miércoles, 24 de agosto de 2011

Mamá full time

Cerca del 50% de las madres se replantean su vuelta al trabajo después del embarazo. Según un informe del Observatorio de la Maternidad, casi la mitad de las mujeres convertidas en madres deciden rever su situación laboral. Algunas optan por no volver a sus puestos de trabajo, otras por cambiar de tareas. Claro que muchas no tienen la posibilidad económica de hacerlo y entonces la vuelta se convierte en un motivo de angustia. ¿Cómo manejarlo? Experiencias maternales y la palabra de los especialistas.

“Si bien la mujer explora el gratificante gusto del desarrollo profesional e independencia económica, al encontrarse con el nacimiento del primer hijo descubre el amor materno y las demandas de cuidado de la cría, que se contraponen con variables del mundo laboral". LIC. FABIANA PORRACÍN, psicóloga y antropóloga de la UBA.Desde que quedé embarazada, una pregunta revolotea mi mente, mis entrañas y mi billetera. ¿En qué momento, después de ser madre, voy a volver a trabajar? La respuesta, claro, no es sencilla y depende de factores varios, pero cada persona que me cruzo (eso incluye familiares, amigos, la vecina de abajo, los taxistas y la cajera del súper), ensaya alguna teoría al respecto. “Volvé lo más rápido que puedas o no vas a volver más. ¿Después de tanto sacrificio pensás resignar tu carrera?”, sentencian algunos, y otros, por el contrario, arengan: “¡Extendé la licencia al máximo! Es tiempo valioso para tu bebé; después crece y chau. Es más: si podés, tomate un año sabático”.
¡Qué estrés! Antes yo sólo debía decidir cosas superfluas y ahora me vienen con que después del parto se me juega la vida, el trabajo y, fundamentalmente, mi ingreso a la categoría de las “buenas” o “malas” madres. Mientras tanto, la cuenta regresiva ya comenzó, el parto está cerca y me encuentro convertida en un manojo de nervios, inflado e inexperto.

Pero, según un informe del Observatorio de la Maternidad, no estoy sola en esto: muchas mujeres atraviesan las mismas dudas después de tener un hijo y cerca del 50 por ciento de ellas no vuelve a sus puestos de trabajo por razones varias, como por ejemplo la precariedad laboral, el hecho de no saber con quién dejar al bebé, o bien porque se quiere disfrutar de la experiencia a pleno. De acuerdo al trabajo del OM, participa del mercado laboral el 79,2% de las mujeres sin hijos, el 64,7% de las que tienen 1 o 2 hijos, el 58,1% con 3 o 4 y el 45,3% con más de 4.

“Si bien la mujer explora el gratificante gusto del desarrollo profesional e independencia económica, al encontrarse con el nacimiento del primer hijo descubre el amor materno y las demandas de cuidado de la cría, que se contraponen con variables del mundo laboral: un clima altamente competitivo, de extensas jornadas que en muchos casos requieren viajes y una invasión de la vida personal a manos de la comunicación digital, factores que no son compatibles con el tiempo, la calidad y el clima de cuidados que requieren al menos los dos primeros años del bebé. El crecimiento económico que beneficia a grandes sectores posibilita que pueda, en algunos casos, sostenerse un hogar con un solo ingreso, factor decisivo para que la mamá pueda quedarse en casa –explica la licenciada Fabiana Porracín, psicóloga y antropóloga de la UBA, quien reconoce la tendencia–. ¿Por qué cuesta volver? Porque al vivenciar nuevamente el mundo de lo íntimo, con tiempos naturales que no son los del ‘vértigo Blackberry’, se redescubren contactos más amenos a nuestra naturaleza y ese choque genera mucha resistencia, llevando a replantearse no retomar la actividad laboral o cambiar de rumbo profesional”.

¿EXTENDER O NO LA LICENCIA? ¡Esa es la cuestión! Determinar el mejor momento para volver (o no), no parece ser tarea fácil. La legislación argentina establece que en los trabajos con relación de dependencia, la licencia por maternidad es de 90 días y comienza a regir desde 45 días antes y hasta 45 después del parto (el período también se puede dividir en 30 y 60), lapso durante el cual la mujer percibirá su salario. Además, existe la opción de demorar hasta seis meses más el regreso, pero en este caso ya sin goce de sueldo.

