrió un nuevo camino, ya que juegan un papel fundamental en cuestiones como la comunicación, la transmisión implícita de mensajes, la imitación y los aprendizajes "no formales", y hay quienes opinan que son esenciales en la aparición del lenguaje en la especie humana.

Se obtuvieron bases firmes para diseñar nuevos estudios, y se estima encontrar, a partir de acá, respuestas para explicar aspectos de enfermedades como el autismo, la esquizofrenia, la fobia social o la anorexia nerviosa.

Por eso despierta interés tanto en la medicina como en la psicología, en la fonoaudiología y en la psicopedagogía. Pero también importa a los que investigan en sociología, educación, recursos humanos o marketing.

Está claro, son muchas las vertientes en las cuales podrá derivar conocer cómo leemos el mundo que tenemos frente a nosotros. Los que están en el tema opinan que esto recién empieza.

Por Carola Birgin
revista ohlala

Relaciones de pareja: "Me quiero separar"

Por Magalí Etchebarne

Un día, te sentís amada, comprendida, reconfortada, correspondida, y de pronto, sentís que no da para más, que estás aburrida, que no sos feliz. Le das vueltas y vueltas, te decís inconformista, poco tolerante, pero la certeza es contundente: te querés separar. Internamente, la decisión está tomada, ahora hay que llevarla a los hechos.

Está comprobado que somos totalmente incapaces de predecir qué nos va a hacer felices, así que aflojá con el enrosque y confía en lo que sentís. Si lo estás maquinando desde hace tiempo y no sabés cómo seguir, te damos algunas pistas para abordar todo eso que te hace dudar y te impide actuar.

Lo material

Nunca antes te habías puesto a pensar qué cosas eran tuyas, cuáles de él y cuáles de los dos. Pero el día de la división de bienes llega, y es uno de los puntos que vas a tener que empezar a considerar. La casa, el auto, todo eso que son los "bienes en común" a la hora de la división, si no se actúa correctamente, se vuelven los "males en común".

Qué hacer: priorizá tu salud mental, tu tranquilidad. Obsesionarte con lo material es una forma de aferrarte desmedidamente al otro, disimular la incapacidad de hacer el corte definitivo. Llega un momento en el que tenés que resignarte al cambio y soltar. Que la casa, el auto, los muebles, no sean la excusa para seguir enganchada en esas idas y vueltas superficiales. Por más que la disolución de la pareja no se haya dado en buenos términos o que hayan llegado a esa decisión por motivos desagradables, hay que levantar la cabeza y seguir caminando. Quedarte lidiando por la mitad de lo que hasta hoy compartían no vale lo que vale tu felicidad.

Los hijos

Ellos no deberían estar en juego a la hora de las negociaciones crudas. Los hijos son de los dos y, a la vez, de ninguno, ¡tienen vida propia, intereses y voluntad! No pueden ser el puente ni la carnada para llegar al otro. Es trillado, archirrepetido, pero hay que grabarlo a fuego: actuar con buenas intenciones y dejarlos fuera de las internas de los adultos.

Qué hacer: lo mejor es empezar a trabajar este tema ya mismo, de lo contrario, te vas a retorcer envenenada. Si desatás una batalla campal entre él y vos, o entre su familia y vos, los que más se van a ver perjudicados serán los chicos. Para ellos no es fácil poner en palabras lo que les pasa. Lo que sienten y piensan va creando nudos de dolor que es mejor ayudarlos a deshacer. Hacétela fácil, no te enrosques y bancátela. Así, vas a ayudar a tus hijos a que no vivan este momento como una catástrofe, sino como algo que puede pasar y que, cuando sucede, se afronta adultamente. En este caso, es bueno pedir ayuda, hacer alguna consulta terapéutica.

El estatus social

Para algunas mujeres, la separación significa volver al mundo del trabajo más intensamente o comenzar a ejercer una profesión hasta ese momento abandonada. Una nueva vida, entonces, en todo sentido: volver a "soltera", irse a vivir sola (si no hay hijos), alquilar algo más chico (si se tiene menos dinero) o hasta volver a la casa de los padres mientras se termina de dar el salto completo.

Qué hacer: tu actitud tiene que ser proactiva. No dejes de hacer cosas por vos, es el momento de reforzar la autoestima y aprender a conocerte en esta nueva etapa. La separación es un desafío importante, y cuando el cambio se realiza con decisión, siempre es positivo. Si no lo creés, preguntá a tu alrededor. La amplia mayoría de las mujeres que se separaron por decisión propia afirman que el cambio las favoreció ciento por ciento, aun en los casos en que se perdieron comodidades económicas.

La culpa

La culpa es una cuchillada autoprovocada, y las mujeres solemos saber muy bien los métodos para aplicarnos la puñalada y después quedar como demoradas sin poder actuar, sin poder decidir.

Qué hacer: el primer paso es correrte de esa tendencia natural a encasillar las cosas: "El es la víctima, ¡oh!, y yo la victimaria". Ni ahí, dejá de subestimar. Ni él es el pobrecito ni vos sos una asesina de corazones. Escapales a los rótulos, porque así no vas a ningún lado. Estás decidiendo algo por amor a vos y por amor y respeto a él. Tus hijos tampoco son víctimas de la situación, ya te lo deben haber dicho, pero no hay nada mejor que crecer cerca de personas que nos enseñan que hay que irse de los lugares que no nos hacen felices. Qué mejor ejemplo para ellos que decir "esto no lo quiero" y ver que sus padres pasan a respetarse más allá de todo. Cuando una está bien, les da lo mejor a sus hijos, y ése es el mejor ejemplo de vida.

Sentimiento de fracaso

Es importante hacer consciente lo que se piensa sobre la separación. Qué estás pensando en relación con la decisión y cómo la estás viviendo.

Qué hacer: ponelo en palabras, escribí, contáselo a tus amigas. Sacalo de vos como sea, y vas a ver que no es tan grave y que ni siquiera es un fracaso. No te maquines más, las cosas a veces salen y otras no. Lo peor es arrepentirse por lo que no se hizo. Hacé conscientes todos tus fantasmas y, como si fuese un ejercicio mental, cada vez que aparece el miedo, el remordimiento, recordate que no le estás haciendo mal a nadie y que no es el fin del mundo, que todo pasa y se capitaliza en experiencia. Y tené presente esto: es un cambio, no una derrota.

El miedo

Lo primero que suele aparecer ante la toma de una decisión así es el miedo: miedo a no ser capaz de afrontar el cambio o, incluso, miedo a arrepentirte. Es el peor de los enemigos y se disfraza siempre de esa preguntita letal que te repetís cada noche: "¿Voy a poder?".

Qué hacer: hay una frase escrita en tooodos los libros de frases: "No es valiente el que no siente miedo sino el que lo puede afrontar". El miedo no puede paralizarte, ¡no lo tenés que dejar! Si la idea de separarte da vueltas por tu cabeza desde hace tiempo y lo que te detiene es el miedo, entonces hacete cargo de eso y trabajalo, en terapia, en yoga, con tus amigas, como sea, pero ponelo afuera, así podés verlo bien. Vas a ver que es espeso, sí, pero hecho de fantasías tuyas, miles de fantasías y fantasmas con los que cargás desde hace tiempo. Es momento de que te ocupes de lo que no te deja crecer, la otra opción es conformarse: y a la conformidad sí hay que tenerle miedo.

El divorcio
Por Mariana Andrea Penayo*, abogada

Desde el punto de vista legal, pueden presentarse dos opciones: una es que el matrimonio se termine "de común acuerdo": ambos cónyuges firman una demanda por presentación conjunta y hacen su pedido al juez, quien los citará a una primera audiencia para intentar la reconciliación. Si los cónyuges ratifican su voluntad de divorciarse, se dictará la sentencia de divorcio. La otra opción es que se transforme en un divorcio "controvertido", en el que cada cónyuge intentará imputar la culpa de la ruptura matrimonial al otro y que deberá ser probada por quien la denuncia. Aconsejo tener fuerzas y la capacidad de hacer las cosas a conciencia y a tiempo para llegar a un fin no traumático, empezar por tu interior con el "estoy segura de lo que quiero" y luego el exterior: "a quién recurro".
revista hola

martes, 17 de mayo de 2011

El deseo sexual en el varón: cómo ayudarlo cuando la libido decae

El mandato popular representa al varón como eterno deseante, siempre disponible para el sexo. Pero no es verdad. Y son muchos los mitos que atentan contra su capacidad y su posibilidad de disfrutar una vida sexual plena. Como nos ocurre a nosotras, es clave el estímulo con pensamientos eróticos.
Los problemas en el deseo sexual suelen presentarse en la vida adulta, luego de un período de deseo sexual normal y en relación con malestar psicológico, acontecimientos estresantes o problemas de pareja. La pérdida del deseo puede ser continua o episódica y, en algunos casos, se hace presente cuando la persona tiene que hacer frente a compromisos y responsabilidades y se siente abrumada por la incertidumbre o la toma de decisiones.