El doctor Mario Sebastiani, obstetra del Servicio de Obstetricia e integrante del Comité de Bioética del Hospital Italiano de Buenos Aires, considera: “Dentro de una casa, la mujer tiene una multiplicidad de roles: es organizadora, pareja y además tiene sus propias tareas, que incluyen trabajo, intelecto y cuidado personal, además de vida social. Ahora le agregamos un hijo, que le demandará, al principio, el 90 por ciento de su tiempo, a pesar de que se suele mencionar nuestra ayuda como hombres. Pero la lactancia (casi 10 puestas al pecho por día por un total de 400 minutos), el aseo, el cuidado de otro hijo si lo hubiere y las cosas de la casa son su prioridad. A esto le sumamos que a los dos meses debe volver a trabajar, lo que implica haber resuelto quién cuidará del bebé, más un trabajo de siete horas (con dos de viaje) y la casa. Claramente, no es fácil volver a trabajar –explica y considera que, por esa razón, lograr una logística hogareña es fundamental–. Hay que buscar las ayudas necesarias: en la pareja, en la familia, en los sistemas de cuidado. Los hijos son muy bonitos, pero el trabajo es un bien por demás preciado en el mundo actual: es escaso, da autonomía económica (los hombres que mantienen detentan un poder sobre las mujeres) y mejora la intelectualidad y la sociabilidad”.

En su último libro, Lo que nadie te contó del embarazo y del posparto (Paidós), el médico dedica un capítulo a hablar enteramente del tema y propone algunas claves: “Hay toda una sociedad juzgando tu actitud frente al trabajo. Tratá de no permitir que la elección sea maternidad o libertad. No escuches las calificaciones que con enorme simpleza tildan a las madres como heroínas, buenas, mediocres o malas”, escribe Sebastiani.

CUANDO VOLVER. Luciana Salas (40) no volvió más, aunque su idea era reintegrarse a los seis meses de licencia. Hoy su hija mayor tiene 6 años, el mismo tiempo que hace que ella ya no ejerce como ejecutiva de ventas, su profesión “AM”, es decir, Antes de la Maternidad.

“Tenía un trabajo de muchas horas en una empresa de marketing, que no me cerraba. Después de tener a Malena me fui quedando en casa y me acomodé a esa rutina. A los dos años tuve a Juana y entonces ya no me daba la cabeza para buscar un nuevo trabajo y menos para volver al anterior. Pero ahora que las nenas están más grandes me gustaría empezar de nuevo, aunque también siento un poco de vértigo. Mi idea es lanzar un emprendimiento propio”, cuenta. Por el contrario, María Emilia Fernández (28) jura que le hubiera encantado prolongar su licencia, pero no tuvo la opción económica de hacerlo. Su hijo Valentín tiene 8 meses y va a la guardería. “Volví a trabajar enseguida porque mi marido y yo somos empleados y tenemos que pagar el alquiler. Debo confesar que me costó dejar a mi hijo. Las primeras dos semanas se lo entregaba a la maestra y me largaba a llorar. Fue tremendo”, declara y asegura que todavía siente una mezcla de culpa y angustia cada vez que piensa en que no pudo amamantar a su bebé todo lo que hubiera querido.

Belén Márquez (35), en cambio, le quita dramatismo a su regreso precoz: “Me reintegré a los 60 días porque quise. Podría haberme tomado más tiempo, pero la cabeza ya me estaba jugando en contra. Me enloquecía sentir que mi única misión en la vida era dar la teta, cambiar pañales e ir a la plaza. ¡Por algo estudié e hice una carrera! –destaca y asegura que tomó la decisión de volver al estudio de abogados en el que trabaja jornada completa por el bien de su hijo Mateo, que acaba de cumplir 3 años–. ¿De qué le hubiera servido a él que yo me quedara a cuidarlo y postergara una profesión que me hace sentir plena?”, se cuestiona Belén.