Respecto a la frecuencia del trastorno no hay datos epidemiológicos sistemáticos, pero se estima que estaría entre un 15 y un 33%, siendo más frecuentes en las mujeres.

En los hombres, los problemas en el deseo sexual suelen aparecer con más frecuencia luego de los 50 años, coexistiendo con una disminución de la testosterona: es frecuente que se acompañe de disfunción eréctil. Los hombres que han padecido episodios de problemas de erección suelen anticiparse con temor a las nuevos encuentros, cuestión que muchas veces se evidencia con conductas de inhibición a tener relaciones sexuales. En estos casos, el problema no está en el deseo sino en el temor de "volver a fallar".

Sin embargo, las investigaciones estuvieron siempre muy enfocadas al deseo femenino y en la pretensión de encontrar una píldora para aumentarlo. Parecía que el deseo en el hombre, no existiendo causas médicas significativas, estaba siempre presente, aún en condiciones adversas. "El hombre tiene más deseo que la mujer", "el hombre está siempre preparado para el sexo", son algunos dichos populares que sustentan esta teoría.


Rompiendo mitos

Una investigación de la Universidad de Aveivo (Portugal), a cargo de Carvalho y Nobre, publicada recientemente por la prestigiosa revista The Journal of Sex Research, pone en duda la afirmación de la inmanencia del deseo masculino.

Se estudiaron las condiciones emocionales y cognoscitivas (atención, concentración, pensamientos, recuerdos, etc.) de 205 hombres, entre 18 y 72 años, casados y solteros, con un 40% de más de 15 años de educación. Los resultados ponen en evidencia que el deseo sexual de los hombres está condicionado negativamente por los siguientes predictores:

1) Actitudes restrictivas hacia la sexualidad.

2) La falta de pensamientos eróticos durante la actividad sexual.

3) La preocupación por la erección en el contexto sexual.

4) Las emociones tristes en el contexto sexual.

5) La vergüenza en el contexto sexual.

La satisfacción en la relación sexual y las condiciones médicas no fueron preocupaciones importantes para la mayoría de hombres estudiados. No obstante, el predictor más destacado por la frecuencia de aparición es "la falta de pensamientos eróticos durante el acto sexual".

Estos resultados ponen en evidencia el significado especial de los pensamientos eróticos para la aparición y persistencia del deseo sexual masculino. Su ausencia sería un predictor negativo. Cuando se hace referencia a "pensamientos eróticos" estos comprenden las fantasías, la autoimagen durante el acto sexual, los pensamientos positivos respecto a la sexualidad, etc. La carencia de pensamientos eróticos impacta por la falta de un recurso estimulante y por el reemplazo de ideas o emociones negativas.


Qué factores hay que tener en cuenta

Cuando el deseo está en baja es necesario revisar los factores que lo están provocando, descartar las causas orgánicas, farmacológicas y, por sobre todo, poner atención en el tipo de relación, la forma de interacción de la pareja, revisar los mitos o creencias, investigar si la falta de deseo impide la presencia de fantasías eróticas y tener en cuenta el deseo del partenaire, ya que muchas veces el deseo de quien consulta impresiona bajo si se compara con el deseo aumentado del compañero/ a sexual.

Si el deseo está en baja e impide también las fantasías eróticas y la masturbación, posiblemente el uso de recursos como juguetes sexuales, películas porno o eróticas, o el contacto sexual con otra persona, sea infructuoso.

En algunos casos el deseo sexual disminuido no es episódico, acompaña a la persona desde el inicio de la actividad sexual, estas personas suelen estar muy reprimidas, con indiferencia afectiva o una visión pecaminosa del sexo.


Tips para mejorar el deseo sexual del hombre

1) No abandonar el contacto físico, aunque éste no sea específicamente sexual: caricias, arrumacos, abrazos, etc.

2) Alternar el juego erótico y pedir lo que cada uno desea que el otro le haga.

3) Generar espacios de intimidad, de reencuentro.

4) Insinuar, provocar, usar frases o dichos estimulantes.

5) Ayudar a estimular las fantasías.

6) Romper el miedo de verbalizar las fantasías.

7) Trabajar con la imagen negativa de uno mismo: ejercicio físico, dieta, meditación, psicoterapia.

8) Hablar el tema con la pareja.

EM
Dr. Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.

Me convertí en un monstruo

Una carta publicada el 2 de enero en la sección Lectores del diario Clarín, dirigida por Osvaldo Pepe, disparó un rico debate sobre la maternidad, la licencia post-parto y las dificultades de la mujer para conciliar sus múltiples roles y equilibrar sus deseos, su vida personal/familiar y su trabajo, en un sistema que la obliga a elegir y la sostiene poco.
"Soy la mamá de Felipe, mi primer hijo, que ahora tiene 5 meses. A los 3 meses me rein­corporé al trabajo y me pregunto quién fue la feminista que dijo que las mujeres podíamos tra­bajar, criar un bebé, atender un marido y hacer las compras. ¡Es dificilísimo!

Esta carta es un desahogo por todas aquellas mamás que me encuentro en cada lugar que voy, por cada mamá silenciosa que se levanta mil veces por la noche a dar teta a su bebé, a po­ner un chupete o cambiar un pañal; por cada mamá que se sienta una "traficante" de leche; por cada mamá que es mirada cada vez que se levanta de su es­critorio 15 minutos para sacarse leche; por cada mamá que tiene que dejar a su bebe en un jardín maternal (¡desgarrante!); por ca­da mamá que volvió a su trabajo y no tenía más su escritorio; por cada mamá que al tomarse la mísera hora de lactancia para ir­se a su casa a reencontrarse con su bebé es tildada de "sindicalis­ta"; por cada una de ustedes que al leer esta carta van a saber de qué hablo.

Cómo puede ser que las leyes no contemplen más tiempo pa­ra criar a nuestros hijos recién nacidos. Cómo puede ser que hagan campaña sobre lactancia hasta los 6 meses y muchas de nosotras a los 45 días dejamos a nuestros bebés en manos de otras personas. Cómo puede ser que nos hagan volver al trabajo tiempo completo cuando dormi­mos cada dos horas y tenemos la responsabilidad de una vida en nuestras manos.

Cómo puede ser que estemos tan desamparadas... Les puedo decir que somos muchas las madres que tenemos este nudo en la garganta. Somos muchas las que tenemos que trabajar, pero vamos con lágrimas en los ojos. Somos muchas las que te­nemos ganas de gritar que nos dejen estar con nuestros hijos, por lo menos hasta que tengan un año. No soy una vaga que no quiere trabajar. Al contra­rio, el trabajo dignifica y me da mi identidad, pero ahora soy la mamá de Felipe antes que na­da. Somos muchas las que no quemamos vagones, ni toma­mos predios, somos muchas profesionales, de clase media, la clase media realmente labu­rante, que necesitamos que nos escuchen.

Ser madre te desequilibra emocionalmente, terriblemen­te en mi caso: según mi marido me convertí en un monstruo... Puede ser... estar sin dormir, trabajar y atender a mi bebé me convierte simplemente en ma­dre. Les pido a los legisladores y especialmente a nuestra Pre­sidenta, por favor, hagan una ley que nos ayude a poder darle la atención, el cariño, el amor a nuestros bebés. Ayúdennos a que sean lactantes hasta los 6 meses. Ayúdennos a que al volver a nuestros trabajos no seamos miradas como bichos raros. Ayúdennos... les pido que tengan en cuenta que el primer año de vida de nuestros hijos es fundamental que estén con sus madres. Con lágrimas en los ojos, ¡les pido por favor que nos escuchen!"

Juliana Estévez


Fue la carta que disparó uno de los debates más ricos de la sección Lectores, que se publica cada domingo en el diario Clarín y que conduce el periodista Osvaldo Pepe. Decenas y decenas de cartas llegaron a la redacción respaldando a Juliana, complejizando el tema, movilizando adhesiones (y algún cuestionamiento, claro) entre hombres y mujeres que advierten las dificultades que enfrenta día a día la mujer para conciliar la vida personal y el trabajo.

La carta alumbra, desde el testimonio personal de una mamá primeriza, las carencias y angustias que transita una mujer durante la crianza de sus hijos. Sus recla­mos apuntaron a la legislación vigente, a la falta de flexibilidad por parte de las empresas en particular y el sistema laboral en general, y a la propia actitud de los papás, que a veces se comprometen poco con la crianza, o no sostienen o acompañan lo sufiente a la madre entragada a la díada tras el parto.


Aquí, la sucesión de cartas que publicó el diario, para que siga un debate que enriquece


* Mi carta, obviamente, es para solidarizarme con Juliana. Ten­go dos hijos, de 19 y 17 años, respectivamente. Así que el tema hormonal, "ya se me pa­só"... Tuve la suerte de poder tomar excedencia sin goce de sueldo en las dos oportunida­des. Laboralmente, me costó muy caro. En la primer licencia, me sacaron el trabajo que hacía. Empecé de cero. En la segunda, me sacaron del sector y quedé a disponibilidad de la empresa. O sea, me paseaban de un sector a otro. No hubo ni ley ni gremio que me apoyara.

Cuando tenía que tomarme la hora de lactancia, el servicio mé­dico de la empresa me citaba y controlaba mis pechos para ver si era verdad que seguía dando de mamar: aberrante. Lo grave, es que la excedencia me la había tomado, en los dos casos, por no conseguir guarderías acordes a mi extensa jornada laboral y a los ingresos, en ese momento de mi esposo y míos.

No termina el tema con la lactancia. A veces tus hijos se enferman y, por no faltar, vas al trabajo con dos horas de sueño. Está comprobado que la falta de descanso trae serios problemas de salud física y emocionales.

Juliana, disfrutá a pleno tu bebé. Dejá que la casa se caiga. Tratá de descansar lo más que puedas. Hablá tranquila con tu esposo. Es difícil que alguien se ponga en tu lugar y entienda por lo que estás pasando.

Las mujeres no somos igua­les, ni emocional ni orgánica­mente. El destino te dio lo mejor que tiene para dar: una vida.

A pesar de todo, muchas qui­sieran estar en tu lugar.

Alejandra Gardino


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* Juliana, leí tu carta con un cierto complejo de culpa por ser hombre. Pienso que el Go­bierno tendría que reglamentar legalmente que las mujeres dispongan de no menos de tres meses de tiempo, antes del par­to, y de siete después del naci­miento, pero para evitar que los empleadores dejaran de tomar mujeres, debiera encontrarse la forma de compensarlos le­galmente con un aporte estatal, que está cubierto por todos los que pagamos impuestos.

Esta cobertura, con cobro de haberes, debiera tener un límite en el número de hijos: no resul­taría justo que alguien decida tener, por ejemplo, siete hijos o más y pretender que toda la sociedad se los críe.

Después de releer tu carta, me tomo el atrevimiento de recomendarle a tu marido, que disfrute del "monstruo" que tiene la suerte de tener al la­do, que trate de ayudarte en la difícil tarea de ser madre, que Felipe también lo merece y que seguramente tú tratarás de com­pensarlo... ¿no?

Jorge Rodríguez Ozores


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* Quiero agradecer el espacio que han dado en el diario a la carta publicada el 2 de enero en la que Juliana Estévez for­mulaba un dramático reclamo de leyes que resguarden los de­rechos de las madres lactantes y sus hijos. Pero lamento pro­fundamente la indignante res­puesta que se le ha dado bajo el título de "Comentario". Allí, de manera ostensiblemente sexis­ta, se asocia reductivamente la demanda política de Juliana a la mítica "depresión post parto" y apenas se mencionan los recla­mos a los legisladores.

Lo más lamentable es que se propone como parte de la so­lución que los papás no miren de costado y asuman su rol. Es maravilloso tener pareja, pero es imperioso aclarar que esa cuestión no tiene absolutamen­te nada que ver con el reclamo de Juliana a las empresas y a Estado.

Reinterpretar la carta de Julia­na, (un reclamo por derechos), en términos domésticos, bioló­gicos y románticos, es aplicar la dicotomía público/privado de manera sexista y debilitar in­justamente la demanda de las mujeres. Indignante en espe­cial es la displicente conclusión esperando que pronto se gradúe de "mamá feliz".

Rocío Pérez


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* Me pregunto por qué se que­ja Juliana Estévez. Si eligió ser madre, que sea madre. ¿Alguien la obligó a serlo mientras busca­ba y/o trabajaba? Por nuestros actos siempre hay consecuen­cias. Por lo que yo hago, soy responsable. Basta de culpar al Estado, a las empresas o a la sociedad por cosas que nosotros en plena conciencia hacemos o dejamos de hacer.

El cuento de que una mujer "no se siente realizada" si no tiene un hijo ya es historia. Bas­ta de esos cuentos de viejas: re­accionen a los tiempos en que vivimos.

Misael Aguirre


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* ¡Cuánta realidad tiene la car­ta de Juliana Estévez! ¡Cómo la entiendo! Yo tengo una beba de casi 9 meses. Mi historia es diferente (ni peor, ni mejor), porque cuando estaba de un mes y medio de embarazo me quedé sin trabajo. Y al cumplir 3 meses mi gorda, empecé a golpear puerta tras puerta sin respuestas favorables hasta el día de hoy. ¡Terrible! Pude fe­lizmente completar la "lactancia exclusiva" durante los primeros 6 meses de vida, pero pensaba en los malabares de trabajar y ser madre al mismo tiempo... Una locura.

Leer la carta era ver un fiel reflejo de una misma... aunque mi situación está agravada por la falta de trabajo. Y por la can­tidad de puertas cerradas que encontré al tener una hija de meses. Otra locura, además de los tres meses de licencia. Locu­ras de nuestra loca sociedad que piden a gritos ser cambiada. A gritos. Me uno, pues, a la lucha de la señora Estévez.

Eugenia Bellota


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* Escribo para solidarizarme con todas las madres que, co­mo yo y "El Monstruo" de la carta del domingo 2 de enero, firmada por Juliana Estévez, di­vidimos el día entre nuestro hi­jo y la rutina diaria de trabajar, limpiar, salir a comprar...

Con Ramiro, que ya tiene 1 año y 7 meses, pasé por todo lo que Juliana detalló, pero puedo agregar algo más. No sólo "sos sindicalista" si te vas a horario durante la lactancia: también lo sos cuando tenés que irte para retirarlo del Jardín. No está bien visto faltar porque el nene está enfermo y no tenés con quién dejarlo.

Cómo se explica que haya jefes que se jacten de no haber cumplido su licencia ni haberse tomado el período de lactancia, siendo todo esto un ejemplo a seguir de una buena trabajado­ra. Cómo es posible que nadie se dé cuenta de que un bebé es algo delicado que necesita mu­cho cuidado y contención.

Alguien, por favor, que ayu­de para que los bebés sean lactantes hasta los seis meses, a las madres para poder faltar si nuestro hijo está enfermo. Y a los padres a tener sus 15 días por nacimiento de sus hijos, que los necesitan al igual que sus mujeres para recuperarse del hermoso pero agitado mo­mento en que traemos un hijo al mundo. e e

Anabella Lorenzo


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* La carta de Juliana no es fruto de la "depresión post parto". En este caso no se aplica y suena a machista. Si el editor lee bien la carta y si habla con algunas mu­jeres (de cualquier clase social) se dará cuenta de que Juliana solamente está desbordada.

En mi época si una iba al mé­dico y le contaba una situación similar le podían llegar a ofre­cer un calmante para tenerla tranquila o enviarla a ella sola a un psicólogo. Generalmente, no se incluía al marido en este tema ya que todo era fruto de la famosa depresión post parto.

No se reconocían (¿ni se reco­nocen ahora?) los aportes de la mujer no sólo en lo económico sino en toda la tarea de criar a los hijos. Hay estudios donde se calcula el valor del trabajo de la mujer solamente en la casa. Si alguien tuviese que contratar a una persona para suplantarla en todas las tareas que descri­be Juliana se vería en figurillas para poder pagarle. A lo mejor, el error de Juliana es que en las leyes que ella solicita no inclu­yan la licencia para los hombres para que la responsabilidad sea compartida.

Inés Curatella


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* Soy la mamá de Ramiro, de 5 años, y de Milena, de 3. Soy ama de casa. A la fuerza, pero feliz. Estoy más que 100% de acuerdo con las palabras de Juliana. Es más, al leer su car­ta sentí tanta angustia, dolor e impotencia como seguramente estaría sintiendo ella al escribir­la. Y yo no estoy pasando por la horriblemente denominada "depresión posparto".

Yo dejé de trabajar al tomar­me la licencia por mi segundo embarazo. Así es que mis anéc­dotas datan desde que me rein­corporé al trabajo a los 6 meses de mi hijo, hasta sus dos años y medio. Yo empecé a ser mal mirada por mis jefes cuando les informé que además de los tres meses de licencia, me tomaría otros tres meses sin goce de sueldo.

Ante el inminente nacimiento de Milena tuve que decidirme. Mi hijo Ramiro empezaba el Jardín, no pude conciliar hora­rios y renuncié. Soy profesional y estudié una carrera universita­ria para dedicarme a ella. Pero era una o la otra. Elegí a mis hijos. Y fue la mejor elección. Espero que alguien se encargue de que las futuras generaciones de madres que trabajan no se enfrenten a este dilema.