Mariana Vázquez, directora de Recursos Humanos & Calidad de la consultora de RRHH Adecco, destaca que en ese marco no es casual que las mujeres posterguen la llegada de los hijos. “Tememos la pérdida de una independencia por la cual luchamos, aunque tenemos claro que a cierta edad ya no lo podemos dilatar. Luego de la llegada del bebé, las prioridades de antes quedan en segundo lugar y la vuelta al trabajo requiere de una organización especial. Lamentablemente, el mercado laboral actual no está del todo maduro para dar lugar al desarrollo de mujeres profesionales con hijos. Es muy difícil conciliar vida profesional y maternal, y en pos de eso, se trata de trabajar en la sensibilización del top level corporativo para conciliar estos aspectos. Algunas empresas están implementando ‘teletrabajo’ o ‘flex time’ para aquellas madres que, por la función que desempeñan, pueden trabajar fuera de la oficina. Pero muchas otras continúan en el modelo de liderazgo basado en el ‘ver para creer’. Como directora de Recursos Humanos, es un tema que me preocupa, ya que entiendo tanto las necesidades de las madres como las de las empresas. De todos modos, hay que tener en cuenta que al principio cuesta volver, pero pasado un período de tiempo todo fluye nuevamente”.

A la hora de proporcionar algunas claves para encarar el “operativo retorno”, los especialistas coinciden: cada mujer devenida en madre deberá hacer su experiencia, en base a los tiempos, las sensaciones y necesidades económicas de cada una. “Al correrse del mercado laboral el regreso es más difícil. De todas maneras, la clave está en encontrar el propio equilibrio, aunque eso a veces lleve a buscar nuevos horizontes”, reflexiona Mariana Vázquez y Fabiana Porracín agrega: “Algunas mamás necesitan trabajarlo terapéuticamente, ya que el monto de angustia es intenso y paralizante. Hay que comprender que no se puede todo y que, para ganar, hay que saber perder. La mamá debe elaborar que es mejor madre en tanto ella se sienta satisfecha y realizada como persona. La maternidad y los hijos no lo son todo y tampoco lo es la carrera. Por eso, hay que aprender a ponerles límites tanto a los chicos como al trabajo”.

Por su parte, el doctor Mario Sebastiani aconseja no perder de vista que antes de la llegada del hijo había una vida: la propia. Y que recuperarla será necesario en algún momento. or eso si bien al cierre de esta edición la decisión de cuándo y cómo volver aún no había sido tomada por quien les escribe (y a quien, dadas las circunstancias, no leerán por un tiempo), debo reconocer que antes de zambullirme en la licencia logré pasar algo en limpio: a esta altura no me queda más opción que vivir el día a día. En unos meses les cuento cómo me fue en ese intento.

Para Ti
Textos MARIA EUGENIA SIDOTI.

Pareja: las preguntas más comunes relacionadas al sexo

Por la Lic. Diana M. Resnicoff

Todas las parejas coinciden en algunos puntos y no en otros, y esto también se ve en lo referente a sus encuentros sexuales. Estos, van más allá de las conductas tradicionales coitales y pueden involucrar a terceros, sexo manual, oral o anal, juegos sadomasoquistas y variantes que algunas parejas se permiten y otras, no. Creo que lo importante en cada pareja es acordar sobre lo que cada uno permite, en cuanto a conductas y fantasías sexuales.

¿Hay una frecuencia normal para las relaciones sexuales?

En la sexualidad, todos los rendimientos son buenos cuando uno está bien con la otra persona. No hay un “promedio” o “canon”. Hay parejas que son muy felices teniendo un encuentro sexual cada quince días, y otras lo hacen tres veces por semana. Lo que hay que hacer es consensuar.

¿Qué pasa cuando las frecuencias con las que cada uno quiere tener relaciones sexuales son diferentes?

Esto es lo que generalmente ocurre, y lo veo en la consulta. En la mayoría de los casos, es el hombre quien reclama una mayor frecuencia y la mujer lo desea, pero no con la misma periodicidad: a él le cuesta entender que ella no está rechazando la relación sexual en general, sino solo en ese momento. La frecuencia sexual marca una pauta de encuentro, cuando ambos han aprendido a negociar y tomar decisiones que contemplen las necesidades de ambos. No se trata de centralizar el problema en torno al número de relaciones que se tienen por semana, sino de lo que esas relaciones significan en términos de placer y satisfacción. La responsabilidad es obviamente de ambos, y representa el esfuerzo que cada uno hace por satisfacer las demandas y deseos de la pareja.