Verónica Lanati


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* Concuerdo en todo con lo que dice Juliana. Con su carta recordé mi propio caso. Había nacido mi segunda hija, Anabe­lla, que hoy tiene 26 años. Nació en septiembre y en noviembre tuve que retornar a mi trabajo y tomar exámenes. La licencia por maternidad ya era de 3 meses y un mes me lo había tomado an­tes del parto. Entre pañales, in­somnio, necesidades, trabajo y mi hogar, me planteaba ¿dónde está la liberación femenina?

Prof. Adriana Lenardón


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* Todas somos "mamás-mons­truos", como en la metáfora de la carta de Juliana Estévez.En distintos momentos, y por distintas razones. Yo muchas veces me siento así. Aunque haya puesto el cien por ciento de tiempo y energía en la tarea (complicada, pero maravillosa) de criar a mis tres hijos. Siem­pre parece que algo falta, siem­pre parece que es imposible cumplir con todo. Quizá, porque de hecho, lo es. Nadie puede.

Entonces aprendemos a orde­nar prioridades, a buscar enfo­ques novedosos, a barajar y dar de nuevo. Una y mil veces, las que hagan falta.

Con mi marido hemos forma­do una familia tradicional, como "las de antes." Donde yo estoy a cargo del trabajo del hogar, y él la pelea afuera. Cada uno en su frente, cada uno en su rol. La división fue naturalmente con­sensuada, y nunca dudamos de encararlo así, ya que habíamos deseado mucho tener a nuestros hijos y no queríamos depositar su cuidado en manos de otras personas.

Esto no ha sido ni es fácil. Mi esposo cuenta con dos empleos que le demandan casi todo su tiempo para poder llevarlo a cabo. Pero fue lo que elegimos, lo que sentimos, lo que creímos mejor para nosotros.

Y a eso voy. Cada caso es dis­tinto, cada familia lo es. Se trata de buscar la manera propia, el estilo que nos calce mejor para llevar adelante nuestro proyecto de vida.

En el caso de Juliana, me pa­recen legítimos sus reclamos. La legislación debería ser más benigna para con las madres. Es muy cierto que los bebés las necesitan a su lado. Las li­cencias deberían extenderse, también los horarios para ama­mantar. Estoy de acuerdo con lo que ella plantea. Sin embar­go, lo que más me llegó de su carta, fue sentirla desbordada -todas las madres lo estamos en algún momento- y saber que ese desborde juega en contra de la necesidad de conectarse con su bebé, de disfrutarlo... que inclu­so la puede llevar a perderse la magia de una etapa hermosa del crecimiento de su hijo.

Las que somos mamás sabe­mos que un hijo no es un me­ro anexo, alguien que se viene a sumar. Es alguien que nos transforma, que nos resignifi­ca, que llega para modificarlo todo. Y aunque la realidad no sea siempre color de rosa, ni si­quiera hace falta anotar en dos columnas el debe y el haber. El resultado de la ecuación lo cono­cemos de sobra.

Paola María Vicenzi


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* Querida Juliana, no te has transformado en un "mons­truo", como supones. No te creas nada de eso: ser padres es asumir un compromiso ante la vida, una responsabilidad supre­ma, un ocuparse y preocuparse. Y si tuvieras la depresión pos parto, ¿cuál es el problema? La maternidad, y todo lo que impli­ca el "ser madre y padre" no es un contrato comercial. Por Dios, ¿cuándo lo van a entender?

Por favor, Juliana.: sé vos mis­ma como madre, ya que cada minuto en el crecimiento de tu hijo va a ser distinto al siguiente. Según lo juzgo yo, las empresas y los gobiernos sólo se interesan por crecer ellos, los empleados y los habitantes de un país somos esclavos del sistema.

Convencéte, Juliana.: eres la mejor mamá del mundo. Dale la teta a tu hijo, jugá con él. Los "monstruos" son los que no te comprenden.

Rita de Angelis


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* Vuelvo a escribir por el caso de Juliana, el adorable "mons­truo", la mamá de Felipe, quien ya es como si formara parte de mi familia, un bisnieto mío. Creo que fue una muy acertada idea del diario de publicar este debate, con opiniones a favor y alguna -impensada- en contra, como la de Misael Aguirre, que me dejó perplejo. Con su crite­rio, si alguien sufre un accidente en la calle, lo atropella un auto, le cae una cornisa en la cabeza o es víctima de una "salidera ban­caria", no deberíamos preocu­parnos, ya que nadie está obli­gado compulsivamente a salir de su casa y andar por la calle. Y quien sostenga lo contrario, nos está "contando un cuento de vie­jas", según Misael.

Jorge Rodríguez Ozores


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* Soy Eliana, otra "mamá mens­truo", pero de "Joaqui", un bebé de 8 meses. Siento y pienso lo mismo que Juliana, la mamá de Felipe. Soy directora de una escuela rural unitaria y al termi­narse mi licencia por materni­dad sólo pude trabajar un mes y volver a sacar licencia por carpe­ta psiquiátrica.

Mi horario de trabajo es "estar ausente" desde las 10 hasta las 18.30. Cuando nos reintegramos a los empleos no pueden enten­der que nuestro cuerpo está en el trabajo, pero en nuestra cabe­za sólo hay lugar para nuestros hijos. No se puede entender qué nos pasa si no lo sienten. A pe­sar de todo, tengo algo bien en claro. Soy mamá de Joaquín y nada ni nadie puede ni podrá arruinar esta felicidad.

Eliana Yoia


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* Soy una lectora, madre y, ade­más, dueña de una pequeña py­me. Escribo por la carta de Julia­na. Estoy de acuerdo con lo que dice sobre el amamantamiento, ya que es una etapa muy im­portante para el crecimiento y el bienestar de nuestros hijos. Hace ya muchísimos años que la mujer en este país desempe­ña el rol de ama de casa, madre, esposa y trabajadora.

Yo, como dueña de una pe­queña empresa, puedo decir que hay demasiadas mujeres que toman el embarazo como una enfermedad, te bombar­dean con certificados médicos y pedidos de licencia. Tengo una persona trabajando que en los últimos dos años si trabajó tres meses es mucho. Yo pregunto: ¿quién cuida los derechos del empleador, al que si le presen­tan un certificado médico debe pagar el mes de trabajo comple­to? Además, hay que cuidarle su puesto de trabajo, y a veces es necesario tomar a otra persona para poder sacar adelante las ta­reas que realizaba la mamá con licencia. Pero resulta que al ser una pequeña pyme no cuento con esa posibilidad.

Entonces, las leyes deben ser iguales para todos. Hay que res­petar el derecho de amaman­tar al hijo y que le respeten su lugar de trabajo. Pero también las mujeres deben respetar a su empleador y no sacar beneficios a raíz de su estado. ¿No les pare­ce justo, ya que debemos contar con los mismos derechos?e e

Mary Aharonian


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* ¡Cuántas posturas divergentes surgieron con el tema del doble rol mamá-trabajadora! Tengo 20 años y estoy en el último año de abogacía. Cursé derecho laboral, y también pienso en mi posible futuro como madre. Y al ver a otras mamás (amigas, vecinas, compañeras), la verdad es que el panorama no es el mejor.

Veo, además de los exiguos plazos de licencia (¿para cuándo las reformas?), mamás que vuel­ven inmediatamente a sus tra­bajos por el bienestar presente y futuro de sus hijitos, que que­dan en una guardería, con una abuela, o con una niñera.

Entiendo que las mamás vuel­van a sus puestos porque, de re­nunciar, seguramente conseguir otro trabajo sea más penoso que haber dejado el primero. Entien­do que la mujer también quiera ser productiva y exitosa. Pero la naturaleza nos dio el papel de mamá a nosotras, y a veces creo que deberíamos replantearnos cuál es el verdadero bienestar de los nenes (según la edad que tengan). ¿Trabajamos para ellos, o para nosotras? Entre materni­dad y trabajo, pareciera que se elige al trabajo. Por el bien de la maternidad. Pero se elige al trabajo.

Stephanie de Alvez Miranda


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* Juliana, como primera cosa te cuento que no tengo hijos, por lo que mi opinión puede ser tomada como la de alguien que conoce el problema de "afuera". Entiendo lo que te pasa, pero hay algo de tu carta con lo que no coincido. Vos decís: "... me pregunto quién fue la feminis­ta que dijo que las mujeres po­díamos trabajar, criar un bebé, atender un marido y hacer las compras. ¡Es dificilísimo!" Plan­teado así, el problema obvia­mente es dificilísimo. Querida Juliana: Felipe es el hijo de los dos. La paternidad no consiste en llegar a casa y jugar un rati­to con el nene, luego sentarse a ver tele y esperar a que te sirvan la comida, luego pedir sexo y quedarte dormido. Acá no hay ley ni feministas que valgan. El machismo lo tenemos incorpo­rado tanto las mujeres como los varones.

En los países civilizados, no sólo tiene licencia por mater­nidad la mujer, sino también el varón, porque tiene derecho a estar con su hijo igual que la mujer. El hijo necesita de am­bos y no tiene sentido que te recargues vos sola.

Patricia Durruty


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* Soy mamá primeriza y em­pleada pública, amo mi trabajo y me siento privilegiada por po­der hacer algo que me gusta. Me encanta sentirme productiva, pero además necesito trabajar para ayudar con los ingresos. Al igual que las demás mamás que opinan en esta sección, "me siento un monstruo". Mi nena, Emma, nació hace dos meses, en poco tiempo se me termina la licencia y tengo que volver a mi jornada de 8 horas.

Emma nació, además, con un pequeño problema de salud y por eso estamos en este último mes haciéndole unos estudios y viendo si debe o no ir a una ope­ración. El pediatra cada vez que vamos me felicita por lo bien que está creciendo y todo a base de pecho. Me dice que continúe así por lo menos hasta los 6 me­ses ya que la leche materna es lo mejor que hay para que esté fuerte, pero la ley se contradice con esto al darme solamente dos meses de licencia luego del nacimiento.

Es terrible lo que se siente, por un lado estoy feliz de verla así de bien y por eso quisiera seguir dándole el pecho por al menos unos meses más. Y por otro lado, no puedo darme el lu­jo de dejar el trabajo o de pedir licencia sin goce de sueldo.

María Clara Tolchinsky


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* No va a ser nada fácil que me comprendan. Seguramente, esta carta será muy criticada. Tengo casi 45 años y tres her­mosos hijos de 23, 22 y 16. Y me divorcié dos veces. Trabajo desde que tengo 18 años. Luego de mi segunda separación, tuve que trabajar de lunes a domingo (3 trabajos) para poder pagar el alquiler, llevar la comida a casa y todo lo que ustedes ya saben.

Tengo la suerte de contar con mis padres, que valen oro, quie­nes siempre me ayudaron a cui­darlos. Tal vez sea cierto que no pude disfrutar verlos crecer, o al menos todo lo que me hubiera gustado. Pero más de una vez me disfracé en algún acto esco­lar e hice cosas locas arriba de un escenario.

Cada vez que abro la sección, me encuentro a una madre pro­testando, culpando, renegando porque se volvió "un monstruo" después de la maternidad. Se las nota exasperadas, hasta me lla­ma la atención que una madre haya escrito "mi marido me pi­dió el divorcio". ¿Fuerte, no?

Con toda humildad, digo: ¿no será que el problema es de uste­des? Es cierto que las mujeres sufrimos cambios luego de ser madres. Es bárbaro tener la co­la en la nuca y los pechos en el mentón, salir a bailar, cenar con amigas, ir al gimnasio ... ¡Tantas cosas! ¿Y se extrañan, eh? Pero elegimos, los mocos, el llanto, el Jardín, los pañales, la facultad, el abrazo, los logros, los fraca­sos. Elegimos ser mamás.

Bajen un cambio chicas. Si dentro de 10 años su hijos leye­ran lo que ustedes escribieron hoy, ¡seguramente no serán abuelas nunca!

María Fabiana Piccirilli


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* Ni Juliana Estévez ni Soledad Cejas, entre las tantas mamás que se sintieron haberse con­vertido en "monstruos" con su maternidad reciente, lo son en realidad. Lamentablemente, nuestra sociedad es machista, las decisiones son machistas, las leyes son machistas y hasta muchas mujeres razonan y se angustian a partir de conceptos que no son ni más ni menos que machistas.

Un ejemplo de ello es que muchas mujeres se sienten im­productivas por poder tomar la decisión de quedarse durante un lapso finito al cuidado de su/s hijos en lugar de dejarlos al cuidado de terceros. Y digo "poder tomar la decisión" por­que en muchos casos, aunque quisieran hacerlo, no les es po­sible ya que son parte del sostén de la economía familiar.

¿Nuestros legisladores, em­presarios y sociedad toda tienen una idea de la importancia psí­quica-física del amamantamien­to y contacto la mayor cantidad de tiempo durante el primer año de vida? El día que nuestra sociedad toda -y se lo exija a sus representantes en el Congre­so- comprenda que el futuro de nuestro país depende muchísi­mo de los cuidados de los pri­meros 7 años de vida, habremos dado un paso inmenso.

Al nacer Iván, que ya tiene 8 años, con nuestra esposa deci­dimos que era más importante estar con él, brindándole todo lo necesario, que volver al mercado laboral. Ante la tentación de con­tar con un mayor ingreso que nos permitiera la satisfacción material pudimos elegir y lo hi­cimos por el futuro de Iván.

Fernando Franco


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* Cuando leí la carta de Soledad Cejas, del 6 de marzo ("Yo tam­bién soy un monstruo"), inspi­rada a su vez en la de Juliana Estévez, que disparó toda esta cuestión, me sentí identificada y por eso escribo.

Espero que mi relato sirva pa­ra que las mujeres nos demos cuenta de que necesitamos leyes que nos protejan más. Estamos viviendo en un "neo machis­mo" donde con otras reglas la mujer continúa sin derechos, discriminada y "pareciendo un monstruo". En mi caso, soy profesional, médica, tuve que cursar la especialidad estando embarazada y hasta el último mes debí realizar guardias de 24 horas, lo cual me parece una barbaridad.

Las guardias de las médicas embarazadas deberían ser de 6, 8 horas para poder ir a su casa a descansar. Además, ni bien nació mi bebé sólo me dieron 45 días de licencia, por lo que necesito ir a una guardería, con las consecuencias de un destete temprano.

Es una gran paradoja de la vi­da, porque son los mismos or­ganismos que claman a viva voz estar a favor del niño y de la fa­milia. Sumo también mi granito de arena para ver si algun políti­co, o política, aporta un proyecto de ley para hacer más llevadera la situación de miles de madres médicas y de sus hijos.

Monica Segurado


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* Renuncié a mi trabajo. ¿Me gustaba? Sí, mucho. ¿Ganaba bien? Lo suficiente. Sólo pedí permiso para ir junto a mi es­poso al primer día de clases de nuestra hija. Me dijeron que ambos (trabajamos en la misma empresa y sector) no podíamos ir. Sin dejar de mencionar que tampoco podía ir a la adapta­ción ni a la entrevista con la maestra.

Me sugirieron que enviara a otra persona en mi lugar. ¡Otra persona! No me tembló la voz para decir que me iba, tampoco me tembló el pulso para firmar el telegrama de renuncia. Me gustaría decirles a las mujeres que están viviendo una situa­ción similar que no se dejen llevar, que nada las aparte de su camino, el que sea que hayan elegido.

La naturaleza nos ha dado el don de ser madres, hasta ahora entiendo que no nos han podi­do reemplazar con nada, ni con nadie. ¿Contra quién estamos luchando? ¿Qué es lo que que­remos ganar? ¿Igualdad? No se engañen, no somos iguales, no tenemos que ser iguales. Esa maravillosa diferencia es la que da continuidad a la vida.

No critico a las mamás que pueden manejarse de otro mo­do, tomar un avión e irse, no estar presentes un cumpleaños, un Día de la Madre, un primer día de clases ... Lo que no en­tiendo es porqué hoy en día sos más piola y canchera si sos de ese modo que si sos, o pretendés ser, una "mamá a la antigua".

Yo trate de ser una excelente profesional y una mamá "de las de antes" y no pude. Y que me perdonen las grandes corpora­ciones, pero ... yo llevo a mi hija al médico si está enferma, yo voy a su primer día de clases y también puedo sentarme con la mamá de fulanito a hacer mu­ñequitos de goma eva.

Finalmente, ¿saben qué más puedo hacer? Puedo ser una ex­celente profesional. Pero no se olviden de que están hablando de la misma persona.

En caso contrario, llegado el momento, puedo mandar a "otra persona" en mi lugar. ¿Qué les parece?

María Eugenia Berges


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* Estoy embarazada de cuatro meses, y quiero sumarme al reclamo de las "madres mons­truo". Trabajo en una empresa como administrativa y desde que anuncié mi embarazo, co­menzaron a hacerme la vida imposible.

En este poco tiempo atravesé varias dificultades. Los primeros tres meses, por ejemplo, estuve muy mal, con náuseas, presión muy baja, deshidratación, y eso me obligó a hacer reposo y faltar varios días.

Como en tantos otros casos que supe o leí, a pesar de que presenté a tiempo todos los cer­tificados, es constante el mal­trato psicológico por parte de los directivos de la compañía, al punto de haberme sacado todas las tareas.

Igual me presento en la ofici­na las nueve horas diarias, por temor a que me despidan. Es duro pasar los días de esta ma­nera y confieso que este método de desgaste comienza a afectar­me y me siento humillada.

Gracias a mi marido, mi fa­milia y a todos aquellos que disfrutan mi embarazo, manejo el estrés, pero debo admitir que en la compañía me hacen sentir "un monstruo".