¿Disminuye el deseo con los años de convivencia?

Los primeros tiempos en las relaciones de pareja, suelen ser siempre recordados por la pasión de los encuentros sexuales. Una pareja que empieza a conocerse brinda todas las sorpresas del descubrimiento reciproco. La curiosidad no solo por el cuerpo sino también por la personalidad y las particularidades del otro, produce una fascinación única. Pero una de las características del sexo a medida que avanza el matrimonio, es que existe menos preocupación por la cantidad y se atiende más a la calidad. El problema es que muchas parejas ven este cambio como si algo anduviera mal, cuando la disminución de la cantidad es parte de un proceso normal.

¿La menopausia significa el fin de la actividad sexual para la mujer?

De ninguna manera. Si bien en algunos casos pueden aparecer dificultades, éstas pueden solucionarse con el tratamiento adecuado. La mujer que así lo desea tiene la posibilidad de seguir disfrutando del sexo hasta el final de su vida. Sin embargo, para las mujeres que nunca han disfrutado demasiado o para las cuales el sexo ha sido una carga, la menopausia es una buena excusa para dar por terminadas las relaciones sexuales. Aunque a muchas de ellas no les interesa modificar esta situación porque se sienten bien así, frecuentemente la expectativa de cambio está puesta en la satisfacción o requerimiento de la pareja. En las mujeres que han tenido una vida sexual satisfactoria y placentera es más difícil que surjan problemas. Cuando ésto ocurre suelen consultar en forma rápida.

¿Qué modalidades sexuales practican en realidad las parejas?

Hay una mayoría de parejas que realiza juegos sexuales manuales y orales, y, en menor medida, anales.

¿Qué valor tienen las fantasías sexuales en pareja?

Muchas veces, retroalimentan la sexualidad. En muchas parejas, a medida que pasa el tiempo, lo que era novedad ya no lo es y si se le agregan las rutinas del trabajo, los niños, las deudas, no hay romanticismo ni pasión sexual que resistan tanta presión y tanta familiaridad. Es ahí donde la aparición y el mantenimiento de las fantasías pueden ser una interesante manera de recuperar el erotismo. La fantasía sexual sirve, a veces, como el más penetrante de los afrodisíacos, desencadenando en nuestras cabezas el deseo sexual. Las escenas fantaseadas, si bien solo son excursiones de la mente, ayudan a encontrar excitación, aventura, autoconfianza y placer. De esa manera se recrean escenas que pasaron y armamos otras con cosas que deseamos pero no hacemos por no atrevernos o porque nos asustan; o porque simplemente queremos que permanezcan como fantasías. Alguna gente las tiene más desarrolladas y otros no.

¿Es bueno compartir las fantasías o es mejor guardárselas para uno?

Es más habitual que queramos mantener las fantasías en nuestra imaginación a que busquemos hacerlas realidad. Sin embargo, algunas parejas deciden hacer realidad algunas fantasías que comparten. En estos casos, es muy importante que se tenga en cuenta que jamás será lo mismo lo fantaseado a lo vivido. Otro punto muy importante es que una vez llevadas a la realidad, la fantasía suele perder su carga erótica, su magia.

¿Cuáles son las preferencias sexuales mas “conflictivas” en la pareja?

Los hombres suelen tener mayor preferencia por las relaciones anales. Y las mujeres no comparten esta preferencia. Al parecer, como la mucosa anal es mucho más ceñida que la de la vagina, para el que penetra, la sensación es más intensa y excitante. Además, tiene un sentido adjudicado desde la mitología machista, de sometimiento, por la postura y el hecho de estar en posición superior. En cambio, a la mayor parte de las mujeres, la relación anal no les produce placer. El varón llega fácilmente al orgasmo porque el conducto anal es más estrecho. Pero ellas tienen que ser estimuladas con la mano o autoestimularse, para alcanzar un orgasmo.