Raquel Lezza


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* Les relato parte de mi vida. Tengo 69 años y durante 32 me desempeñé como docente mien­tras criaba tres hijos junto a mi esposo, empleado de comercio. En aquel tiempo, contaba como única ayuda con un lavarropas que solamente lavaba. La escue­la en la que estuve por 12 años quedaba lejos. Y debía viajar la mayor parte de las veces ha­ciendo dedo por no haber un transporte que sus horarios se adecuaran a nuestras necesida­des. O sea, pasaba más tiempo fuera de casa que en ella.

Los niños concurrían a clases en el turno en que yo trabajaba, pero a otro establecimiento más cercano y nos reencontrábamos a nuestro regreso. Sin embargo, con amor podía dedicarme a mis hijos, ver sus avances esco­lares, las tareas hogareñas y todo lo que implica una familia.

No debo negar que muchas veces fue a costa de horas de sueño. Pero nos casamos con amor, tuvimos nuestros hijos como su fruto y nos dedicamos a nuestra familia sin reprochar­nos que no se podía salir tanto como era deseable ni vestir a la última moda.

Me parece que las mujeres jó­venes no están preparadas para asumir sus responsabilidades. Creen que todo es un eterno noviazgo, sin responsabilidades. Yo tenía 21 años cuando nació mi hija mayor y todo lo que hice lo aprendí sobre la marcha, pues fui hija única y mimada.

No me arrepiento de nada, no creo haberme sacrificado, pues enseñar y cuidar a mi familia, como a mi esposo, que falleció hace dos años, fue muy impor­tante. Ellos fueron mis grandes amores, después del profesado.

Hoy, con mis hijos ya casados, y siguiendo ese ejemplo, recibo a mis amados nietos. Por eso, encarecidamente, mujeres, les pido que recapaciten: ¿qué hay más importante que la vida, el amor, la familia? Sólo con esos valores podremos avanzar. Lo demás son cosas superfluas.

Etel Meresman


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* Soy otra "mamá monstruo", a pesar de que nunca quise con­vertirme en eso. Esperé mi ma­ternidad, porque ahora las mu­jeres por razones laborales pen­samos en qué momento quedar embarazadas, nada es al azar. Sé que hay mujeres, como dijo en una de las cartas publicadas la señora Mary, que usan la mater­nidad como "una enfermedad" y un medio para conseguir otros beneficios, pero la mayoría va al laburo con mil problemas, con pocas horas de sueño.

Es muy duro ser mamá en esta sociedad. Todo depende de qué es lo que te quiere dar la empresa o tu patrón. Además, seguimos en una sociedad ma­chista. Nadie entiende lo que es trabajar 9 horas, y seguir con la casa, la comida y los hijos.

Y aunque tengamos un mari­do que sea un modelo de virtud, muchas veces ocurre que los horarios de ellos son más exten­sos, lo cual nos deja solas la ma­yor parte del día. Sé que si nos amplían licencias y derechos, lo que va a pasar es que nadie con­tratará mujeres. Lo sé por mi experiencia. Por lo que sólo me animo a pedir a nuestras muje­res del Congreso que armen un proyecto para la extensión de los meses de maternidad.

Hoy en día la ley nos obliga a dejar a nuestros hijos con dos meses, o menos. Y supuesta­mente tenemos que amaman­tarlos hasta los 6. Dudo que al­guien que trabaje 9 en Buenos Aires lo logre. Tener la posibi­lidad de una jornada reducida, de 6 horas, hasta completar esos 6 meses, la verdad que esto me interesa más que el famoso año de lactancia. A veces me miro y pienso: ¿esto es la liberación femenina? Creo, mujeres, que nos equivocamos de camino.

Gloria C., mamá de Donato


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* Yo me mudé de Chacabuco a Salto. Cincuenta kilómetros es poco, ¿no? Pero aunque no lo crean en aquél momento, hace 7 años, no había medio que co­municara ambas ciudades. Era como estar en El Cairo. Estába­mos solos. A eso le agregamos que en esta ciudad recién este año encontré una guardería de 8 a 12 y de 13 a 17. Claro que el tema es que yo dejo mi trabajo a las 17.30.

Sumemos algo más, en esta ciudad está Arcor, tomadora de mano de obra femenina, con lo cual quedan pocas mujeres para que cuiden los niños. Soy contadora, y tengo ganas de pro­gresar, vine con muchas ilusio­nes. Pero el hecho de tener hijos limita. Hoy soy una trabajadora de 9 horas, reduje mis jornadas porque me di cuenta de que lo importante es mi hijo. Espero que sigan publicando las cartas, creo que tal vez en este año elec­toral algo vamos a conseguir. ¡Gracias por darnos un lugar para opinar!

Gloria Bracchi


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* El año pasado Clarín me pu­blicó una carta ("Ser mamá es una desventaja") en la que co­mentaba que para los empleado­res el hecho de que una mujer tuviese hijos, era un problema. Y que por eso desistían de tomar a la persona. El año pasado dejé de buscar trabajo: estaba harta de estar explicando que tenía una hija pequeña (9 meses) y que por esa razón ya me mira­ran con mala cara. Era más que obvio que no iban a tomarme en los trabajos.

Este año, desde hace un par de semanas, estoy nuevamen­te buscando trabajo y tuve que mandar a mi hija, que hoy tie­ne un año y medio, a un Jardín maternal con jornada completa: ingresa a las 9 y sale a las 19.

De todas maneras, cada vez que voy a una entrevista siguen preguntándome la edad de mi hija. Eso es realmente es estre­sante y me colma de nervios. No sé qué es lo que pretenden que las madres hagamos. Hoy las mujeres tenemos miedo, miedo de hablar y por eso ser excluidas. Lo único que espero es que este año no sea igual al anterior, y que no tenga que vol­ver a mandar una carta a Clarín, pero con otro título: "Terror por ser mamá"....

Marisa García


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* ¡Cuánta verdad en cada una de las cartas publicadas en Clarín! Son un reflejo inalterable del padecimiento de tantas muje­res-madres que deambulan con la carga dolorosa y las preguntas sin respuestas.

Yo también, en mis años jóve­nes, me peleaba con mi destino por la inmensa necesidad de un trabajo digno que me facilita­ra el "honor" del bienestar tan necesario para mi familia, y la presencia de mis amados hijos, a quienes solamente yo respeta­ba y auxiliaba.

Tantas veces me vi en la triste realidad de mentir, fingiéndome sin hijos con la única intención de acceder a aquello que las ur­gencias me demandaban: casa digna, comida y educación para quienes esperaban de mí tan só­lo un cuidado.

Pasaron los años, digamos que alrededor de treinta. Avan­ces espectaculares en la ciencia, en la tecnología, inversiones fabulosas que sólo sirven, en al­gunos casos, para engrandecer sistemas demagógicos, pero to­davía con infinidad de "cuentas pendientes".e e

Hoy disfrazan esa tristísima realidad apuntando irónicamen­te a un subsidio por maternidad, mientras que olvidan establecer una legislación acorde con las expectativas actuales. Mi hija también se ha convertido en "un monstruo" (y ya pasaron 28 años). ¡Cuánta impotencia, cuánta injusticia junta!

Rita Acosta Villafañe


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* Tengo casi 60 años, soy ma­dre de dos hijas adultas, 28 y 31 años, profesionales, ejecutivas. Cuando nacieron, yo trabajaba en un Banco como profesional, y le pregunté a mi madre: "¿Me las cuidás"? Ella me dijo: "Bue­no, no queda otra, tenés que se­guir trabajando". Ella, maestra jubilada, me crió detrás de una pila de 40 cuadernos y nunca sentí su falta de cariño. Estuvo.

Nunca sentí culpa por dejar a una primero y a la otra después. Se criaron bien, lo siento así. No les di cantidad de tiempo, pero sí calidad. A la mañana, el desayuno, siempre. A la noche, cuando se acostaban, las arropa­ba. Y los fines de semana eran todos para ellas.

¿Qué les pasa hoy a las ma­más jóvenes? ¿Es mucho todo, pedir ayuda les cuesta mucho? No sean autosuficientes. Hijas, amigas del siglo XXI, sacrifi­quen tiempo, den la teta, pón­ganse una gota de "perfume", traten de estar bien. Sean ma­más piolas, no se apabullen. No pierdan los estribos. Porque si esperan que los legisladores de este país se parezcan a los de Europa del Norte, sus hijos van a estar cursando la Univer­sidad.

Rosario Penjak


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* Soy mamá de 3 hijos, la ma­yor de 10 años, el menor de 6 y mi hija del medio tendría ahora 7 años. Cuando ella nació ne­cesitaba seguir trabajando y la mandé a un Jardín maternal, que ofrecía mucha experiencia y personal idóneo. Al cuarto día de adaptación, mi beba dormía y se ahogó con su propio vómito. Más allá del dolor infinito, jun­to a otras familias nos reunimos para pedir el beneficio de una li­cencia más extensa, para poder cuidar "nosotros los papás" a nuestros hijos. Pero cómo tan­tas otras leyes que parecen "no ser importantes", quedó con una media sanción, hace años ... Seré un "monstruo", pero segui­ré luchando por esto, en honor a "mi Angel".

Elena Fornari
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Sexo y poder: ¿quién manda en la Argentina?

De cada 10 puestos de máxima autoridad, las mujeres ocupan menos de 2 en política, economía y otros ámbitos, como el sindical, cultural, científico y en los medios de comunicación.

Este índice es la principal respuesta al interrogante "¿Cuál es el sexo del poder en Argentina?", que orientó la investigación realizada por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) en 2010 y cuyos resultados se conocieron este mes.

En base a este estudio se elaboró el Índice de Participación de la Mujer (IPM), que releva datos en el ámbito nacional y también en el interior del país. El IPM mide cuantitativamente la inequidad de oportunidades en los principales puestos de toma de decisión.

En política, la presencia de mujeres en los máximos cargos es inferior el 20 por ciento. Pero el IPM va más allá del dato general. Demuestra, por ejemplo, que el poder se distribuye más igualitariamente en el ámbito legislativo, donde las mujeres obtienen 38 por ciento de representación. Esta cifra ubica a la Argentina en el puesto número 12 del índice internacional. En cambio, en el Poder Ejecutivo ese porcentaje desciende a 21 por ciento y, en el Poder Judicial, a 15 por ciento.

La directora de ELA, Natalia Gherardi, explica que "la situación de las legisladoras nacionales es más ventajosa debido a la Ley de Cupo Femenino. Aunque el IPM también muestra que la conducción en los bloques políticos está en manos de los varones". En ese marco, Gherardi sostiene que "la sola vigencia del sistema de cuotas no garantiza la eliminación de los prejuicios de género".

El IPM confirma esta afirmación al cuantificar la distribución del poder en el ámbito sindical: apenas 5 por ciento de las organizaciones sindicales tienen mujeres en sus comisiones directivas, a pesar de que existe la ley de cupo femenino que establece un piso mínimo de 30 por ciento.

En el ámbito económico, el IPM registra el valor más bajo: 4 por ciento de participación femenina en cargos gerenciales. Este guarismo demuestra que siguen existiendo barreras y obstáculos que dificultan el ascenso de las mujeres a puestos de mayor responsabilidad y liderazgo.

Los datos son similares en el ámbito de la comunicación. En la televisión las mujeres ocupan el 25 por ciento de los cargos importantes, índice que baja al 11 por ciento en el periodismo gráfico y al 9 por ciento en las radios nacionales. En las FM relevadas no se encontraron mujeres en sus direcciones.

La investigación de ELA ofrece una fotografía valiosa por su capacidad de cuantificar a las mujeres que accedieron a puestos claves en la política, la economía y la sociedad civil. Si bien Argentina presenta un estado crítico en materia de equidad de géneros, el IPM confirma que, lentamente, las mujeres están erosionando una barrera invisible que les impide dicho ascenso.

De todo modos, según los investigadores, "un mayor número de mujeres en el poder no significa en sí mismo un compromiso por con la igualdad entre mujeres y varones, que es un requisito ineludible para el desarrollo de una democracia inclusiva. Es necesario avanzar en políticas públicas sobre igualdad de oportunidades.


Acerca de ELA

ELA es una organización independiente y sin fines de lucro dedicada a la producción de conocimiento en el campo de la justicia y las políticas públicas, cuyo objetivo es promover la equidad de género a partir de acciones de incidencia, trabajo en redes y el desarrollo de capacidades de actores políticos y sociales.
em

Reírse del cáncer: los que luchan con humor y optimismo

Samantha Kittle tiene 26 años, es actriz y vive en Nueva York. Le diagnosticaron cáncer. Y encontró alivio y sostén escribiendo un blog, donde apela al humor para contar cómo vive el tratamiento. El sitio se está convirtiendo en un referente para muchas personas que atraviesan lo mismo que ella, y que encuentran en sus palabras una dosis de esperanza.

Con ejemplos desopilantes y mucha creatividad, Samantha narra los cambios de su cuerpo y de su vida. Por ejemplo, para disimular la caída de su pelo, se prueba pelucas de colores fluorescentes y publica las fotos. O cuenta que es “tomada como rehén de unos extraterrestres” cuando la internan para hacerle la radioterapia.

"Escribir es absolutamente terapéutico para mí. Por el momento he pospuesto las actuaciones hasta que me sienta mejor, pero no descarto participar en el corto de un amigo el próximo mes de agosto", contó a Elmundo.es. "Publicar mi blog es una manera de encontrar tonterías sobre las que escribir en mis días tristes de tratamiento", agregó.

Su diario on line es, también, un medio para comunicarse. "La gente me escribe para contarme cómo mis situaciones divertidas les ayudan a tener menos miedo antes de los tratamientos", dijo. "Muchos de ellos también recurren al humor para hacer frente a la enfermedad, y es reconfortante para ellos saber que no están solos en esto", compartió.


Más jóvenes, más blogs

El de Samantha es solo un ejemplo. En realidad, son cientos los blogs que combinan las confesiones sobre el cáncer con el humor. Son escritos por pacientes menores de 40 años. “Unas 70.000 personas de entre 18 y 40 años son diagnosticadas con cáncer cada año, lo que representa alrededor del 6% de los nuevos casos”, publica Newsweek. Ellos encuentran en la Web un medio para distraerse y estar en contacto.

Algo así le pasa a Kaylin Andres, una diseñadora de moda de 26 años que vive en San Francisco. Usa Cancer is hilarious para documentar la experiencia a un público joven. Su sitio es muy irónico: “leer esto te puede traer cáncer”, dice cuando presenta su perfil.

Otros blogs son I made cancer my bitch! y I’ve Still Got Both My Nuts, ambos hechos por hombres. Se destacan por el diseño bizarro, las imágenes desopilantes, los posteos sobre celebrities que fueron diagnosticadas y, por supuesto, por la emotividad de sus contenidos.

Badía, un caso bien nuestro

Siempre fue alegre, culto y súper querido. Y parece que esas cualidades se potenciaron desde que le detectaron la enfermedad, a fines del año pasado. Juan Alberto Badía tiene cáncer producido por un tumor en el mediastino (una cavidad entre el esternón y la columna).

La semana pasada reapareció públicamente en el programa de radio “Bravo Continental”. Agradeció el apoyo de sus colegas y del público: "me han devuelto afecto, no respeto, no consideración, sino amor", dijo.

Los más íntimos destacan su optimismo. "Es admirable cómo lo lleva", dijo su hija Bárbara al diario Los Andes. También Gonzalo Bonadeo, quien lo cubrió durante el verano en Pinamar, compartió: "grabó una serie de cositas en tono de parodia que vamos mechando, algo así como que él ya está por llegar y yo no me puedo volver a Buenos Aires hasta que él aparezca".

Juan Alberto mantiene su pasión por el trabajo, aún en épocas difíciles. "Me cuesta menos ir al estudio que ir al baño, porque es lo que me gusta", lanzó. Y, lejos de bajar los brazos, hoy está empezando un proyecto radial a través de Internet: "me sirve para ir a la próxima quimio, para recibir la próxima inyección", compartió con entusiasmo.


Mujeres valientes

“Enamoradas. Embarazadas. Madres. Profesionales. Amantes del hogar. Abuelas. Cualquier mujer, en cualquier momento de su vida, puede recibir un diagnóstico de cáncer de mama”, dice el prólogo del libro “Reflejos del alma”. Reúne los testimonios de quienes lo enfrentan de manera positiva y dan esperanza a las demás. Fue creado en colaboración con varias ONGs, como LALCEC y MACMA, y lo presentó Mónica Cahen D´Anvers (mirá el video).

También en línea positiva, se destaca el taller “Luzca Bien… Siéntase Mejor”. Con técnicas de automaquillaje y consejos prácticos sobre el uso de accesorios, busca fortalecer la autoestima de las mujeres con cáncer. Las ayuda a mejorar su imagen para llevar adelante el tratamiento con mayor confianza. Es un programa de la Cámara Argentina de la Industria de Cosmética y Perfumería y es gratis.

Volviendo a los casos particulares, nos encontramos con Eva Ekvall, de 28 años. Fue Miss Venezuela en el 2000, pero un cáncer de mama cambió su vida. En un libro ("Fuera de foco"), cuestiona los valores de la cultura actual y, también, la utilización de técnicas médicas para sumar belleza, en lugar de utilizar esos recursos para prevenir y curar enfermedades. Recopiló los mails y mensajes que recibió durante el tratamiento. "Ya sé lo que se siente no tener un pelo de tonta", ironizó en Twitter, tras afeitarse la cabeza y evitar ser testigo de la caída de un mechón tras otro.