¿Cuáles son las preferencias de las mujeres?

Una gran mayoría de mujeres alcanza su orgasmo por estimulación, oral o manual, de su clítoris, haciéndolo por si misma o con su pareja. En cuanto a la penetración, suelen sentir mayor placer al estar ellas en posición superior encima del varón: ello se debe a que su clítoris roza sobre el hueso púbico masculino, lo cual resulta sumamente estimulante.

¿Qué pasa con el sexo oral?

Muchas mujeres alcanzan su orgasmo mediante sexo oral. Algunos varones sienten rechazo por los genitales femeninos o por los fluidos y piensan que son para penetrar y no para besar; algunas mujeres también suelen tener reticencias a hacer sexo oral al varón. El rechazo puede ser con una persona, por falta de higiene o por una aversión a los fluidos corporales que se da más allá de una pareja en particular. Si alguno de los dos rechaza esta práctica, es importante hablar y explicarle al otro que no es un rechazo a la persona, sino al acto en sí.

¿Las relaciones sin penetración son incompletas?

No, cualquier modalidad de relación sexual es completa si satisface a ambos. Muchas personas tienen la creencia de que todo encuentro sexual debe acabar con la penetración vaginal. Sin embargo, la sexualidad es mucho más abarcativa como para limitarla únicamente al coito. Son numerosas y variadas las formas de dar y recibir placer: los juegos, la masturbación, las palabras, las caricias, los besos, los juguetes y los masajes eróticos son algunas de las posibilidades de vivir una experiencia sexual que puede o no culminar en penetración.

Por supuesto que existen muchas otras preguntas que las parejas se hacen y, en la consulta, me hacen. Lo importante es saber que así como la pareja hablara sobre sus hijos, sobre el dinero, reviste la misma importancia hablar sobre su sexualidad. Seguramente llegaran a negociar pero cuando cada uno haya sido capaz de exponer sus necesidades y preferencias.

Lic. Diana M. Resnicoff
Psicóloga clínica. Sexóloga clínica.
Minutouno

miércoles, 17 de agosto de 2011

No confundas sexo con amor

Allí donde los medios de comunicación ven liberación femenina, los posmodernos reproches de las mujeres parecen hablar de otra cosa. Se quejan de que ya no hay hombres, que solo quieren sexo y que huyen del compromiso afectivo.

Angustia ante el llamado que no llega, angustia al descubrir que no fue más que amor de una noche, y angustia anticipatoria también, ante la posibilidad de que la experiencia se vuelva a repetir sin haberla elegido (de ahí la búsqueda de muchas mujeres de un catálogo de indicios que les permita reconocer rápidamente al amante express).

El sexo por temor

Pareciera que el sexo casual es para algunas mujeres una suerte de peaje obligado en vista a aumentar sus chances para una relación. Es que, según explican, no siempre llegan a él por elección y deseo genuinos sino porque piensan que si no tienen sexo de inmediato el hombre que acaban de conocer —potencial pareja— se irá con otra.

Esta postura nace de la creencia de que el "mercado" amoroso está tan difícil y competitivo que no deja lugar a este tipo de elecciones… Cuando la verdad es que si ya partís del presupuesto de que no tenés opción, la realidad terminará dándote la razón. Las creencias pueden ser mucho más limitantes que la realidad misma.

Mujeres de hoy

El sexo como fin en sí mismo no parece ser lo más común, pero no quiere decir que no exista. Por supuesto que hay mujeres que cuando tienen sexo simplemente tienen sexo y no se quedan esperando, secretamente, a que el hombre las vuelva a llamar.

Luego tenemos a aquellas mujeres en las que el sexo funciona como una barrera que impide acceder a la verdadera intimidad. Es un modo de recibir afecto sin tener que vérselas con los riesgos que conlleva abrirse a una relación. Ellas también se quejan de que los hombres no se quieren comprometer, pero la queja debe leerse como una proyección de su propio temor al compromiso.

Tips para alejar la angustia

No tiene sentido que las mujeres sigamos dilapidando energías en culpar al príncipe que no fue por haberse llevado consigo el reino que nunca nos prometió.

Tampoco es que ellos premediten sus "abandonos". Como bien señaló uno de los hombres que entrevisté, “la atracción inicial no es garantía de una buena relación posterior (entendiendo la palabra relación en sentido amplio, no solo sexual)… Y eso no es miedo al compromiso”.

No se trata entonces de jugar según las reglas de los hombres ni de pretender imponer las nuestras, sino de pactar las reglas con las que queremos jugar, de modo que no salgamos ni heridas ni angustiadas. Porque después que se lo aceptó, no se puede reclamar lo desventajoso del trato.

Teniendo presente que ser deseada no es ser amada y no pidiéndole al sexo más de lo que el sexo puede darte, te abrís a la posibilidad de elegir verdaderamente.

Ocupate, entonces, de decidir en función de lo que realmente sentís y despreocupate de qué es lo que decidirán los hombres a partir de ello. Verás que por fin has encontrado la auténtica liberación sexual.

Extractos del libro de Nanci Martin, "Las mujeres NO siempre tenemos razón", de Ediciones B. La autora es psicóloga y promotora del bienestar femenino y el mejoramiento de los vínculos amorosos.
Entre Mujeres

miércoles, 10 de agosto de 2011

No me quiero casar

Tu novio todavía no entiende por qué aún no aflojaste con el temita de que te da fobia el altar. Tu mamá y tu abuela opinan, horrorizadas, que la modernidad lo arruinó todo, mientras que tus amigas -sobre todo las solteras- siguen cuestionándose por qué siempre le dan pan al que no tiene dientes...

¿Qué pasó? Culturalmente, siempre fuimos nosotras quienes, al segundo día de noviazgo, fantaseábamos con la idea de caminar lentamente hacia el altar, pero hoy resulta que son cada vez más las mujeres que se descubren a kilómetros del "sí, quiero".

Puede suceder que en tu cabeza no esté instalado el chip "Susanita", ese que se conmueve con la idea del vestido blanco, la fiesta y la luna de miel perfectas. O también es posible que todo aquello que rodea al matrimonio -ya sea civil y/o religioso- te resulte ilusorio, incómodo o directamente insoportable. ¿Es grave? No, es tan sólo otro síntoma más de una época en la que cada uno es libre de elegir de qué manera quiere comprometerse.


Igual te quiero
Hay amor, hay química sexual, hay proyectos para el futuro y unas ganas locas de envejecer juntos. Incluso, a veces, hasta existen hijos en común y algunos años de convivencia. Pero aun así, no hay casorio. Y ya nadie se espanta por esto. Social y culturalmente, estamos bastante lejos de aquellas generaciones de mujeres que si a los 25 años no estaban casadas, eran consideradas prácticamente "solteronas" sin remedio. Afortunadamente, hoy podemos elegir cuándo, cómo y con quién nos vinculamos afectivamente, e incluso escaparnos de ciertos mandatos sociales para buscar otras formas más personales de compromiso. El matrimonio ya no es un fin en sí mismo, sino una opción más para demostrar que querés compartir la vida con alguien.

Los motivos anticasamiento pueden tener que ver con la historia de cada una, con las creencias, con el deseo o con algo tan simple como el hecho de no tener ganas. ¿Las razones más típicas?


"Un papel no cambia nada"
En términos legales, estar casada cambia algunas cosas. En principio, tu estado civil ante la ley. También implica formar una "sociedad conyugal" -es muchísimo menos romántico y más pragmático llamarlo así- que repercute en tu patrimonio económico y en ciertos aspectos, tales como las herencias, la patria potestad sobre los hijos, etc. Ahora bien, también es cierto que hoy existen otras formas de unión civil que también aseguran el acceso a esos derechos.


"No aumenta mi nivel de compromiso"
Antes, generalmente, las mujeres se casaban o... si el pretendiente daba muchas vueltas, terminaban buscándose otro novio. El matrimonio era considerado el objetivo final de una pareja, esa especie de diploma con el que te recibías de "la señora de", además de una forma de sellar el compromiso de ambos. Hoy en día -ley de divorcio mediante-, nadie está obligado a permanecer junto con una persona que no quiere. De modo que la palabra "compromiso" también forma parte de una elección mutua, casi cotidiana, y que muchas veces poco tiene que ver con las instituciones, sino con la actitud que ambos adopten frente a su relación. La mujer que no quiere casarse no necesariamente es una mujer a la que no le importa el compromiso, sino que está lo suficientemente confiada en lo que siente. Y no necesita más que eso para sentirse bien.