Otro testimonio admirable es el de Soledad Villanueva, que tiene artritis reumatoidea y también armó un blog para compartir su experiencia y contagiar esperanza y alegría. Un ejemplo, muchos ejemplos.



"Aquel que esté sufriendo un cáncer, no se niegue la posibilidad. Yo me planteaba, ‘qué imagen voy a dar, cómo lo voy a comunicar’, pero cuando pude blanquearme a mí mismo empecé a tener muchos ejemplos. Eso ayuda mucho", alentó Badía a sus oyentes. ¿Te está pasando a vos o a algún conocido? ¿Cómo encaran los tratamientos? ¿Pensás que el optimismo es importante para superarlo?
em

miércoles, 4 de mayo de 2011

S.O.S. migraña: qué la causa y cómo tratarla

Este tipo de cefalea afecta a cerca de 40 millones de personas en el mundo de manera crónica. Un especialista explicó qué malos hábitos la intensifican y cuáles son las novedades a la hora del tratamiento.
Solemos hablar de migraña y cefalea como si fueran lo mismo, pero no lo son: cefalea significa dolor de cabeza y la migraña es un tipo de cefalea que se caracteriza por un dolor pulsátil, con hipersensibilidad al sonido y a la luz. Suele localizarse en media cabeza, y presentarse acompañado de náuseas y/o vómitos. En la actualidad, cerca de un 15% de mujeres entre los 15 y los 40 años padece migrañas. De estos pacientes, un porcentaje sufre de migrañas crónicas, definido como dolores migrañosos al menos 15 días al mes.

Cuando un paciente se acerca al consultorio de un neurólogo por el padecimiento de grandes crisis migrañosas, por lo general desde hace muchos años, el tratamiento suele ser abordado con distintos fármacos que ayudan a disminuir tanto la frecuencia de las crisis como la intensidad del dolor. Pero eso hoy, ya no es suficiente.

El paciente debe trabajar en conjunto con el neurólogo sobre los posibles factores desencadenantes y por eso es necesario estar alerta para darnos cuentas cuáles son y así evitarlos o al menos controlarlos. Gran parte de ellos están vinculados con las actividades diarias, con la forma de alimentarse, con el estrés y las posturas que el cuerpo adopta, por ejemplo para trabajar o dormir.

Está comprobado que el tratamiento exclusivamente farmacológico no alcanza; es necesario complementarlo e integrarlo con otras disciplinas. Por eso, en la actualidad ya no es solamente el neurólogo el que se encarga de tratar un paciente migrañoso crónico sino que conviene que sea evaluado por otros especialistas de la medicina como kinesiólogos, psicólogos o psiquiatras. Este abordaje multidisciplinario integrado por varias ramas de la Medicina trajo beneficios y muchísimas mejoras en quienes sufren migrañas crónicas.

Dentro de este abordaje multidisciplinario, la reducción del estrés es un factor importante y la técnica de mindfulness representa una nueva herramienta con excelentes perspectivas. Mindfulness significa “atención plena”; se trata de aumentar la autoconciencia para reducir los síntomas físicos y psicológicos asociados al estrés, para mejorar el bienestar general y encontrar el equilibrio entre el espíritu y el cuerpo. Esta práctica que incluye sesiones de meditación, intenta que la persona pueda controlar más su cuerpo y así evite dolores mayores o hasta incluso evite el dolor de cabeza cuando sienta que puede llegar a desencadenarse.

Desde el punto de vista científico, el mindfulness es un estado en el que el practicante aprende a mantener la atención centrada en un objeto utilizando la respiración para luego tomar conciencia de lo que piensa, lo que siente, de sus emociones y de todo lo que sucede a su alrededor.

Es algo simple y familiar que todos hemos experimentado alguna vez en la vida. Es estar conciente de lo que se está haciendo, pensando o sintiendo en ese mismísimo momento sin estar ocupado o preocupado por el pasado o por el futuro. Esa concentración 100% en el aquí y ahora trae serenidad porque la mente no está “vagando” entre imágenes diversas que la alteran. Y esa atención plena o autoconciencia está a su vez asociada a una actitud en la que se destaca la curiosidad, apertura, aceptación y amor. En síntesis, todo un potencial heredado del mundo oriental del que se está nutriendo Occidente.

Así, el paciente que padece migraña dispone de una variedad de tratamientos, incluyendo el mindfulness, que además de mejorar los dolores de cabeza, equilibra y mejora otros aspectos de la vida personal.

Dr. Daniel Schere
Miembro de la Unidad de Dolor del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro
Director de INECO Cefaleas
Infobae

ALIMENTOS QUE AYUDAN!

Ni tratamientos extravagantes, ni píldoras mágicas. La alimentación juega un rol fundamental en la prevención de la tan odiada piel de naranja. Qué comer para mantenerla a raya.
Si hablamos de estética, pocas cosas son tan molestas y difíciles de erradicar como la celulitis. Se produce por acumulación localizada de grasa y líquido y, para eliminarla, no queda más remedio que hacer ejercicio, tomar mucha agua y seguir una dieta baja en grasas. El secreto está en incluir ciertos alimentos que colaboran en la batalla contra la celulitis más que cualquier píldora mágica. Aquí, 5 de los más importantes:

1. Ananá
Con propiedades diuréticas, ayuda a digerir las proteínas, acelera la reparación de los tejidos, tiene efectos antiinflamatorios por su alto contenido de bromelaína y elimina toxinas y líquidos retenidos.

2. Cereales integrales
Los problemas digestivos reducen la oxigenación de las células y contribuyen a la concentración de materiales residuales que acaban por asentarse en zonas críticas del cuerpo. Los cereales integrales reactivan el sistema digestivo, absorbiendo y eliminando toxinas.

3. Verduras
La espinaca, la acelga y las legumbres en general son ricas en hierro, que ayuda a oxigenar los tejidos y a quemar la celulitis.

4. Té verde
Las infusiones como el té verde aceleran el metabolismo, ayudan a eliminar líquidos y estimulan el aumento de adrenalina, encargada de quemar las grasas. Se recomienda tomar una taza al día.

5. Banana
Al igual que la berenjena, la zanahoria y los frutos secos, es rica en potasio, un gran aliado a la hora de erradicar la celulitis, porque estimula el drenaje linfático.

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17.03.2011
10 alimentos que levantan el ánimo

Así como hay canciones que nos ponen contentos, existen comidas que mejoran el humor. ¿Cuáles son? Lee esta nota y enterate.
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La serotonina, una sustancia encargada de transmitir señales nerviosas a través de las neuronas, tiene una relación directa con el estado de ánimo de las personas: si su nivel en sangre es alto, sentimos placer y bienestar; si es bajo, cambia el humor, crece la ansiedad y el deseo de atracarse con chocolates y harinas. Para que el cuerpo produzca esta sustancia de la felicidad necesita el aminoácido triptofano, así que para prevenir el bajón y sentirte bien, conviene que incluyas en tu dieta los alimentos que lo contienen en altos niveles.

Aquí, 10 fuentes naturales de triptofano para incorporar a tu alimentación:

1. Poroto verde de soja
Originario de Asia, es rico en proteínas y es reconocido como uno de los alimentos que proveen más cantidad de triptofano al cuerpo.

2. Semillas de lino
Contienen gran cantidad de triptofano y ácidos grasos Omega 3. Con comer entre 4 y 5 semillas por día o entre 3 y 4 cucharaditas de aceite de lino alcanza para levantar el ánimo.

3. Ananá
Nueces para el amor, ananá para el desengaño. Por ser una fruta rica en triptofano, rescata a los enamorados despechados levantando el humor y los niveles de energía.

4. Banana
Las bananas también entran dentro del grupo de alimentos que levantan el ánimo. Como postre o en licuados, son un "sedante" natural para el cerebro y ayudan a inducir el sueño.

5. Espinaca
Es una gran fuente de vitamnas, minerales y ácido fólico, además de triptofano. Se puede comer cruda en ensaladas o cocida en rellenos de tartas, empanadas y pastas.

6. Avena
Con un alto contenido de fibra, proteínas e hidratos de carbono, la avena es un aliado del sistema nervioso, que ayuda a apaciguar la ansiedad.

7. Espárragos
Un superalimento: además triptofano, posee ácido fólico y vitaminas, entre ellas la vitamina C, que mejora la absorción del aminoácido. Un must en la dieta.

8. Queso Cottage
Los lácteos poseen grandes cantidades de triptofano. Entre ellos, el queso Cottage es un favorito a la hora de planificar una dieta rica en estos aminoácidos. Incluílo en la tuya.

9. Tofu
El queso de leche de soja tiene un doble beneficio: provee de proteínas necesarias al cuerpo y proporciona una buena cantidad de triptofano al cerebro.

10. Pollo
Además de ser una carne sabrosa y rica en proteínas, el pollo contiene altos valores de triptofano, lo que levanta los niveles de serotonina en el cerebro.
Fuente: Planeta Joy