"Conozco miles de matrimonios infelices o que terminaron en divorcios"
OK, es sabido que los matrimonios pueden no durar para siempre. O también pueden durar a la fuerza -basados en el imperativo "hasta que la muerte los separe"-, aunque esa unión provoque infelicidad y frustración. En el universo conyugal, todo es posible. Pero lo cierto es que los matrimonios que nos rodean -especialmente los de nuestros padres, amigos y familiares- van tejiendo una red invisible de modelos en los que solemos reflejarnos a la hora de pensar en la posibilidad del casamiento. "¿Vos querés casarte para que terminemos como tu hermano y la mujer, que se pelean a los gritos en el almuerzo del domingo?", le decís a tu novio cuando se topan con este tipo de parejas que, claramente, no hacen más que desmotivarte y atormentarte con la idea de que los matrimonios no son infalibles.


"Es un ritual que no tiene sentido para mí"
Aunque jures y perjures que no, todas las mujeres tenemos formada (quizás inconscientemente) una idea acerca del matrimonio. Hacé memoria: quizás eras chiquita, seguramente alguna vez jugaste a casarte y te ponías el mantel blanco de la mesa como velo de novia... Y en la adolescencia, probablemente fueras testigo silenciosa de todas las bodas habidas y por haber en los medios. Pero es recién en la adultez cuando empezamos a poner en crisis esas ideas y fantasías, para darnos cuenta de que el combo de "vestido blanco + anillo + luna de miel" no nos ilusiona tanto como antes. O, directamente, advertir que -en lo profundo- no significa nada para vos. Pero lo bueno en torno a los rituales es que podés inventar uno nuevo y exclusivo para vos y tu pareja. Una ceremonia privada, un viaje especial o un tatuaje pueden tener el mismo valor (o más) que un megacasamiento.


Yo no, él sí...
Pero... ¿qué pasa cuando el que tiene la fantasía del casamiento es él y vos no querés saber nada? En estos casos, se abre un panorama un poco más complejo, porque entran en juego los deseos de cada uno con respecto al futuro.

Existe una especie de "ley emocional", por la que un miembro de la pareja siempre es más libre que el otro. Cuando somos nosotras quienes amamos la aventura, y nos encanta tener un abanico de opciones a disposición -aunque jamás hagamos uso de ellas-, también estamos hablando de una profunda seguridad y confianza en lo que sentimos hacia nuestra pareja. ¿Acaso no existe compromiso mayor que aquel llevado a cabo en la más absoluta libertad? Por lo general, las mentes más ordenadas necesitan cierta seguridad extra, y en este contexto, el matrimonio también aparece como un marco de contención.


Si él quiere y vos no
Aumentá tu cercanía y tus gestos de cariño hacia él.
Demostrale la confianza que de algún otro modo no le estás proporcionando, y que por eso se siente inseguro.
Preguntate si esa libertad que vos querés seguir experimentando es a costa de dejar intranquilo a tu pareja.
Charlen sobre el tema y busquen juntos los motivos por los cuales uno dice que sí y el otro, que no.
Aprendan a ceder. Quizás uno de los dos tenga que acompañar los deseos del otro.

Expertas consultadas: lic. Inés Dates y lic. María Laura Volpe; psicólogas.

Por María Eugenia Castagnino Ohlala

La intimidad de la pareja con la llegada de un bebé

Inevitablemente, la llegada de los hijos condiciona la vida sexual, modifica los hábitos, el espacio y los tiempos de la pareja. Ya nada volverá a ser como antes, pero eso no significa que estemos condenados a perder la intimidad y la pasión. No hay culpables de la represión o la pérdida del placer, sólo responsables, y esos no son los chicos, precisamente.

Cuando hay hijos en casa hay una nueva forma de intimar, en la que, indudablemente, habrá que poner un "plus extra" de energía para sostener el espacio de encuentro y alimentar la pasión. Como siempre decimos: "ante todo el buen diálogo y la comunicación", para evitar que los puentes nos alejen, en lugar de acercarnos. No sólo se trata de pensarnos potentes para amarnos como cuando había más tiempo y ganas; hay parejas que, incluso, pierden la sensibilidad por los besos y las caricias.

Más allá de que se vea interrumpida la frecuencia e, incluso, disminuidas la cantidad de tiempo y/u orgasmos disponibles, no deberíamos dejar que se altere la calidad del encuentro que se pueda llegar a tener. No es fácil preservar el amor en tiempos de sobre exigencias y demandas pero, cuando hay "interés o ganas de amor", el compromiso es quien sostiene la intimidad y la pasión.

Si bien, históricamente, la mujer es quien suele cargar con los mayores niveles de demanda en la crianza, el padre responsable ya aprendió (o está aprendiendo) a asumir la parte que le toca en la distribución de tareas. En este juego saludable de la paternidad compartida, es mucho más sencillo balancear, incluso, las energías restantes, de unos y otros, para encontrarse en la cama (o en el lugar de la casa que resulte posible). De esta manera, al haber también hombres cansados, no sólo habrá mujeres agotadas y resistentes, sino que las "excusas" estarán repartidas y será rotativo el "alguien tiene que ceder". Es mucho más positivo para la pareja llegar a la cama con las energías balanceadas y buscar el encuentro que se pueda, en lugar de sostener históricas discusiones porque hay uno que "siempre quiere" y el otro al que "nunca le queda resto".

Alcanzar un orden y una armonía, los que se puedan, siempre que persista el intento, es un primer y gran punto de acuerdo, que ayudará a sostener el vínculo que, por momentos, parece debilitarse.

En el otro extremo de este escenario están los hombres que aún no entendieron de la importancia de esta "tarea de a dos" y que demandan la presencia de "una mujer multifacética y disponible las 24 horas"; así como también están las mujeres que creen que por haber tenido un hijo dejaron de ser mujeres para ser, exclusivamente, señoras destinadas a la maternidad. Una y otra forma -enquistadas en viejos modelos y mandatos culturales- son pasaportes directos a la pérdida del vínculo de la pareja.

No es nada fácil pero, insisto, no es imposible. Hombres y mujeres, "fifty-fifty", somos los únicos y máximos responsables de que, si hay amor, no se vaya todo al tacho junto con los desechos del bebé o los juguetes descartables de los más grandecitos. Porque no todo es difícil durante los primeros meses de vida del bebé, cada edad o etapa tiene sus demandas y condiciona la vida privada de las parejas.

En los primeros meses: el sueño alterado, los horarios de teta y mamadera, la depresión post parto, la baja libido y autoestima, los cuerpos con su anatomía y estéticas alteradas. Con el correr de los meses y años: la irrupción o invasión del cuarto de los padres, las pesadillas, los miedos, los prejuicios sobre el cuerpo que no vuelve a sus formas...

La vida sexual de la pareja, así como los hijos, también padece de insomnio, estrés, miedos y pesadillas. Y, como venimos diciendo, es la misma pareja quien tiene la solución. Somos padres y eso es lo más maravilloso e importante, pero, si así lo deseamos, no dejamos de ser pareja.

Entender esto es crucial (para nosotros y para nuestros hijos, también). Habrá que distinguir y respetar, entonces, cada uno de los espacios y momentos; y salir a reconquistarlos cuando hayamos creído haberlos perdido.

Pasado el shock inicial de la llegada (para algunas familias, unos meses; para otras, un años largo y algo más) habrá que poner "cada cosa en su lugar" para que "el lugar común" sea gozoso y saludable, para todos; cada uno en su cuarto y en su lugar (el hijo, en el lugar de hijo; el padre y la madre, en el lugar de padres y de pareja).

Si bien no hay soluciones generales ni mágicas, siempre hay posibilidades cuando hay amor, diálogo y capacidad de reflexión.
Por Juan Yesnik
Especial para RevistaOHLALA.com